miércoles, 17 de septiembre de 2025

LOS APÓSTOLES CONDENAN A LOS JUDÍOS -NO A LOS ROMANOS- POR EL ASESINATO DE CRISTO

El propósito de esta publicación es combatir y desacreditar la noción de la responsabilidad romana por el deicidio, y reasignar la culpa a los judíos, a quienes corresponde.

Por Sean Johnson


El siguiente resumen sucinto sobre la responsabilidad judía en el delito de deicidio proviene del libro “El Complot contra la Iglesia” de Maurice Pinay (seudónimo del sacerdote Jesuita mexicano P. Sáenz de Arriaga). La obra fue originalmente distribuida a todos los obispos asistentes al concilio Vaticano II en 1962, en un intento de anticiparse a un cambio en la doctrina católica sobre la responsabilidad judía en el asesinato de Cristo, su autoría fue un esfuerzo colaborativo, escrito principalmente por los líderes de Los TECOS de México, incluyendo a Carlos Cuesta Gallardo y Garibi Velasco, y a través de ellos, difundido al menos parcialmente a los padres conciliares por el padre Joaquín Sáenz y Arriaga (director espiritual del movimiento Los TECOS) (1).

Los TECOS no tuvieron éxito en impedir la subversión de la doctrina católica respecto a la responsabilidad judía por el deicidio, ya que con la aprobación del documento Nostra Aetate, la Iglesia (conciliar) modificó su antigua comprensión, y se quedó en silencio sobre el asunto, permitiendo así que organizaciones propagandistas judías como la ADL (Liga Antidifamación) afirmaran: “Desde el concilio Vaticano II de principios de la década de 1960, la Iglesia Católica ha enseñado que los judíos del tiempo de Jesús, así como los judíos de hoy, no pueden ser considerados responsables de la muerte de Jesús” (2).

El propósito de esta publicación es combatir y desacreditar la noción de la responsabilidad romana por el deicidio, y reasignar la culpa a los judíos, a quienes corresponde. El último párrafo del extracto a continuación explicará por qué los judíos se esfuerzan tanto por ocultar este punto.

Cuarta tesis: Los Apóstoles acusaron a los judíos, y no a los romanos, de la muerte de Cristo. Pruebas:

En las Sagradas Escrituras, en los Hechos de los Apóstoles (Capítulo II), San Pedro, dirigiendo sus palabras a los judíos de diversas tierras que estaban reunidos en Jerusalén, donde cada uno (después de la venida del Espíritu Santo) escuchó las palabras del Apóstol en su lengua materna, dijo:

14. Entonces Pedro, presentándose con los Once, levantó su voz y les dijo: “Judíos y habitantes todos de Jerusalén: Que os quede esto bien claro y prestad atención a mis palabras:
 
22. Israelitas, escuchad estas palabras: A Jesús, el Nazareno, hombre acreditado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales que Dios hizo por su medio entre vosotros, como vosotros mismos sabéis,

23. a éste, que fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento de Dios, vosotros le matasteis clavándole en la cruz por mano de los impíos

Así, Pedro atribuye claramente la responsabilidad del asesinato a todo el pueblo judío y no acusa a los romanos. ¿Acaso el clero, que de forma tan increíble afirma lo contrario, asume que Pedro mintió al decir a los judíos que venían de otras provincias: “Israelitas, 
vosotros le matasteis clavándole en la cruz?

En el tercer capítulo de “Hechos” de los Apóstoles encontramos el pasaje relativo a la curación del hombre cojo de nacimiento:

11. Como él no soltaba a Pedro y a Juan, todo el pueblo, presa de estupor, corrió donde ellos al pórtico llamado de Salomón.

12. Pedro, al ver esto, se dirigió al pueblo: “Israelitas, ¿por qué os admiráis de esto, o por qué nos miráis fijamente, como si por nuestro poder o piedad hubiéramos hecho caminar a éste?

13. El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, a quien vosotros entregasteis y de quien renegasteis ante Pilato, cuando éste estaba resuelto a ponerle en libertad.

14. Vosotros renegasteis del Santo y del Justo, y pedisteis que se os hiciera gracia de un asesino,

15. y matasteis al Jefe que lleva a la Vida. Pero Dios le resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello”.

En este pasaje del Nuevo Testamento, donde estaba reunido todo el pueblo, San Pedro reprende a los judíos por haber matado a Cristo.

También encontramos en “Hechos” de los Apóstoles (Capítulo V) un pasaje donde no sólo San Pedro, sino también los restantes Apóstoles, acusan categóricamente al Consejo de Ancianos de Israel, convocado por los sacerdotes, de la muerte de Cristo:

29. Pedro y los apóstoles contestaron: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.

30. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús a quien vosotros disteis muerte colgándole de un madero.

Tenemos, pues, aquí una evidencia común de los Apóstoles, que acusaban a los judíos, y no a los romanos, de haber matado a Cristo. Si todo esto no basta, citaremos además la evidencia de San Pablo y San Esteban, los primeros mártires del cristianismo.

