sábado, 28 de febrero de 2009

COMPARTIENDO EL EVANGELIO: LAS TENTACIONES DE JESÚS




Aquí es importante la presencia de Jesús porque llega el momento, es el tiempo. ¿Cuál es el tiempo? Que El viene a cumplir la voluntad del Padre y por lo tanto el Reino de Dios está muy cerca.


Reflexión de Mons. Rubén Oscar Frassia

Domingo 1 de marzo de 2009

1º domingo de Cuaresma
Evangelio según San Marcos 1, 12-15 (Ciclo B)

Queridos hermanos, este domingo 1º de marzo entramos en un tiempo especial, comenzamos la Cuaresma. Un tiempo de gracia, de conversión, de llamado de Dios para encontrarnos con el Señor.

Evangelio: las tentaciones de Jesús

Estamos ante el espíritu de Jesús, que nos lleva al desierto donde convive con las fieras y los ángeles lo sirven en una perfecta armonía. Pero está el tentador Satanás, que lo quiere tentar durante esos cuarenta días.

Aquí es importante la presencia de Jesús porque llega el momento, es el tiempo. ¿Cuál es el tiempo? Que El viene a cumplir la voluntad del Padre y por lo tanto el Reino de Dios está muy cerca.

La presencia de El es renovar el amor de Dios en su Hijo, Cristo, para darnos a nosotros la salvación. ¿Y qué nos pide la presencia de Jesucristo? Que nos convirtamos y creamos en la Buena Noticia, en el Evangelio.

El Papa Benedicto XVI, en su mensaje para esta Cuaresma, nos pide tener en cuenta tres elementos muy importantes: el ayuno, la oración -a través de la lectura de la Palabra de Dios-, y la limosna -que es la caridad y el servicio a los más pobres-. Entre ellos el Papa subraya la importancia del ayuno y también nosotros tenemos que entrar en este tiempo de gracia, la Cuaresma.

¿Qué tenemos que vivir y qué tenemos que pensar?

Que tenemos que volver a Dios.

Que tenemos que orientar nuestra vida de una manera diferente.

¿Quiénes tienen que cambiar?

¿Los demás o también nosotros?

¡Los demás tendrán que cambiar, pero también nosotros tenemos que cambiar!

Es una llamada personal y personalmente tenemos que reorientar las cosas. Es ahí donde tendremos que ponernos en camino, como peregrinos, para pedirle al Señor que perdone nuestros pecados. Y que no sólo nos perdone sino que ¡hagamos la voluntad de Dios!, ¡cumplamos con la voluntad de Dios!, ¡unamos algo muy importante: doctrina y vida!

La Cuaresma es un tiempo de gracia pero también es respuesta nuestra. Y la respuesta es: “en la medida que yo reconozco que tengo pecados, que soy un pecador, en la medida que me de cuenta de mis errores, voy a hacer posible poner la voluntad y para cambiar”

¡No hay que perder el tiempo!

¡No hay que distraerse!

¡No hay que ser superficial!

¡Hay que meterse dentro de uno, en el propio interior, en la propia vida!

¡Hay que hacer un ayuno no sólo de comida!

¡Ayuno de palabras!

¡Hablamos, hablamos, hablamos, y realmente no queda nada!

¡Decimos tantas cosas, juzgamos, somos tan superficiales!

¿No será el momento de ser más sobrios?

¿No será el momento de ser más austeros?

¿No será el momento de entrar más en la intimidad con Dios en nuestro corazón y en nuestra alma?

¡Este es el tiempo de gracia! El Señor nos pide que nos convirtamos y que creamos en la Buena Noticia del Evangelio. La gracia está; depende de que cada uno tome en serio este tiempo y que podamos convertirnos, modificarnos y sobre todo poner la voluntad.

Porque hoy el mundo hace lo que quiere, lo que siente, pero no es justo hacer lo que siente. Lo que es justo es hacer lo que tiene que hacer. Por eso lo específico de un hombre es la voluntad y la inteligencia.

Que el Señor los bendiga a todos y que el inicio de esta Cuaresma, a través del ayuno, de la oración y la limosna, podamos encontrarnos y encontrar al señor que es nuestra vida. Les dejo mi bendición en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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