El 21 de noviembre, la Liturgia de la Iglesia celebra la fiesta de la Presentación de María en el Templo. Cita útil para consideraciones devotas sobre la virgen.
Por Renan Costa
La Piedad católica cree que a los tres años, fue la Presentación de Nuestra Señora en el Templo por parte de sus padres, como solía ocurrir entre los judíos de esa época. Además, recuerda la tradición de que fue durante el período de servicio en el Templo cuando la Santísima Virgen moldeó en su mente y corazón la figura del Mesías y su obra redentora.
Ciertamente, uno de los hechos más bellos de la historia fue esta entronización de Nuestra Señora en el Templo de Jerusalén, el lugar donde la grandeza y majestad de Dios se manifestó de manera singular.
De hecho, esta situación nos permite imaginar el estremecimiento de alegría de los Ángeles que habitaban el 'Santuario', cuando vieron a Nuestra Señora, aún niña, pero ya en una plenitud de extraordinaria pureza y virginidad, entrando por primera vez en la Casa del Altísimo. ¡Entró como una Reina o como una joya colocada en el armario donde debe guardarse!
Punto de inflexión
Al mismo tiempo, su presentación en la “Casa de Dios”, marcó un punto de inflexión, ya que dividiría la historia del Santuario en dos fases, como dijo un pensador: “la de la gran historia y la de la gran tragedia. La de la gran historia, porque pronto, el Hijo de Dios, nacido de María Inmaculada, entraría por esos sagrados muros. La de la gran tragedia, porque ese mismo Templo rechazaría al Mesías”.
Después de eso, estaría comenzando con el “Santuario” que Dios Padre aplicaría a los judíos, su castigo por deicidio.
Pero a pesar de todo, el Templo parece haber conocido uno de sus mayores brillos cuando María cruzó esos pórticos, siendo aún una niña. ¿No fue éste, por tanto, uno de los aspectos más destacados de la historia del Templo de Jerusalén?
¿Qué gracias, qué destellos del Espíritu Santo no se extendieron a esos judíos, comenzando por los del Templo, en esa ocasión?
Al aparecer en el Templo, la Virgen se hizo presente ante sus compatriotas, siempre que quisieran conocer y reconocer en una niña muy singular a una Virgen, la que concebiría y daría a luz un hijo, el Salvador (cf. Is 7, 14).
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