Dice usted que los comunistas son malos, y yo veo que los Apóstoles y los primitivos cristianos eran lo mismo que ellos: eran pobres, y todo lo suyo era para todos, y por añadidura, andaban siempre perseguidos y baqueteados.
Por Monseñor de Segur (1820-1881)
O lo propio que los malhechores, y con esto te digo el pie de que cojea tu comparación, la cual sería buena si efectivamente fuese bastante para llamarse y ser cristianos el andar perseguidos y el tener los bienes en común. Pero todo esto les sucede a los ladrones en cuadrilla, así como también viven pobres los vagos holgazanes, y no por eso se te ocurrirá decir de ellos que hacen vida cristiana. La vida cristiana no consiste en el mero hecho de ser pobres, sino en tener en nada los bienes de este mundo; ni consiste tampoco en el hecho material de vivir en comunidad, sino en estar unidos a sus hermanos con el lazo misterioso de la caridad, que hace uno solo de todos los corazones.
Y esto justamente sucedía a los primeros cristianos, que eran ángeles en figura de hombres; que estaban muertos para el mundo y para sí mismos, sin otra vida que el amor a Jesucristo, mi otro deseo más que el de ser herederos de su gloria.
¿Tendrás ahora valor de comparar a estos santos penitentes con esos malvados que a todas horas y en todas partes te están predicando blasfemias?
¿Cómo quieres igualar aquellos hombres que no pensaban más que en la eternidad con estos otros que ni piensan, ni hablan, ni desean, ni buscan más que vivir para regalar su cuerpo como las bestias?
Si; verdad es que los Apóstoles y los primitivos cristianos eran perseguidos, aprisionados y matados en suplicios afrentosos; pero no por eso solo se llamaban y eran discípulos y siervos de Jesucristo, sino por sus grandes virtudes, que eran la causa de que se les persiguiese, mientras que a los comunistas se les persigue por sus blasfemias y sus delitos. Aquellos se proponían santificar al mundo, mientras que estos no tratan sino de incendiarlo. Las armas de los primeros cristianos eran la oración, y caminaban al suplicio perdonando a sus verdugos, mientras que los segundos están siempre armados de puñales y fusiles, y no alimentan en su corazón más que envidias, rencores, odios y venganzas.
En cuanto a la comunidad de bienes, efectivamente, los primitivos cristianos la tenían, como en cierto modo continúan teniéndola siempre los que son verdaderamente hijos de Jesucristo, pues que todos entre sí se miran como hermanos, y unos a otros se ayudan y socorren en sus necesidades, siendo para todos la pobreza una cosa santa. Por el amor de Dios te pide la limosna el pobre a quien te encuentras en la calle; y tú se la das, cuando puedes, porque lo consideras como hermano tuyo, y porque sabes que nada es más acepto a los ojos de Dios que socorrer a los menesterosos, ni nada más castigado por la Justicia divina que el faltar a la caridad. Cuando no tienes que dar al pobre, le dices que perdone por el amor de Dios.
¿Qué tiene que ver esta comunidad de bienes con la que quieren los comunistas? Ellos no te piden lo tuyo con humildad y por el amor de Dios, sino que quieren sacártelo por la fuerza, con soberbia, echándose el fusil a la cara, y negándote el derecho que tienes, y que Dios mismo te ha dado, de disponer libremente de lo que es tuyo.
No vuelvas, pues, en tu vida, hijo mío, a compararme a ningún cristiano con estos desalmados, de los cuales muchos han dado en la gracia de decir que ellos no predican más que la doctrina de Jesucristo; y luego, cuando la autoridad les echa el guante para castigar sus maldades; tienen la desvergüenza de llamarse mártires y de decir que también ellos pasan su calvario. Efectivamente, en el calvario están, pero como estaba el mal ladrón, no como el Divino Hijo de María Santísima.
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Por Monseñor de Segur (1820-1881)
O lo propio que los malhechores, y con esto te digo el pie de que cojea tu comparación, la cual sería buena si efectivamente fuese bastante para llamarse y ser cristianos el andar perseguidos y el tener los bienes en común. Pero todo esto les sucede a los ladrones en cuadrilla, así como también viven pobres los vagos holgazanes, y no por eso se te ocurrirá decir de ellos que hacen vida cristiana. La vida cristiana no consiste en el mero hecho de ser pobres, sino en tener en nada los bienes de este mundo; ni consiste tampoco en el hecho material de vivir en comunidad, sino en estar unidos a sus hermanos con el lazo misterioso de la caridad, que hace uno solo de todos los corazones.
Y esto justamente sucedía a los primeros cristianos, que eran ángeles en figura de hombres; que estaban muertos para el mundo y para sí mismos, sin otra vida que el amor a Jesucristo, mi otro deseo más que el de ser herederos de su gloria.
¿Tendrás ahora valor de comparar a estos santos penitentes con esos malvados que a todas horas y en todas partes te están predicando blasfemias?
¿Cómo quieres igualar aquellos hombres que no pensaban más que en la eternidad con estos otros que ni piensan, ni hablan, ni desean, ni buscan más que vivir para regalar su cuerpo como las bestias?
Si; verdad es que los Apóstoles y los primitivos cristianos eran perseguidos, aprisionados y matados en suplicios afrentosos; pero no por eso solo se llamaban y eran discípulos y siervos de Jesucristo, sino por sus grandes virtudes, que eran la causa de que se les persiguiese, mientras que a los comunistas se les persigue por sus blasfemias y sus delitos. Aquellos se proponían santificar al mundo, mientras que estos no tratan sino de incendiarlo. Las armas de los primeros cristianos eran la oración, y caminaban al suplicio perdonando a sus verdugos, mientras que los segundos están siempre armados de puñales y fusiles, y no alimentan en su corazón más que envidias, rencores, odios y venganzas.
En cuanto a la comunidad de bienes, efectivamente, los primitivos cristianos la tenían, como en cierto modo continúan teniéndola siempre los que son verdaderamente hijos de Jesucristo, pues que todos entre sí se miran como hermanos, y unos a otros se ayudan y socorren en sus necesidades, siendo para todos la pobreza una cosa santa. Por el amor de Dios te pide la limosna el pobre a quien te encuentras en la calle; y tú se la das, cuando puedes, porque lo consideras como hermano tuyo, y porque sabes que nada es más acepto a los ojos de Dios que socorrer a los menesterosos, ni nada más castigado por la Justicia divina que el faltar a la caridad. Cuando no tienes que dar al pobre, le dices que perdone por el amor de Dios.
¿Qué tiene que ver esta comunidad de bienes con la que quieren los comunistas? Ellos no te piden lo tuyo con humildad y por el amor de Dios, sino que quieren sacártelo por la fuerza, con soberbia, echándose el fusil a la cara, y negándote el derecho que tienes, y que Dios mismo te ha dado, de disponer libremente de lo que es tuyo.
No vuelvas, pues, en tu vida, hijo mío, a compararme a ningún cristiano con estos desalmados, de los cuales muchos han dado en la gracia de decir que ellos no predican más que la doctrina de Jesucristo; y luego, cuando la autoridad les echa el guante para castigar sus maldades; tienen la desvergüenza de llamarse mártires y de decir que también ellos pasan su calvario. Efectivamente, en el calvario están, pero como estaba el mal ladrón, no como el Divino Hijo de María Santísima.
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