El “arzobispo” de Nápoles, Domenico Battaglia, levantó la ampolla que contiene la reliquia de la sangre del santo en la catedral de Nápoles el día de su festividad, revelando la licuefacción entre los vítores de los fieles que había esperado en la catedral desde temprano en la mañana.
“Cada gota de esta sangre nos habla del amor de Dios”, afirmó Battaglia en su homilía. “Esta sangre es signo de la sangre de Cristo, de su pasión”.
El “arzobispo” recordó que cada 19 de septiembre se conmemora el aniversario del martirio de San Genaro ocurrido el año 305, cuando santo eligió la muerte por fidelidad a Nuestro Señor Jesucristo.
Cientos de personas se reunieron en la Catedral de la Asunción de María de Nápoles para la festividad de San Genaro. El santo fue un obispo católico que fue martirizado durante la persecución cristiana del emperador Diocleciano.
Según la tradición, la falta de fluidificación de la sangre es señal de guerra, hambruna, enfermedad u otros desastres. Este portentoso milagro suele ocurrir hasta tres veces al año: el 19 de septiembre, día de la festividad del santo; el primer sábado de mayo, día en que sus restos fueron trasladados a Nápoles; y el 16 de diciembre, aniversario de la erupción del Vesubio en 1631.
En su homilía, el “arzobispo” de Nápoles advirtió contra “la reducción de la veneración del santo de la ciudad a una mera superstición”.
Y por supuesto, el “arzobispo” no dejó pasar la oportunidad de repetir el discurso progresista de los políticamente correctos cuando agregó: “No tenemos que preocuparnos si la sangre de esta reliquia no se licúa, pero sí tenemos que preocuparnos si es la sangre de los oprimidos, de los marginados y de los pobres la que fluye por nuestras calles”.
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