El “obispo” italiano Erio Castellucci ha defendido la repulsiva “exposición de arte”, que bajo su responsabilidad se expone en el museo diocesano de la ciudad de Carpi, después de que algunas de las imágenes expuestas fueran definidas como blasfemas.
La Iglesia de San Ignacio de Loyola fue construida en 1670 e inaugurada en 1682 por la Orden de los jesuitas. Pero gracias a la llegada de la “primavera” del conciliábulo Vaticano II y la ausencia de fieles en sus bancos, desde el año 2008 fue convertida en el Museo Diocesano de Carpi.
“Monseñor” Castellucci: “Bajemos el tono, recuperando el sentido común y el respeto mutuo”
Tras la inauguración realizada el día 2 de marzo, el excéntrico autor de esta muestra blasfema fue atacado el día 28 del mismo mes, cuando un agresor irrumpió con un cuchillo y una bomba de aerosol en el interior de la exposición para dañar la repulsiva “obra” INRI.
Tras este intento de justicia por mano propia ante la aberración permitida y consentida por este obispón bergogliano, el falso “pastor” concedió una entrevista al periódico Il Resto del Carlino, donde expuso su opinión.
- Don Erio, ¿cuál es su sentimiento ante un acto tan violento?
-El primer sentimiento es de cercanía con el artista, a quien deseo una pronta y completa recuperación. Luego expreso mi solidaridad con la comunidad religiosa y civil de Carpi, que con razón está perdida y preocupada en este asunto. La violencia verbal e incluso física que ha estallado en las últimas semanas es ajena al clima que se respira aquí. Espero que ahora bajemos realmente el tono, recuperando el sentido común y el respeto mutuo.
- Desde hace días, la exposición provoca reacciones cada vez más acaloradas. ¿Cómo las ha vivido?
- No había visto la exposición ni las obras antes de la inauguración: sin embargo, sabía que se organizaba en Carpi una exposición de “arte contemporáneo” con pinturas de un artista no creyente inspiradas en las narraciones de los Evangelios y los textos apócrifos. Cuando estalló la polémica, quise entenderlo mejor, me puse en contacto con los responsables de la exposición y comprobé que no había intenciones blasfemas ni ambiguas ni por parte del autor ni de los organizadores. Por supuesto, lamenté que surgiera la polémica y también los tonos bulliciosos que adoptó. Sólo rezo por los que se sienten escandalizados y por los que insultan, ofenden y atacan, quizá en nombre de la verdad cristiana, olvidando que Jesús pidió a los discípulos que “dieran testimonio de la verdad con mansedumbre”.
- ¿Por qué, en su opinión, no hay blasfemia en estas obras? ¿Cómo las ve usted?
- Las leo de acuerdo con las intenciones expresadas por el autor y los editores: como una interpretación personal y original inspirada en algunos episodios evangélicos o apócrifos. Al fin y al cabo, desde la iconografía cristiana primitiva hasta los cantautores contemporáneos, los artistas siempre han propuesto vías y sugerencias no canónicas. Pero quien quiera ver en ello el mal, es libre de hacerlo: lo importante es que la discrepancia se convierta en una oportunidad para el diálogo y el debate, y no para la acusación y la violencia.
- Sin embargo, ¿no cree que hubo cierta ingenuidad en la organización de la exposición?
- Si, antes de la exposición, algunos de los organizadores hubieran pensado en estas posibles lecturas, sin duda se habría podido evitar esta polémica y también este encono. Pero ahora, una vez comprobado que la intención no es blasfema, creo que la exposición debe permanecer abierta durante el periodo previsto. La polémica, a menudo alimentada arteramente, no es un método eclesial y no puede condicionar las opciones pastorales. A principios de junio se celebrará en Carpi -como estaba previsto desde hace tiempo- “Il cantiere degli artisti” (El taller de los artistas): la diócesis invitará a artistas a debatir sobre temas religiosos, en el espíritu de los talleres sinodales.
- Sin embargo, a la luz de lo ocurrido, ¿cree que la exposición puede suspenderse o clausurarse antes de tiempo?
- Se discutirá en la diócesis y se tomará una decisión, dependiendo de la posibilidad de garantizar una supervisión activa de los visitantes. Personalmente, espero que pueda mantenerse abierta, porque cerrarla prematuramente significaría conceder al fanatismo el derecho de ciudadanía.
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