San Pablo, en su Primera Epístola a los Tesalonicenses (Capítulo II), dice con referencia a los judíos:

14. Porque vosotros, hermanos, habéis seguido el ejemplo de las Iglesias de Dios que están en Judea, en Cristo Jesús, pues también vosotros habéis sufrido de vuestros compatriotas las mismas cosas que ellos de parte de los judíos;

15. éstos son los que dieron muerte al Señor y a los profetas y los que nos han perseguido a nosotros; no agradan a Dios y son enemigos de todos los hombres.

En este versículo, san Pablo describe a los judíos de manera convincente como “enemigos de todos los hombres”. Esta es una verdad que nadie que haya estudiado a fondo el modo de pensar y las actividades ilegales del pueblo judío puede poner en duda.

Sin embargo, es muy probable que, si Pablo estuviera vivo hoy, sería condenado como enemigo de los judíos, pues él anunció públicamente una verdad que hoy no se le comunica a nadie, debido a los judíos y a sus cómplices dentro del clero

Cuando, por su parte, el protomártir san Esteban se dirigió a los judíos de la Sinagoga de los Libertos, los cireneos, los alejandrinos y luego a los de Cilicia y Asia, es decir, a los judíos de diferentes partes del mundo, les dijo en presencia del sumo sacerdote, el líder espiritual de Israel (Hechos 7: 51, 52):

51. ¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! ¡Vosotros siempre resistís al Espíritu Santo! ¡Como vuestros padres, así vosotros!

52. ¿A qué profeta no persiguieron vuestros padres? Ellos mataron a los que anunciaban de antemano la venida del Justo, de aquel a quien vosotros ahora habéis traicionado y asesinado.

El testimonio de San Esteban concuerda, pues, con el de los Apóstoles y con el de San Pablo, al considerar a los judíos en general, es decir, tanto a los de Jerusalén como al resto de Judea, así como a los que viven en otras partes del mundo, como responsables de deicidio. Todo esto está recogido en las Sagradas Escrituras, donde no se encuentra un solo versículo que acuse a los romanos de asesinato.

En resumen, las revelaciones precedentes de Cristo Nuestro Señor, así como el testimonio de los Apóstoles, incluido San Pablo, representan una prueba irrefutable de que la Santa Iglesia, lejos de haber errado durante diecinueve siglos, tenía toda la razón al considerar al pueblo judío como asesino de Dios; mientras que atribuir la responsabilidad del crimen a los romanos carece de todo fundamento.

Dado que esta doctrina, que afirma que los romanos, y no los judíos, fueron responsables del asesinato de nuestro divino Redentor, contradice el testimonio de Cristo y los Apóstoles, se demuestra claramente que es falsa e incluso herética

A primera vista, parece absurdo e inexplicable que un grupo de fervientes “clérigos católicos” se atreva a apoyar un error tan evidente en nuestros días, que, al prosperar, niega la verdad de lo que dicen los Santos Evangelios, con todas sus inimaginables consecuencias. 

Pero tales intrigas impías se explican si se tiene en cuenta que la “Sinagoga de Satanás”, así como el clero que la sirve, están perturbados por la lucha que cristianos devotos de diferentes partes del mundo libran contra el comunismo y contra su padre e instigador, el afán judío de poder, y que, bajo toda circunstancia, desean reformar la Iglesia para que les permita usarla como un instrumento útil de la Sinagoga, con el fin de aplastar a los católicos que luchan heroicamente contra ella en defensa de la cristiandad y sus naciones amenazadas y oprimidas. 

Para lograr esto, deben, en primer lugar, destruir las enseñanzas hostiles al judaísmo de los Padres de la Iglesia, de los Papas y de los Concilios. En su indescriptible insolencia, llegan incluso a exigir el establecimiento de nuevas doctrinas, como las que presentan a los romanos, y no a los judíos, como responsables de este vil asesinato

Mientras los cristianos sigan considerando al pueblo judío como asesino de Dios, toda afirmación que pretenda considerarlos buenos, santos e intocables está condenada al fracaso. 

Sin embargo, los hebreos luchan con fervor para imponer al cristianismo una falsa doctrina que los declara “amados”, “sagrados” e “intocables de Dios”, permitiéndoles llevar a cabo libremente y sin contradicción todas sus conspiraciones y crímenes. Más adelante estudiaremos cuántas otras reformas, que los llamados “liberales” y el clero “progresista” planean, no tienen otro propósito que destruir las tradiciones de la Iglesia como fuentes de nuestra enseñanza, para facilitar los planes destructivos del comunismo y el ansia judía de poder.

1) https://es.wikipedia.org/wiki/Los_TECOS

Como dato curioso, en 1965, Los TECOS se dividirían por la legitimidad de Montini. Los TECOS afirmaban que la Sede de Roma estaba vacante, y varios se oponían al Vaticano II, pero afirmaban la legitimidad de Pablo VI. Y así, surgió la primera división entre R&R y sedevacantismo.

Un par de años más tarde, el padre Arriaga se convertiría en un miembro fundador de la tesis sedevacantista y, con su libro La nueva Iglesia montiniana, produciría una de las primeras presentaciones refinadas del sedevacantismo.

2)
https://www.adl.org/resources/news/adl-and-mel-gibsons-passion-christ


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