lunes, 16 de octubre de 2023

EL PUEBLO Y LA MASA

Si aplicamos la abulia o apatía a un Estado socialista omnipresente, tenemos un pueblo entero que se vuelve apático, al que el Papa Pío XII llamó "la masa".

Por Plinio Correa de Oliviera


Una magnífica enumeración de las diferencias entre un Estado orgánico y un Estado inorgánico podéis encontrarla en un texto de Pío XII sobre lo que es un pueblo y una masa. En el mensaje enseña que hay sociedades humanas formadas de tal manera que todo el poder se concentra en el titular supremo del poder del Estado. En esta sociedad nadie toma iniciativas, nadie tiene voluntad, todos son abúlicos, apáticos. (Radiomessaje, 24 de diciembre de 1944) (1)

El rey Luis XVI careció de voluntad para detener la Revolución que le quitaría la vida
Abulia o apatía es un tipo de enfermedad mental en la que la persona carece de voluntad para hacer cualquier cosa y no le importa nada; el rey Luis XVI pertenecía a esa escuela. Cuando el individuo es abúlico, todo el conjunto de su organismo no funciona bien porque la voluntad no impulsa el cuerpo. A veces esto puede incluso provocar la muerte. Si aplicamos esto a un Estado socialista omnipresente, tenemos un pueblo entero que se vuelve apático; tenemos lo que Pío XII llamó “la masa”.

Por el contrario, cuando el poder se distribuye orgánicamente, todas las partes del cuerpo social son estimuladas a actuar y el organismo crece. Esto es lo que él llamó "el pueblo". En estas relaciones orgánicas se aplica brillantemente el principio de subsidiariedad.

El individuo actúa habitualmente sin pedir ayuda al Estado o al Municipio. Hace lo que puede por sí mismo incluso cuando es muy difícil. Sólo después de intentar por todos los medios posibles realizar determinada tarea necesaria para su subsistencia y aún fracasar, pide la ayuda del Municipio.

En el Municipio ocurre algo análogo a esta relación individuo/municipio en relación con el Estado. Una villa, pueblo o ciudad debe hacer por sí solo todo lo posible por su bien sin pedir ayuda al Estado. Entonces, si algo necesario para su subsistencia resulta imposible de tener por sí solo, por el principio de subsidiariedad tiene el derecho de pedir la intervención del Estado, y el Estado tiene la obligación de acudir en su auxilio.

Este es el principio de subsidiariedad, que establece límites al poder del Estado.

Alguien podría preguntar: “¿El Estado en tesis tiene el poder de hacerlo todo?”

Tendría el poder de hacer todo en el caso de que nadie pudiera hacer nada, es decir, si la sociedad estaría muerta. Pero cuando llegue ese día el Estado ya no será necesario, ya que nadie puede gobernar cadáveres.


Acción del bien sobre el mal

¿Cómo puede un grupo bien establecido ejercer su influencia para poner orden en una sociedad que no está ordenada?

No adoptemos el enfoque de muchos sociólogos que desde el principio preguntan: ¿Cómo pueden los buenos imponer su programa de bien sobre los malos?

Respondemos: Muchas veces no es posible imponer el bien. Si pudieran imponerlo deberían hacerlo, pero muchas veces no pueden.

La solución simplista sería: simplemente ordene a la Inquisición que reprima a un Lutero aquí y allá y la sociedad estará en paz. Las cosas no son tan fáciles. En la situación de la Iglesia en la época de Lutero, si él hubiera sido eliminado, después de algún tiempo hubiera aparecido otro Lutero y toda la sociedad sería peor.

De hecho, si la sociedad hubiera continuado con esa mentalidad indulgente y optimista de León X, la Iglesia no habría tenido la Contrarreforma. Sólo una Contrarreforma podría haber impedido la Reforma. Sin embargo, ¿aparecería una Contrarreforma antes de la Reforma?

Entonces vemos que imponer no siempre es la solución.


Condiciones para que prevalezca el bien

Entonces, ¿cómo una entidad orgánica y sana crea condiciones para que el bien prevalezca sobre el mal? Si es posible, se debe utilizar la fuerza para frenar el mal. Pero este uso de la fuerza no siempre es suficiente y, en ocasiones, esa entidad carece de los medios para emplear la fuerza.

Entonces, ¿qué se debería hacer? Se debería dar el ejemplo de todo tipo de bien. Se debe dar la noción de cuál es el verdadero orden social. Así, se debe tener una relación amable y eficiente con aquellos individuos que son buenos, así como una relación fuerte e inflexible con aquellos que son malos. Si los malos no se convierten, acabarán en el Infierno; Es más, incluso en la Tierra, tarde o temprano ese grupo malo será derrotado. En cambio, los malos que recibieron de los buenos todo lo que podían dar, pueden ser tocados por la gracia de Dios y convertirse.

