sábado, 16 de agosto de 2025

HORRIBLES EXCESOS A QUE SE ENTREGAN LOS FRANCMASONES DE LAS TRASLOGIAS

Sus adeptos se reclutan entre hombres de letras, o que por su posición social, talento o fortuna ejerzan alguna influencia a su rededor. 

Por Monseñor de Segur (1878)


XVI

HORRIBLES EXCESOS A QUE SE ENTREGAN LOS FRANCMASONES DE LAS TRASLOGIAS

Muchos de estos sectarios no retroceden ante el sacrilegio ni ante el asesinato. Durante los disturbios de 1848 se descubrieron en Roma varias reuniones nocturnas, entre otras una en el Transtevere, en la que se reunían hombres y mujeres para celebrar lo que llamaban “la misa del diablo”. Sobre un altar alumbrado por seis cirios negros colocaban un copón, en el cual cada uno de los presentes, después de escupir y pisotear un Crucifijo, iba a meter una hostia consagrada, que había ido a recibir por la mañana en alguna iglesia, o había comprado a alguna vieja malvada por dinero, como Judas. Luego se efectuaba no sé que diabólica ceremonia, que terminaba con la orden de que todos sacasen su puñal, y subiendo al altar, acribillasen a puñaladas al Santísimo Sacramento. Después se apagaban los cirios.

Tan sacrílegas prácticas son muy comunes entre los francmasones de Italia y Francia, y últimamente se ha descubierto en este último país la existencia de una especie de Submasonería enteramente organizada, con el exclusivo objeto de buscar los medios de destruir la fe del modo más eficaz y seguro. La secta se divide en fracciones de doce a quince individuos tan sólo, para no llamar la atención. Sus adeptos se reclutan entre hombres de letras, o que por su posición social, talento o fortuna ejerzan alguna influencia a su rededor. Los jefes de sección no residen en los lugares de reunión, sino en París, su centro de acción. ¡Cosa horrible! Cada adepto, para ser admitido, ha de traer en el día de su iniciación una Hostia consagrada, y pisotearla delante de sus Hermanos. Se me ha asegurado que esta secta infernal existe ya en la mayor parte de las grandes ciudades de Francia; y me han citado como  absolutamente cierto París, Marsella, Aix, Avignon, Lyon, Châlons-sur-Marne y Laval. 

Me han asegurado también, como viniendo de un testigo auricular, venerable sacerdote muy fidedigno, la verdad del hecho siguiente, que no es sino la repetición de crímenes de igual índole, perpetrados con frecuencia en Italia de veinte años a esta parte.

Un joven se había hecho iniciar en la Francmasonería, y parece que le hallaron muy pronto maduro para grandes empresas. De la logia pasó a la traslogia, y el mejor día fue designado para que hiciera desaparecer una víctima de la secta. Vióse obligado a perseguirla por todas partes,  hasta que pudo alcanzarla en América. Volvió a Francia atormentado por los remordimientos, y medio decidido a no volver a tomar parte en los trabajos de la Francmasonería secreta. Pronto, sin embargo, se le intimó una nueva orden de asesinato, una segunda venganza. Esta vez se rebeló su corazón, y resolvió librarse, por medio de la fuga, de esta tiranía del puñal.

Abandona furtivamente París, dirigiéndose de incógnito a Argel; pero apenas llegado a Marsella, recibe en la fonda un billete fraternal que decía: “Sabemos de tu proyecto; no nos escaparás: ¡Obedecer, o morir!”. Lleno de terror, vuelve atrás, y se detiene en Lyon en una humilde posada. Transcurrida media hora, un desconocido le trae otro billete que decía casi lo mismo: “¡Obedecer, o morir!”.

Sale precipitadamente de la ciudad, y con el alma llena de arrepentimiento y de terror va por sendas extraviadas a buscar refugio en un monasterio de Trapenses cerca de Belley. Al día siguiente, el mismo billete y la misma amenaza: “Te seguimos, en vano tratas de escaparnos”.

En fin, sin tino y fuera de sí, y sabiendo por experiencia que la secta jamás perdona, fue por consejo de uno de los Padres Trapenses a consultar al sacerdote que refiere todo esto, quien encontró medio de hacer perder la pista a sus terribles perseguidores, confiándole al cuidado de unos intrépidos misioneros (1).

Este hecho espantoso no es sino la ejecución literal de las instrucciones precisas que rigen hoy día en la secta. He aquí algunos de los artículos de esta constitución secreta, redactada por Mazzini:

“Art. XXX. Los que no obedecieren las órdenes de la sociedad secreta, o bien descubriesen sus misterios, morirán irremisiblemente bajo el puñal. Igual castigo sufrirán los traidores.
Art. XXXI. El tribunal secreto fallará la sentencia, y designará uno o dos afiliados para que la ejecuten inmediatamente.

Art. XXXII. El que se negase a ejecutar lo mandado será tenido por perjuro, y como tal, muerto en el acto.

Art. XXXIII. Si el culpable huye, será perseguido sin tregua ni descanso en todo lugar, y deberá ser muerto por una mano  invisible, aunque se hallase en el regazo de su madre, o en el tabernáculo de Cristo”.
¡Después de todo esto, afiliaos en la Francmasonería!

Notas

1) No ha mucho, la hija de un francmasón confirmaba, por una inocente indiscreción, la verdad de estos procederes inexorables. Esta niña, de doce años de edad, había oído muchas veces a su padre hablar de la Francmasonería y declararse miembro suyo. Gracias a la influencia de su buena madre, entró como pensionista de un colegio de Religiosas, en donde tuvo más de una ocasión de repetir delante de sus compañeras, de las Religiosas y del capellán de la Casa, estas palabras recogidas de la boca de su padre: “Si alguno de nosotros descubre el secreto que en la Francmasonería se le ha confiado, es perseguido hasta el último confín de la tierra, y se le hace desaparecer, sin que la policía, ni nadie, sea capaz de descubrir su paradero”.

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