El lunes 12 de mayo de 1879 por la mañana, el Dr. Newman fue al Palazzo della Pigna, la residencia del Cardenal Howard, que le había prestado sus apartamentos para recibir allí al mensajero del Vaticano que llevaba el biglietto del Cardenal Secretario de Estado, informándole de que en un Consistorio secreto celebrado esa mañana Su Santidad, el Papa León XIII, se había dignado elevarlo al rango de Cardenal. A las once, las salas estaban abarrotadas de católicos ingleses y americanos, eclesiásticos y laicos, así como muchos miembros de la nobleza romana y dignatarios de la Iglesia, reunidos para presenciar la ceremonia.
Poco después del mediodía se anunció al mensajero consistorial. Entregó el biglietto al Dr. Newman, quien, tras romper el sello, lo entregó al Dr. Clifford, obispo de Clifton, quien leyó su contenido. El mensajero informó entonces al recién creado cardenal de que Su Santidad le recibiría en el Vaticano al día siguiente a las diez de la mañana para conferirle la berretta. Después de haberle hecho los cumplidos de rigor, el ya cardenal Newman respondió en lo que se conoce como su "Discurso del Biglietto". Y allí, entre otras cosas, dice lo siguiente:
“Por espacio de treinta, cuarenta, cincuenta años he resistido con mis mejores energías el espíritu del liberalismo en la religión. Nunca como ahora ha necesitado tan urgentemente la Santa Iglesia de campeones contra esta plaga que cubre la tierra entera. En esta ocasión, cuando es natural que alguien en mis circunstancias contemple el mundo y la Iglesia según la situación presente y las perspectivas futuras, nadie juzgará fuera de lugar que yo renueve ahora la protesta con el liberalismo que he repetido con tanta frecuencia”.Y lo que Newman entendía por liberalismo será lo mismo que la Iglesia denominará, algunas décadas más tarde, modernismo:
“El liberalismo en el campo religioso es la doctrina según la cual no hay ninguna verdad positiva en la religión: un credo vale lo mismo que otro. [El liberalismo religioso] es una opinión que gana posiciones y fuerza día tras día. Es contrario a cualquier reconocimiento de una religión como verdadera y enseña que debemos ser tolerantes con todos, pues todo es cuestión de opinión” [Apologia pro vita sua. Historia de mis ideas religiosas (Encuentro, Madrid 1996), 75].Por eso es tan llamativo que los modernistas usen al pobre Newman para llevar agua a su propio molino, presentándolo una y otra vez como el gran promotor del Vaticano II - ¿qué habría dicho Newman de Dignitatis humanae?-, y los integristas, comprando la mentira de los modernistas, lo ubiquen en la vereda de los sospechosos, a cuya lectura es mejor no acercarse.
Wanderer
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