28 de Agosto: San Agustín, obispo y doctor
(✞ 430)
El máximo doctor de la Iglesia San Agustín nació en Tagaste, ciudad de África, y fue dotado de un maravilloso ingenio que descubrió ya desde niño.
Su madre, Santa Mónica, le crió con santas costumbres, pero como su padre, que era gentil, no permitió que se le bautizase, pasando Agustín a Cartago para aprender letras humanas, se inficionó con los errores de los Maniqueos.
De allí se fue a Roma, donde dio tales muestras de su saber e ingenio que el prefecto de la ciudad le mandó con grandes recomendaciones a Milán para enseñar Retórica, en tiempos en que era Obispo de esta ciudad San Ambrosio.
Santa Mónica, que con fervorosas oraciones y continuas lágrimas no dejaba de pedir al cielo la conversión de su hijo, logró que este fuera a oír las elocuentes homilías del santo Obispo.
Las palabras de San Ambrosio lo conmovieron tan profundamente que se hizo bautizar por él siendo de treinta años de edad.
Vuelto al África no se contentó con ejercitar el todas las virtudes propias de un cristiano fervoroso, sino que también se hizo ordenar como sacerdote por Valerio, Obispo de Hipona, y fundó una Orden Religiosa de sacerdotes, que viviendo una vida común, imitaban la de los Apóstoles, teniendo como superior, maestro y ejemplo a San Agustín.
Por aquellos días, cobrando nuevas fuerzas la secta infernal de los Maniqueos, levantó su voz el santo contra el hereje Fortunato, y los refutó victoriosamente; por lo cual el Obispo Valerio le nombró coadjutor suyo y sucesor en el obispado.
A la elocuencia triunfante de sus sermones, añadió luego el santo, la profunda sabiduría de sus libros.
Con unos y con otros combatía con tal fuerza de razones y argumentos contra los herejes, que no les dejaba en paz, y así limpió el África de los errores de los Maniqueos, de los Donatistas y de los Pelagianos que tenían inficionada aquella provincia, con la cual proveyó de nuevas armas y pertrechos a la Teología Cristiana.
Porque tantos fueron los volúmenes que escribió, tan llenos de la doctrina más sublime y pura, y de tanta piedad y unción divina, que siguiendo las huellas de tan sabio y santo doctor, los que más tarde redujeron a forma científica la Teología Cristiana, pudieron formar un cuerpo completo de Doctrina, que sirviera para enseñar la más soberana y celestial de las ciencias.
San Agustín enfermó en ocasión en que los Vándalos tenían ya puesto el cerco en la ciudad de Hipona, y conociendo que se acercaba el fin de su vida, leía de continuo los salmos penitenciales de David; y puestos en oración y llorando muchas lágrimas, sus religiosos que estaban presentes, a los setenta y seis años de edad y treinta y seis de obispado dio su bendita alma al Señor que para tanta gloria suya le había criado.
Reflexión:
Siendo Agustín en su juventud muy ambicioso del aplauso de los hombres, Dios permitió que a pesar de su clara inteligencia y sutil ingenio, cayese en los errores de los herejes e imitarse sus costumbres depravadas; pero humillándose a escuchar la predicación de San Ambrosio con toda docilidad, el Cielo le comunicó tan copiosa luz de las verdades católicas, que llegó a ser uno de los hombres más sabios que han visto los siglos y uno de los mayores santos de la Iglesia. ¿Quieres tú que Dios te ilumine con su luz y te llene de su gracia? Enfrena tu vanidad y orgullo y reconoce tu vileza e ignorancia.
Oración:
Atiende nuestras súplicas, oh Dios Todopoderoso, y por intercesión de San Agustín, confesor y pontífice, concédenos benignamente que sintamos los efectos de tu acostumbrada misericordia, ya que en él nos das segura confianza de poder esperar en tu piadosa bondad. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.
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