Por Margaret C. Galitzin
El Beato Palau predijo la infiltración de la Revolución en el seno mismo de la Iglesia Católica y su derrota tras un gran Castigo. Asimismo, en el silencio de su cueva en la pequeña isla árida de Vedrá, el Ángel del Apocalipsis visitó al ermitaño y le mostró a un hombre providencial al que el Beato Palau llamó el Restaurador —un nuevo “Moisés de la ley de la Gracia”—, quien dirigirá la futura Restauración e instaurará el Reino de María.
Infiltración en la Iglesia
En el año 1864, un ángel se le apareció en su cueva de Védra y le dijo que era el Ángel que custodiaba la ciudad de Roma y su pontificado. Le dijo al Beato Palau:
Abandonaré Roma. Derribaré el trono pontificio y la ciudad será entregada al poder de los demonios. Ya no será el centro de la religión de Jesucristo. Degradará a sus sacerdotes y religiosos y volverá a convertirse en enemiga de Cristo y de su Iglesia. El trono del Sumo Pontífice no volverá a ella, porque será trasladado a otro lugar...
Roma será severamente castigada, y ese día está cerca, un día de luto y dolor, un día de sangre y fuego.
Entonces el Ángel lo invitó a subir a una montaña donde Palau vería la abominación de la desolación introducida en el lugar santo, como lo predijo el profeta Daniel.
Lleno de terror y temor, Palau subió a la montaña y el Ángel le dijo:
“Mira y observa bien lo que hay en el santuario. Observa, guarda silencio, guarda secreto: el misterio de la iniquidad ya se ha consumado y voy a castigar a los culpables, y la sangre de los justos aplacará la ira de Dios” (1)
Cuatro años después, en su boletín El Ermitaño, el Beato Palau alertó a los católicos:
“Satanás se ha atrevido a entrar incluso en el Santo de los Santos, al mando de todos los reyes y poderes políticos de la tierra en la batalla contra Cristo” (2).
En otro lugar, el ermitaño previó más de lo que los católicos presenciarían:
“Verán al Diablo dentro del santuario mismo, desafiando la omnipotencia de Dios con blasfemias ante sus altares. Verán en el culto católico las abominaciones predichas por el profeta Daniel. Verán el anticristianismo instaurado en el poder. Verán al Diablo introducido en el lugar sagrado: allí corrompe, pervierte y destruye” (3).
“Satanás entró en el santuario y lo llenó de abominaciones, apoyado por quienes se llaman católicos, y desde dentro del santuario mismo nos están haciendo la guerra, una guerra atroz, la más peligrosa que la Iglesia jamás haya tenido que enfrentar. Porque, esta vez, el enemigo nos combate desde dentro de la fortaleza. Usando las vestimentas y el nombre católico, el enemigo se presenta con esta fachada en ciertos actos religiosos para fascinar a las multitudes y crear confusión incluso en los cielos” (4).
La Revolución haría todo lo posible por abolir el Santo Sacrificio de la Misa, pero fracasaría:
“Desaparecerá de la vista pública, pero continuará en las catacumbas, desiertos y lugares ocultos” (5)
Sobre la masonería, dijo:
“El Rey Demonio está a la cabeza de la masonería con el Gran Oriente, así como Cristo está al frente de toda la Iglesia. Pío IX es la cabeza visible de la Iglesia y Cristo es la cabeza invisible. El Gran Oriente es la cabeza visible del imperio del mal y el Rey Demonio es su cabeza. No hay soberano en la tierra que no haya sido iniciado en los secretos de la masonería” (6)
El Castigo venidero
“Veo -escribió el Beato Palau en 1869- la ira de Dios que se cierne sobre nuestras cabezas a causa de los crímenes de los hombres. Los demonios no capitularán, pues son la vara con la que Dios castiga a las naciones y pueblos criminales. Casi parece como si Dios protegiera a los demonios y a la Revolución que dirigen, como un juez protege los instrumentos de su justicia” (7).
En el ámbito temporal, afirmó, una catástrofe social universal —la peor que el mundo jamás había visto— precedería al gran Castigo. El caos sería tan grande que el hombre ya no podría poner orden.
Palau, quien conocía las profecías de la Beata Ana María Taigi (1769-1837), también habló de los tres Días de Oscuridad. También se le mostró “una oscuridad tan densa que se puede tocar, que cubrirá la faz de la tierra”.
“Serán días de ira y maldición -advirtió- un tiempo en que la muerte, con el Ángel Exterminador y el Infierno a su paso, visitará los hogares de los impíos e incrédulos tal como visitó a Egipto cuando mató a sus primogénitos en una noche” (8).
Muchos morirán de miedo, mientras la naturaleza se estremece y “expulsa de su seno a esos ángeles revolucionarios y hombres de iniquidad que trastocan sus leyes” (9). “Solo las velas de los justos -continúa- arderán”. Esos hombres deberán cerrar sus puertas y ventanas y, recogidos con sus familias en sus oratorios, orar y hacer penitencia ante el Juez que castiga a los malhechores que perecerán en su impiedad.
