Por Saúl Castiblanco
En el momento que escribimos estas líneas lo hacemos delante del Castillo de San Felipe, tal vez el monumento colonial más importante de América. Ante esta bella, seria y robusta nave de piedra se estrellaron un día las tropas inglesas que querían no solo saquear Cartagena de Indias, sino emprender la conquista de la américa española, en 1741.
El verdadero muro era Don Blas de Lezo
Venía incluso un hermano de George Washington entre los oficiales de las tropas del almirante Vernon. Pero el verdadero muro de piedra contra el que se chocaron los protestantes tiene nombre de carne y huesos de España, se llamaba Blas de Lezo.
Vernon traía una flota nada más ni nada menos mayor que la armada invencible: 180 naves, 15.000 tripulantes para esas embarcaciones, más de 8.000 soldados de infantería de desembarco con artillería de asedio, 4.000 milicianos americanos bajo el mando de Lawrence Washington y 2.000 nativos jamaiquinos macheteros.
Una caridad que es astuta
Como cuando por ejemplo en el asedio de los ingleses de Vernon al Castillo de San Felipe.
Los ingleses ya tenían listas las escaleras para escalar los muros de castillo. Pero sin que se dieran cuenta, don Blas mandó a abrir un foso, no muy profundo, pero lo suficiente para que las escaleras se quedaran cortas y los pobres ingleses fuesen caza fácil. Caridad cristiana no boba de don Blas, no estúpida, caridad con los miles de nativos que siguieron recibiendo el bautismo católico porque hubo una vez un aguerrido hombre que fue astuto y guerrero.
Un hombre católico, que por donde guerreó llevaba siempre un crucifijo de plata; un hombre que era mitad cuerpo hombre, pues en sus andanzas navales había perdido una pierna, estaba tuerto, tenía inutilizado un brazo, pero que nadie dudaba en obedecer una de sus órdenes; un comandante que incluso en pleno sitio de Cartagena por Vernon, el peor, no olvidaba que él y sus tropas estaban defendiendo una causa más alta que incluso España, y era la causa de la pervivencia de la fe católica:
El día clave, y en el auge del fragor de la lucha por la toma del Castillo de San Felipe, los defensores de este fuerte y de todos los escenarios de combate en la bahía de Cartagena cesaron el fuego, pues había que rezar el Ángelus: “El ángel del Señor anunció a María…”, entonó el padre Tomás Lobo; “y concibió por obra del Espíritu Santo…”, se respondió. Los ingleses, un tanto ‘ateos’, no podían sino renegar del ‘fanatismo’ católico del De Lezo y sus bravos…
1 Quintero Saravia, Gonzalo M. Don Blas de Lezo – Defensor de Cartagena de Indias. Ed. Planeta. Bogotá. 2002. p. 29.
Gaudium Press
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