No puede ser que por problemas ideológicos, las responsabilidades centrales del estado estén en manos de personas sin la mínima idoneidad.
Por Descartes
Sin ser tremendista, en el barrio de la Provincia de Buenos Aires donde vivo hay pánico. Hace tres meses le robaron el auto a los vecinos a las siete y media de la mañana cuando iban a trabajar, hace dos meses robaron a la librería de enfrente de casa, y hace tres días robaron a la estación de servicio a 50 metros de casa. Le robaron a mi hijo, le robaron a mi yerno, y al conocido de enfrente. El pánico no es sólo en la provincia de Buenos Aires; lo es en la ciudad de Buenos Aires (Ciudad “Autónoma” en todo ahora, menos en los fondos que le asigna el gobierno central, que lo hace a discreción), en la costa, en el interior, en todos lados.
Ya no es que a usted le roben. Ahora si es anciano lo pueden golpear hasta matarlo, si es mujer la pueden violar, o lo queman con cigarrillos o cualquier otra barbaridad. Tampoco es el tema es darles todo. A veces, aún dándole todo, lo matan porque están drogados. El 911 a veces llega, y a veces no llega. Si llega y el delincuente es menor de edad, la policía tiene prohibido detenerlo. Es más, para proteger a la persona denunciada, si el afectado hace la denuncia en la comisaría (ahora lo llaman “estación de policía”) la policía debe decirle al delincuente quién hizo una denuncia contra su persona, y darle el domicilio donde vive el denunciante, así que a prepararse para las represalias. Por tanto, la gente opta por no hacer denuncias, por temor a ellas. Las estadísticas también disminuyen porque las denuncias no se hacen, total… para qué si nunca van a encontrar a nadie. Encima si va a hacer la denuncia, le piden tal o cual formulario, que venga mañana porque el responsable no está, o al día siguiente como si uno pudiese faltar al trabajo las veces que quiera. El Ministerio Público de parabienes, porque disminuyen las denuncias y por tanto las estadísticas, entonces el Ministro con bigotes que ya no quiero saber cómo se llama, muy suelto de cuerpo sale a decir que el delito disminuyó. Y no se le cae la cara de vergüenza, sino que encima sonríe. En suma: las estadísticas disminuyen, la Argentina presenta bajos niveles de delincuencia según el Latin Barómeter de Georgetown. Parece que el INDEC de Moreno hace las estadísticas delictivas.
Peor: si como hiciera el Ingeniero Santos, se le ocurra salir a perseguir delincuentes después que lo han robado por quincuagésima vez o que haya visto a su madre con la cara destrozada a pedradas; si en la persecución los llega a matar usando un arma de fuego, el que irá preso es usted porque ha buscado venganza y no defensa propia. Encima, va a quedar en la calle con su patrimonio embargado para los familiares del joven víctima de gatillo fácil y de la justicia por mano propia. Será que los formadores de opinión habrán olvidado la palabra delincuente.
Las soluciones adoptadas son deplorables. Además del jocoso “Estación de Policía” ya mencionado, otra solución la introdujo el entonces Ministro de Seguridad Arslanián, y consistió en cambiar los grados de la policía. Se acabaron los subinspectores y comisarios, y pasaron a llamarse tenientes, capitanes y coroneles. Es difícil explicar que se buscaba con esto, salvo que si un policía era sujeto a investigación por presunta corrupción, a lo mejor el lodo le caía a un militar con similar grado, por pura proximidad fonética. Risible como lo de la “Estación de Policía”, de no ser que es cierto.
Otra solución fue también risible: ahora los policías a cargo de una investigación la TV los mencionan como “Comisionados”, como el Comisionado Gordon de Ciudad Gótica. Es el mismo comisario de antes, pero esta vez comisionado.