Así como en el pasado Moisés extendió la mano hacia el Cielo y la oscuridad total cayó sobre la tierra de Egipto durante tres días, así el Restaurador en los días venideros hará descender del Cielo los tres días de oscuridad. En el tiempo de Moisés, solo donde habitaban los hijos de Israel brillaba la luz; en el Castigo venidero solo en los hogares de los fieles arderá una luz.
El Restaurador, una voz apostólica, es necesario para esta misión, declaró Palau: “Para que los impíos no puedan atribuir estas calamidades solo a la naturaleza y para que la gente crea en la omnipotencia del Dios de los católicos y la verdad del poder de la Iglesia católica” (10).
Dos hipótesis sobre la venida de Elías
Mientras bajaban del Monte Tabor, los Apóstoles preguntaron a su Maestro sobre la misión de Elías, y Jesús respondió: “Elías debe venir y restaurar todas las cosas” (Mt 17,11). En su cueva en la isla de Vedra, al carmelita Francisco Palau se le mostró una figura eliática —un Elías en persona o en espíritu— que vendrá a poner fin a la Revolución e instaurar el Reino de María. Él será el Restaurador, el Moisés de la Ley de la Gracia, es decir, el Moisés del Nuevo Testamento.
En ocasiones, el Beato Palau planteó si Elías mismo vendría a destruir la Revolución y a restaurarlo todo para el tiempo de paz que vendría después: “¿Será el mismo Tesbita o su espíritu y misión en un nuevo Moisés? No nos atrevemos a conjeturar” (11).
En otras ocasiones, propuso que este Moisés de la Ley de la Gracia podría ser una prefigura de Elías, un hombre conectado de alguna manera con la Orden Carmelita con una misión especial de Dios: destruir la Revolución y formar un apostolado para luchar y predicar en los Últimos Días:
“Este apóstol, cuando aparezca, será Elías, el Elías prometido; cualquiera que sea su nombre —Juan, Moisés, Pedro—, poco importa. Pues la misión de este Elías será restaurar la sociedad humana, tal como Dios lo ha ordenado en su Providencia” (12).
Predijo que el Restaurador no sería un Rey, sino un Apóstol y Profeta que restablecería las esferas espiritual y temporal sobre su verdadero fundamento: “Elías restaurará las cosas eclesiásticas a su debido orden con mano fuerte”. Él “purificará el Templo de Dios de las abominaciones con que los malos católicos lo profanan” (13).
También organizaría a “todos los católicos que aún son fieles a Dios”. Estas almas fieles elegidas obtendrán “nueva vida, virtud y fuerza” siguiendo su ejemplo (13).
Los elegidos seguirán a este Restaurador, mientras que el resto de los católicos apostatarán, separándose unos de otros. Será desconocido, perseguido, despreciado por los católicos cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida (14).
¿Cuándo sucederá esto? El Beato Palau no lo pudo decir, pero creía que sería cuando el remanente fiel se desanimara por los poderes de Satanás que parecerían haber triunfado.
El Beato Palau dejó este mundo sin ver ese día. Sin embargo, las palabras finales de su último artículo publicado repiten el acto de fe que había renovado innumerables veces: “Dios nos ha dado su palabra, y su palabra nos dice que él [Elías] vendrá y restituirá omnia” [restaurará todas las cosas] (15).
Continúa...
Notas:
1) Carta del 1 de agosto de 1866 al Padre Pascoal de Jesús María, véase P. Tiago de San José, The Prophecies of Blessed Francisco Palau about the End of Time
2) “Roma vista desde la cima del monte”, El Ermitano, n.° 58, 12-9-1869, en ibídem (aquí https://www.youtube.com/watch?v=NWolTBwhXaw)
3) “El suicidio”, El Ermitaño, No 87, 7-7-1870, en ibídem.
4) “Campamento de epidemia en Vallcarca”, El Ermitano, núm. 99, 29-9-1870), en ibídem. https://www.youtube.com/watch?v=NWolTBwhXaw
5) “Incendio de barracas en Barcelona”, El Ermitaño, núm. 170, 8/2/1872, en Luis Dufaur, Beato Francisco Palau y Quer, OCD: Un profeta de ayer, para hoy, para mañana, para el fin de los tiempos .
6) Milagros del espiritismo, El Ermitaño, núm. 138, 29-6-1871), en ibidem.
7) “Importancia del ministerio del exorcistado, El dogma católico”, El Ermitaño, núm. 24, 15/4/1869, en ibidem.
8) “Tres días de tinieblas sobre el orbe entero”, El Ermitaño, núm. 119, 16/02/1871, en ibidem.
9) Ibidem.
10) “La cruz”, El Ermitaño, núm. 159, 23/11/1871, en ibídem.
11) “La Restauración”, El Ermitaño, núm. 154, 19/10/1871, en ibidem.
12) “Anarquía social”, El Ermitaño, núm. 113, 5/1/1871, en ibidem.
13) “La guerra imperio universal”, El Ermitaño, núm. 102, 20/10/1870, en ibidem.
14) El Ermitaño, núm. 113, 5 de enero de 1871
15) “Cálculos del Ermitaño”, El Ermitaño, núm. 163, 21/12/1871, en ibidem.
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