19 de Septiembre: San Genaro, obispo y mártir
(✞ 305)
El celosísimo obispo de Benevento y portentoso mártir de Cristo, San Genaro, fue natural de Benevento, en el reino de Nápoles.
Fue ordenado como presbítero y como Obispo por expreso mandato del sumo pontífice; y como en la persecución de Diocleciano y Maximiano estuviese preso un santo joven diácono llamado Sosio, y San Genaro le visitase en la cárcel, Timoteo, el presidente, le mandó prender y traer delante de sí, y procuró atraerlo con muchas palabras y razones a la adoración de los dioses.
Pero entendiendo que perdía el tiempo, hizo encender un horno y echar en él al Santo; más el Señor lo guardó de tal manera que saltó del horno sin que la llama le hubiese hecho daño ni en la ropa ni en un cabello de la cabeza.
El tirano se encendió más y lo condenó a un nuevo suplicio en que todos los miembros del santo fueran descoyuntados.
Vinieron a visitarle Festo, diácono y Desiderio, lector, y siendo conocidos como cristianos, fueron presos y llevados con su Obispo San Genaro, cargados de hierros y cadenas, delante de la carroza del presidente a la ciudad de Puzol.
Así fueron echados en la misma cárcel donde estaban presos Sosio, diácono de la ciudad de Mesina, y Proculo, diácono de Puzol, y dos cristianos llamados Eutiques y Acucio, todos los cuales habían sido condenados a ser despedazados por las fieras y estaban aguardando la ejecución de la sentencia.
Al día siguiente, los siete fueron echados a las bestias feroces, las cuales olvidándose de su natural crueldad se echaron a los pies de San Genaro y de sus santos compañeros como mansas ovejas.
El presidente, atribuyendo este milagro del Señor a hechizos, dio sentencia contra ellos y los mandó degollar; pero luego perdió la vista, y por la oración de San Genaro la recobró, y con este milagro se convirtieron unas cinco mil personas.
Pero no bastó el beneficio que había recibido el inicuo juez para conocer la mano poderosa de Dios que obraba por sus santos tales prodigios; y dudando de que todas las maravillas que veía se hacían por artes mágicas, y temiendo la ira de los emperadores, mandó que llevasen los mártires a la plaza llamada Vulcana, y que allí les cortasen la cabeza; en cuyo martirio dieron todos ellos sus benditas almas al creador.
El cuerpo de San Genaro está colocado en la catedral de Nápoles donde es reverenciado con gran devoción por toda aquella ciudad que le tiene por patrón y recibe de su mano continuos beneficios señaladamente en tiempo de pestilencia y de otras públicas calamidades.
Reflexión:
Obran también las sagradas reliquias de este Santo otro milagro que es perpetuo y que hasta hoy dura y es famoso en todo el mundo. Porque tienen en la catedral de Nápoles la sagrada cabeza del santo, y aparte una ampolla de vidrio llena de la sangre cuajada del mismo mártir, y juntándola con la cabeza o poniéndola delante de ella, comienza luego la sangre a deshacerse y derretirse y hervir como si se acabara de verter; y este milagro tiene cada año por testigos a toda clase de gentes de muchas partes que acuden a verlo y aún los mismos incrédulos quedan tan certificados del suceso maravilloso que no pueden ni siquiera ponerlo en duda. ¡Ojalá que el admirable portento que ven con los ojos del cuerpo les abriese los ojos del alma y se rindiesen a la fe y voluntad de aquel Señor que hasta con perpetuos Milagros da testimonio de nuestra divina y santísima religión!
Oración:
¡Oh Dios! Que cada año nos alegras con la festividad de tus bienaventurados mártires Genaro y sus compañeros, concédenos benignamente que así como sus merecimientos nos regocijan, así también nos enfervoricen sus ejemplos. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.
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