Siguiendo en la escala de zonceras, apareció la “Policía Comunitaria” que ya teníamos desde antes según leí en el tango cuya letra decía “…sos amigo del botón de Talcahuano y Juncal/ cuando pasas con la mina el coso te hace la venia”, y cuando era chico y jugábamos a la pelota, el vigilante de la esquina no nos dejaba cruzar y él mismo nos alcanzaba la pelota. Según los fervientes defensores de la “policía comunitaria” la policía debe besar a los ancianos y niños, y departir con los vecinos del barrio. Una partecita visible del sistema de Estados Unidos, con la Policía del Condado. Claro está que es una partecita del modelo, porque en la High School de USA, un estudiante con beeper (que está prohibido) es sospechoso de traficar drogas, y la policía entra a la escuela y lo saca esposado. Y si un estudiante le levanta la voz a una profesora, ésta se da vuelta, toca el timbre y llama a seguridad. Llega un corpulento guardia, que saca al irrespetuoso y lo lleva a la sala de detención, con el castigo de …arresto. El inculpado se queda después de hora a estudiar, con el mismo guardia fornido con cara de pocos amigos y los brazos cruzados. Vaya a hacer eso aquí.
En el liberal país del norte, los estudiantes tiene como materia Ayuda Comunitaria, que consisten en una cierta cantidad de horas donde los estudiantes deben trabajar para la comunidad. Mejor que las cumplan. Es una materia más. Vaya a hacer eso aquí. La diestra lo tildará de socialista, y la zurda de violador de los derechos de la niñez y la infancia, la Carta del ONU, UNICEF y demás.
Entonces el sistema del país del norte hace que sí tenga sentido la Policía Comunitaria. Aquí copiaron una partecita, y la otra no: profesor que aplaza a un estudiante corre el riesgo de ser trompeado por un padre o madre, los estudiantes pueden ocupar y romper un rectorado (que pagamos todos) y ser declarados inocentes por la “justicia”, o pueden cortar una calle y hacer un asado en el pavimento, cuya reparación pagaremos también todos, además que los chorizos que coman estos pequeños vándalos tengan emanaciones cancerígenas por el alquitrán quemado. Este último hecho – el de los chorizos en el pavimento - lo presencié personalmente en la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini. Dale que va decía mi padre.
Entonces, nuestros políticos escuchan el clamor popular y crean más cuerpos policíacos, hasta que llegue el momento de que van a haber más policías que habitantes, o más vigiladores que vigilados. Hay tantos cuerpos policiales nuevos que perdí la cuenta, la Policía de Seguridad Aeroportuaria que palpa de armas a los pasajeros de Ezeiza como en la época de Al Capone, la Policía de la Ciudad de Bs As, otros que son una mala copia de los policías ingleses con cuadraditos en la gorra, la Policía del Conurbano 1, la del Conurbano 2, que nadie sabe ante quien o quienes rinden cuentas y a cargo de quien están. Cuantos tiros y con que frecuencia habrán tirado con su arma, nadie lo sabe así que por las dudas manténgase lejos.
Otra tontera fue pensar que la violencia ocurre porque la gente tiene armas de fuego. Para eso, los sociólogos sacan prolijas encuestas acerca de que la cantidad de homicidios por armas de fuego es mayor a los de arma blanca. La solución, que la población entregue sus armas. Por supuesto que los delincuentes no van a entregar las suyas, pero eso no fue pensado, los representantes del pueblo que eso decidieron quieren pasar a la historia como apóstoles de la no violencia, como Ghandi.
Una especie que pulula es la de “expertos en seguridad” que del tema nada saben. Entonces todo pasa por culpar a la corrupción de la policía, que los mismo políticos se encargan de impulsar dando poco combustible y poca munición a estos servidores públicos. Entonces los condenan porque mendigan nafta, o porque no saben tirar con el arma reglamentaria. ¡si para ir al polígono de tiro una vez cada seis meses o un año deben comprarse su propia munición! Estos expertos en seguridad propugnan los cambios de grado, los cambios de nombre, la policía comunitaria y la no represión.
