martes, 30 de marzo de 2021

EL JUICIO DEL ALMA ANTE DIOS (SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO)

Considera cómo luego que el alma haya salido del cuerpo será presentada al divino tribunal. El Juez es un Dios Todopoderoso ultrajado por ti y sumamente airado: los acusadores son los demonios, tus enemigos; el proceso, tus propios pecados; la sentencia, inapelable; la pena, el infierno. 

Ya no hay compañeros, ni parientes, ni amigos; entre Dios y tú ha de discutirse la causa, entonces descubrirás la fealdad de tus pecados, y no podrás disculparte, como lo haces ahora. Serás examinado sobre tus culpas de pensamiento, palabra, complacencia, obra, omisión y escándalo: todo se ha de pesar en la balanza de la justicia, y en cualquier cosa que te hallares falto, estarás perdido. 

Jesús mío y Juez mío, perdonadme antes de que lleguéis a juzgarme.

Considera cómo la Divina Justicia juzgará a todas las gentes en el valle de Josafat, cuando, acabado el mundo, resuciten los cuerpos para recibir con las almas el premio o la pena según sus obras. 

Considera que, si te condenas, volverás a tomar este mismo cuerpo que ha de servir de eterna prisión a tu desdichada alma. 

En aquel encuentro se maldecirán mutuamente el alma y el cuerpo, de modo que así como ahora se ponen de acuerdo para buscar placeres vedados, se juntarán entonces para ser verdugos el uno del otro. 

Por el contrario, si te salvas, tu cuerpo resucitará hermoso, impasible y resplandeciente, y en el alma y cuerpo serás hecho digno de la vida bienaventurada. Así pasa la escena de este mundo, desaparecerán entonces las grandezas, los placeres, las pompas de esta tierra, y solo quedarán las dos eternidades, una de gloria, otra de pena; una dichosa, otra infeliz; una de goces, otra de tormentos. Desdichado entonces el que haya amado al mundo y por los miserables gustos de esta vida lo haya perdido todo: alma, cuerpo, bienaventuranza y Dios.

Considera la sentencia eterna: Cristo juez se volverá contra los réprobos y les dirá: "Ingratos, todo se acabó para vosotros; ya ha llegado mi hora, hora de verdad y de justicia, hora de ira y de venganza; habéis amado la maldición, venga ésta sobre vosotros, y seáis malditos en el tiempo y en la eternidad. Apartaos de mi presencia; id, privados de todo bien, cargados de toda pena, al fuego eterno". 

Después Jesús se volverá a los escogidos, y dirá: "Venid, vosotros, a poseer el reino de los cielos que os está preparado; venid, no a llevar la cruz en pos de mí, sino a participar de mi corona; venid a heredar mis riquezas compañeros de mi gloria; venid a alabar para siempre mis misericordias; venid del destierro a la patria, de las miserias al gozo, de las lágrimas al consuelo, de las penas al eterno descanso".

¡Oh Jesús mío, espero ser también yo uno de estos afortunados, bendecidme ahora y bendecidme Vos también, oh dulce Madre mía María!

(Tomado de "Verdades eternas")


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