Vive en España, hoy trabaja como camarera y, según ella, "vive con una sonrisa", son las conclusiones de una entrevista, en el programa de Mediaset VERISSIMO realizada a la ex Sor Cristina Scuccia, famosa desde hace años gracias a su victoria en la edición 2014 del 'show de talentos' The Voice. En esta charla, afirma que su participación en el programa también fue impulsada por la exhortación del papa Francisco (exactamente un año después de su toma de posesión en San Pedro) a salir de la Iglesia para ir al mundo, palabras tomadas bastante literalmente diría yo, con la diferencia de que nos hemos olvidado de llevar a Cristo con nosotros, prefiriendo abrazar el mundo y sus seducciones. Pero pasemos ahora a un análisis más detallado de esta aparición televisiva que duró unos 25 minutos en el programa de Silvia Toffanin.
En primer lugar, el elemento que más me llamó la atención es su entrada en el estudio con un vestido completamente rojo, tacones de aguja y su maquillaje. Es bueno dejar claro al público de qué lado está ahora la ex monja. La mujer está irreconocible, un trabajo bien hecho por los maquilladores del programa, al fin y al cabo, la comunicación de los medios de comunicación esclavizados al diablo (casi todos), se centra en la exaltación de un mensaje opuesto al de la Verdad revelada, luego si el sujeto es alguien como la ex Sor Cristina, pues a caerle duro. Fuera el negro que podría recordar al vestido religioso, fuera los crucifijos o medallas cristianas del cuello, sí a los pendientes, sí a los pantalones (la falda, quizás larga, es demasiado “arcaica” y poco políticamente correcta, y quizás también recordaría al hábito de los consagrados así que fuera eso también), sí al lápiz delineador de ojos y al rimmel en las pestañas para hacer la mirada más sugestiva, por supuesto, sí al pintalabios y por último, la base de maquillaje como enseña la televisión, porque en el estudio se tiene que ver perfecta, ¡que no se note nunca alguna pequeña imperfección de la cara!
Durante la entrevista, Toffanin le preguntó abiertamente si era el éxito arrollador lo que había puesto en duda su vocación o no, y ella lo glosó, desplazando el foco a su maduración personal, diciendo: "Pasé a la vida adulta, me fui convirtiendo poco a poco en mujer..." y continuó (respondiendo a la pregunta de qué había contribuido a que abandonara sus hábitos) con la frase "...un cambio en mi interior".
Es evidente cómo el demonio jugó todas sus cartas para arrebatar a esta alma de Dios, haciéndola ganar el primer premio de un exitoso programa de televisión, proyectándola desde la humildad de una sierva de Cristo a una estrella mundial de la música, confundiéndola y alejándola de su vocación mucho más valiosa que la fama. Ejerció su poder de seducción para que el santo hábito fuera una carga, las normas de Orden una jaula y su guía espiritual, un psicólogo en lugar de un sacerdote. Hizo todo lo posible para hacerle creer que se trataba de una evolución de su persona, y no de una pérdida del camino, el mismo truco utilizado con Eva para hacerla caer en el pecado original. Finalmente, la estocada final, le hizo creer (y lo sigue afirmando en la transmisión) que para evangelizar y ser cristiano es posible seguir la lógica del mundo y que su espiritualidad y relación con Dios no ha cambiado, hasta el punto de afirmar que "el hábito no hace al monje".
Jesús dijo: "Nadie puede servir a dos señores: o bien odiará a uno y amará al otro, o bien preferirá a uno y despreciará al otro: no podéis servir a Dios y a las riquezas".
El cambio de la ex monja es evidente no sólo en su ropa, sino sobre todo en su sonrisa y en la luz de sus ojos, elementos que son claramente visibles en la foto que he puesto en la portada de este artículo. En el rostro de Sor Cristina brillaba una luz radiante y orante, mientras que en el rostro actual hay una máscara bien pintada, pero sin alegría real.
Este mundo está bajo el poder del diablo y San Pedro también nos lo recuerda en su primera carta en el capítulo 5, versículos 8 y 9:
Jesús dijo: "Nadie puede servir a dos señores: o bien odiará a uno y amará al otro, o bien preferirá a uno y despreciará al otro: no podéis servir a Dios y a las riquezas".
Este mundo está bajo el poder del diablo y San Pedro también nos lo recuerda en su primera carta en el capítulo 5, versículos 8 y 9:
"Sed templados, sed vigilantes. Vuestro enemigo, el diablo, como un león rugiente, anda buscando a quién devorar. Resistidle firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos de todo el mundo sufren lo mismo que vosotros'.
No juzguemos a las personas cuando caen, sino que recemos al Padre para que las levante y las llame de nuevo a sí mismo para que vuelvan a ser sus hijos y verdaderos testigos del Evangelio. Recemos por Cristina y por todos nuestros hermanos atacados, estamos en una dura y continua batalla contra los espíritus de este mundo, no debemos retroceder sino hacernos instrumentos de salvación para los demás, con todos los medios que Cristo y la Iglesia ponen a nuestra disposición: sacramentos, oración, ayuno y buenas obras, todo lo demás vendrá por sí mismo.
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