Por Mons Carlo Maria Viganò
En estos momentos de gravísima crisis espiritual y material en que las autoridades públicas apoyan los planes del Nuevo Orden Mundial y los pastores callan en complicidad con la destrucción de la sociedad y de la propia Iglesia de Cristo, tenemos el sagrado deber de unirnos para librar la batalla espiritual, cerrando filas sin vacilar bajo las banderas de Cristo Rey y de María Reina.
El Señor ha conferido a los obispos y los sacerdotes poder para expulsar demonios en su Nombre, y el Sábado Santo del pasado 2020 muchos de ellos acogieron generosamente la petición que hoy quisiera renovar. Solicito, pues, a mis venerables hermanos en el Episcopado y el Sacerdocio que dediquen la víspera de la Asunción de la Santísima Virgen María a la oración y el ayuno, así como que recen el Exorcismus in Satanam et angelos apostaticos de León XIII (Rituale romanum,Tit.XII, Caput III) a las 12, hora de Roma. Este sacramental se colocará bajo el manto de la más temible Adversaria de las potencias infernales, a fin de que la oración conjunta de los Ministros de Dios aleje de la Iglesia y del mundo las asechanzas del Enemigo del género humano que amenazan actualmente la sociedad, la familia, a las personas y, en particular, a los fieles de Cristo.
El mundo secularizado, y junto con él no pocos pastores, se burlarán tal vez de este llamado y aun del propio Exorcismo, considerándolo vestigio de un pasado que es preciso olvidar junto con la Fe de nuestros padres. Pero sabemos bien que, por indignos y pecadores que seamos, Nuestro Señor nos ha conferido un poder que aterroriza las Puertas y los secuaces del Infierno.
En el silencio y el ayuno que nos prepara para la festividad de la Asunción de la Reina del Cielo, invoquemos a la Virgen Santísima, terrible como ejército formado en batalla y a San Miguel Arcángel, patrono de la Santa Iglesia y Príncipe de las Milicias Celestiales.
♱ Carlo Maria Viganò, Arzobispo
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