San Pío X tiene un texto muy hermoso comentando cómo los pueblos católicos asumieron la primacía sobre los pueblos no católicos durante la Historia. Éste es el espectáculo de los frutos del bien que atraen al mal. Ésta es la política del bien.

Los hijos de Noé ocultan respetuosamente la vergüenza de su padre
Hay algo en los caminos de la Divina Providencia que a veces puede dejarnos un poco perplejos. Considerando la miseria humana, la Divina Providencia hace con algunas de sus instituciones lo que Sem y Jafet, hijos de Noé, hicieron con su padre: cubrieron con un paño a Noé, que estaba ebrio, porque no querían que otros lo vieran en ese estado de degradación.

A veces la Divina Providencia pone un velo sobre los defectos de algunas instituciones, lo que hace que los de fuera tengan una visión resplandeciente de esa institución. Los de afuera se sienten atraídos por una visión brillante que es menos brillante para los de adentro. Esto no es una mentira de la Divina Providencia, sino más bien una forma que utiliza para hacer ver a los de afuera una realidad ideal que en el interior es menos visible.

Así, los buenos a veces hacen un bien mayor que el que poseen gracias a la ayuda de la gracia. Los buenos deben tener esto presente ante una realidad que ven, que a veces es Noé sin el velo.

Creando un consenso

Ahora bien, ¿cuáles son las reglas de la opinión pública que debemos conocer para que esta acción de buen ejemplo, buena predicación, buena enseñanza y buena controversia alcance su plena eficacia?

La sociedad humana puede considerarse como un gran tejido esponjoso donde en su interior los alvéolos forman un laberinto. Si tomamos una esponja natural vemos que está compuesta por una serie de laberintos. Si mojáramos esa esponja con una jeringa en lugar de tirarla a un balde con agua, notaríamos que si inyectamos agua en determinados agujeros toda la esponja se moja más fácilmente. También existen algunos métodos de inyección que facilitan el proceso.

La técnica de formar la opinión pública consiste en analizar el laberinto del pensamiento colectivo de una sociedad para luego afianzarse en lo que tiene de bueno y atacar con ese bien lo que tiene de malo. A través de esta acción laberíntica puede así lograr más fácilmente la victoria del bien.

Si la acción de la jeringa tiene éxito, se crea un consenso, que aquí es diferente de lo que el mundo normalmente llama consenso.

Los regímenes totalitarios son famosos por manipular a la población a través de la propaganda.
Si llamamos consenso al hecho de que todos sientan lo mismo porque parten de principios análogos y llegan a las mismas conclusiones, éste es un consenso sano, bueno y orgánico, en lo que se refiere al bien.

Si el consenso es fruto de órganos de propaganda que actúan sobre la opinión pública, impidiéndole subrepticiamente conocer algunas verdades y desfigurando otras, anestesiando la voluntad de actuar y de hablar para crear un estado de ánimo morboso, entonces se trata de un Mal consenso.

Aún peor es un consenso ecuménico. Es la ilusión de que podemos alcanzar un consenso creando una adhesión poco sincera de todas las partes a una posición intermedia. Esto no es un consenso; sin embargo es lo que el progresismo considera consenso. Es una atenuación hipócrita de la verdad y el error para profesar una opinión que en el fondo nadie acepta verdaderamente.

Nota:

1) Estas fueron las palabras de Pío XII: “El pueblo y una multitud informe (o, como se la llama, “la masa”) son dos conceptos distintos. El pueblo vive y se mueve por su propia energía vital; las masas son inertes en sí mismas y sólo pueden ser movidas desde fuera. El pueblo vive de la plenitud de vida en los hombres que lo componen, cada uno de los cuales – en su lugar y a su manera – es una persona consciente de su propia responsabilidad y de sus propias opiniones. La masa, por el contrario, espera el impulso exterior, juguete fácil en manos de quien explota sus instintos e impresiones; listos para seguir por turno, hoy una bandera, mañana otra. De la vida exuberante de un verdadero pueblo, se difunde una vida rica y abundante en el Estado y en todos sus órganos, inculcándolos con un vigor siempre renovado, la conciencia de la propia responsabilidad, el verdadero instinto por el bien común. El poder elemental de la masa, hábilmente administrado y empleado, el Estado también puede utilizarlo: en las manos ambiciosas de uno o varios que han sido reunidos artificialmente para objetivos egoístas, el Estado mismo, con el apoyo de la masa, se reduce a el estatus mínimo de una mera máquina, puede imponer sus caprichos a la mayor parte de la gente real: el interés común sigue gravemente, y durante mucho tiempo, perjudicado por este proceso, y la lesión es muy a menudo difícil de curar”.


Tradition in Action



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