Por Carlos Esteban
"Cristo no es el centro del Evangelio: son los pobres. Y Cristo no ha venido a redimirnos del pecado y abrir para nosotros las puertas del Cielo: ha venido por los pobres". Pueden leerlo todo en el mensaje de Francisco, desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano, en el día que la Iglesia celebraba la “Jornada de los Pobres”.
Es literal: “Sí, algunos dicen: “Estos sacerdotes, estos obispos que hablan de los pobres, de los pobres… ¡Nosotros queremos que nos hablen de la vida eterna!”. Escuchad, hermano y hermana, los pobres están en el centro del Evangelio. Es Jesús quien nos ha enseñado a hablar a los pobres, es Jesús quien ha venido por los pobres”.
Francisco ya dijo al inicio de su pontificado que anhelaba una “Iglesia pobre para los pobres”, aunque lo que hemos visto en los últimos meses contrasta un tanto con esa imagen, como esa oscura inversión, financiada con el Óbolo de San Pedro, en un bloque de apartamentos de lujo en Londres que se sigue investigando y de la que siguen saliendo indicios de corrupción.
Ya van para siete años de Francisco al frente de la Iglesia y aún no nos hemos acercado un milímetro a esa meta, sino indirectamente, por el fervor con que el Santo Padre nos exhorta a cumplir escrupulosamente lo que nos ordenen las autoridades seculares en restricciones contra la pandemia, que están llevando a la quiebra a diócesis y parroquias por todo el mundo.
Por qué al Vicario de Cristo le parece mal que los fieles queramos oír hablar a la Iglesia de la Vida Eterna -que, como su nombre indica, no acaba nunca y donde no habrá ni pobres, ni marginados ni descartados- es para este que les escribe, un misterio. De hecho, estudiando la vida de tantos santos se descubre que es este ansia por la vida eterna lo que les llevó a entregarse a pobres y necesitados. Otro misterio es por qué, si tal es su deseo, en todo este tiempo no ha liquidado la APSA, la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica, con sus más de 5.000 magníficas propiedades inmobiliarias, lo que aceleraría considerablemente el logro de este objetivo.
Pero la cada día más evidente aversión de la jerarquía actual hacia lo sobrenatural, y muy especialmente a las realidades escatológicas, con esa fijación por este planeta, nuestra supuesta ‘casa común’, produce una consecuencia que, en cambio, no es ningún misterio: la pérdida de relevancia del mensaje. Convertirse en una gigantesca ONG asistencial hace de la Iglesia una más en una constelación de siglas de presunta beneficencia, solo que cargada con una estructura institucional y unos ritos cada vez más incomprensibles.
La cuenta oficial en Twitter de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos propuso una ‘encuesta’ entre sus seguidores que ejemplifica el grado de trivialización y frivolidad en el que está cayendo: “Nos reunimos mañana en nuestra primera asamblea general totalmente virtual. ¿Cuántos GIFs de #BabyYoda creeréis que subiremos durante #USCCB20?”. Las opciones son “más de cinco” y “menos de cinco”. Posteriormente el tuit fue eliminado.
We meet tomorrow for our first every all virtual general assembly. How many #BabyYoda GIFs do you think we’ll post during #USCCB20?
— U.S. Conference of Catholic Bishops (@USCCB) November 15, 2020
InfoVaticana
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