La gente está atemorizada. Quieren seguridad y no les interesa quién se las dé. Lo que han conseguido hasta el momento es que los sociólogos continúen exorcizando las diferencias entre seguridad y defensa, y pongan el grito en el cielo ante la eventual militarización de la seguridad. No militarice, y aguante que lo sigan robando, matando, violando o torturando.
Lo importante es no ser represor porque dicen que la solución a la delincuencia no pasa por allí. Yo digo que no pasa únicamente por la represión, pero también pasa por la represión.
La gente desesperada pide que vuelva el servicio militar, olvidando que el servicio militar no es un reformatorio. Para horror de los clavadores de estacas en el pecho de los vampiros militarizantes, yo digo que la solución de las cosas no pasa por el servicio militar obligatorio, pero también pasa por el servicio militar obligatorio.
Ahora se ha instalado un tema nuevo en la sociedad, tratado con una irresponsabilidad supina por los medios: las tribus urbanas. Están los flogger, los lacros, y otro nombres. Son un montón de adolescentes cuyos padres – si los tienen – nadie sabe donde están. Se mutilan con piercings y se hacen tatuajes – que deberían estar prohibidos para menores, quien se los hace, no sé pero nadie averigua y castiga.
Cada periodista muestra las perversiones de algo que no se sabe si es hombre o mujer, aunque sea menor de edad. Los periodistas lo hacen con tono simpático, aunque ya hay dos o tres adolescentes muertos. Ignoran que estas pandillas indefectiblemente y como lo muestra la experiencia de otros países, terminan asociándose al tráfico de drogas y al crimen organizado puesto que de algo van a tener que vivir ¡Quién les va a dar trabajo! Entonces surgen las maras. Cuando hayamos llegado a este punto, las maras son imposibles de hacer desaparecer. Se habrán instalado para siempre. Existirán lugares donde las fuerzas del estado, sean militares o policías, no podrán llegar. Los habitantes deberán pagar protección a las maras. Es un camino sin retorno.
¿Y qué hacen nuestros representantes del pueblo? Espero que no terminen como los representantes del pueblo de Nigeria, viviendo en barrios cerrados exclusivos para representantes del pueblo. Por ahora estamos cegados con que no hay que militarizar la cosa, aunque el clamor popular es que los militares no juegan. La consigna es el logro democrático de desmilitarizar a la policía. Igual, los militares prefieren mantenerse a un lado, habida cuenta el hecho que en la Argentina, las leyes se pueden anular y hacer retroactivas conforme a las conveniencias políticas e ideológicas del gobierno de turno.
Los periodistas ignoran que las tribus urbanas o como se llamen, terminan siendo maras. Los representantes del pueblo ignoran que ya deben legislar sobre la actitud que el estado debe adoptar frente a las pandillas. Cuando pretendan hacerlo, ya será tarde.
La solución tiene cinco patas: la legislación de los representantes del pueblo, el hogar, la escuela, la justicia y los medios de comunicación. Todo lo que se diga allí debe ser coherente, so pena que tengamos una generación de esquizofrénicos violentos donde no exista ley que cumplir, en la casa la madre le pega a la maestra, en la escuela se lo eduque que puede romper la escuela con impunidad, la justicia deje libre a los delincuentes, y los medios y el muro infernal presenten las pandillas como expresión de libertad y simpatía.
La solución no es represión ni servicio militar: es también represión y también servicio militar, aunque no sean las más importantes, junto con otras cosas mencionadas arriba.
O a lo mejor, deberemos seguir pagando a los representantes del pueblo para que no legislen sobre el tema, seguir consultando a “expertos en seguridad no militarizante”, y resignarnos a que nos asalten, nos maten, a poner barbed wire de campo de concentración en las ventanas de nuestra casa, y a aprender nuevas palabras, como mara y clica.
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