A muchas personas no les gusta la confesión por varias razones:
1. Porque muchos sacerdotes de hoy no hablan de ella, no la inculcan y nunca están a disposición de los confesores. Grave es su responsabilidad ante Dios. No cooperan en la obra redentora de Cristo. El Señor ha mostrado muchas veces cómo y cuándo es necesaria la confesión: últimamente con los muchos milagros obrados por los dos grandes confesores modernos: el Padre Pío y el Padre Leopoldo (...). En la confesión se recogen los frutos del apostolado. El sacerdote que no quiere confesar, aunque haga apostolado, es semejante al que siembra y se niega a recoger; es semejante al médico clínico que no quiere visitar y tratar a los enfermos.
2. Porque lo reducen a la recitación de los propios pecados; habiéndolo reducido así a una mera formalidad y lo abandonan. (...)
3. Porque no ven a los que se confiesan, aunque sea a menudo, como mejores que los demás.
Muchos dan diversos pretextos para justificar sus recaídas en el pecado. La verdad es que nunca han tomado una verdadera resolución, y nunca han adoptado los remedios adecuados.
(...)
San Agustín dice: “Hay tres clases de enfermos: los que no quieren curarse; los que quieren curarse sin usar remedios y los que quieren curarse y usan remedios. Sólo estos últimos se pueden curar”.
[Extracto de “Liberazione”, de Don Ildebrando Antonino Santalngelo, Comunità Editrice di Adrano].
Cordialiter
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