Las tensiones que derivaron en trompadas no son nuevas. En el obispado de San Rafael desde hace tiempo hay enfrentamientos entre el obispo, Eduardo María Taussig, y los religiosos de la zona.
La disposición del obispo Eduardo María Taussig de tener que suministrar la comunión en la mano, únicamente durante el tiempo de la pandemia, y el decreto de cierre del seminario Santa María Madre de Dios en San Rafael avalado por Roma, generó tanta tensión y resquemores en la diócesis del sur mendocino que la onda expansiva sigue acrecentándose y decir que está cerca el final sería tan temerario como inexacto.
Hablar de una batalla entre sacerdotes y laicos por un lado y monseñor Taussig por el otro, no es algo meramente figurativo y por estos días tuvo su punto de mayor conflictividad cuando el padre Camilo Dib (56) le dio un golpe de puño al prelado sanrafaelino y solo la presencia de otros sacerdotes que lo sujetaron evitó que el ataque pasara a mayores.
Quienes conocen al sacerdote alegaron que “siempre fue una persona tranquila, desde el seminario jamás demostró un temperamento agresivo, al contrario siempre fue muy pacífico y abnegado en su ministerio”.
Le atribuyen el arrebato violento a la situación de “tensión extrema fruto del autoritarismo con que se ha conducido el obispo Taussig en los últimos meses”. Hasta el lunes, el padre Camilo Dib era solo un sacerdote más de la diócesis, que cumplió 25 años de su ordenación.
El sacerdote Camilo Dib agredió a la máxima autoridad de la Diócesis del Sur mendocino, Eduardo Taussig el lunes 21 de Diciembre propinándole dos trompadas.
Tucumano de nacimiento, es hijo de inmigrantes sirios muy religiosos pero que profesaban el Islam. A los 11 años fue bautizado y a los 17 comenzó a indagar más en la fe católica hasta que tomó el resto de los sacramentos (comunión y confirmación) y luego decidió viajar a San Rafael para ingresar al seminario.
Entre sus distintos destinos dentro de la diócesis, estuvo en San Rafael, General Alvear y actualmente en la parroquia Nuestra Señora del Carmen en Malargüe.
Aseguran que “siempre fue muy responsable y estuvo sujeto a la autoridad del obispo” al punto tal que “estuvo 20 años como capellán en la cárcel de San Rafael y en ese lapso pidió el traslado en distintas oportunidades pero no se lo dieron. Pese a esa situación, obedeció y continuó con su labor pastoral como siempre”, dijo una persona cercana al cura.
Por la agresión al obispo, el padre Camilo fue suspendido “automáticamente” en su ministerio y no puede ejercer el sacerdocio ni en público ni privado. Además se abrió un proceso canónico en su contra.
Tras el ataque que sufrió en el obispado, monseñor Eduardo María Taussig partió a Buenos Aires para acompañar a su anciana madre y pasar la Navidad junto a ella.
Además se tomó este tiempo de vacaciones para “que el clima de tensión baje en la diócesis” y también para “tomar distancia del conflicto y reflexionar”, indicaron fuentes del obispado.
Pese a que es de Buenos Aires, los orígenes de Taussig no son tan distintos a los de otros curas de la diócesis, en particular en la formación.
Nacido en una familia católica muy devota y de formación tradicional, se educó en un colegio del Instituto San Pablo, fundado por el canónigo Luis Etcheverry Boneo, precisamente uno de los cerebros detrás de la creación del seminario de San Rafael.
Se ordenó en 1982 y continuó los estudios en la Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino, de Roma, en la que obtuvo el doctorado en Teología. También ostenta una licenciatura en Filosofía.
La consagración como obispo fue el 25 de septiembre de 2004 y de la celebración litúrgica participaron el hoy arzobispo emérito de La Plata, Héctor Aguer, y el entonces cardenal primado de la Argentina, Jorge Mario Bergoglio.
Asumió al frente de la diócesis el 11 de octubre de ese año y en principio renovó los aires en el seminario y la diócesis, eliminó la disposición dictada por su antecesor que no permitía el ingreso de vocaciones al seminario que provinieran de otras locaciones del país y alentó a los formadores y el clero en general a perfeccionarse.
Desde el 13 de junio de este año en que volvieron las celebraciones litúrgicas con presencia de fieles en Mendoza (estaban restringidas por la cuarentena a causa del coronavirus) y primero dictó que la comunión se entregue solamente en la mano como ‘medida sanitaria’, y luego con el cierre del seminario sanrafaelino, la mirada de los fieles y el clero hacia el obispo cambió rotundamente.
Desde entonces hay una fricción constante y fue blanco de marchas y caravanazos, pedidos de renuncia y el ya famoso escrache en Malargüe (lo molestaron durante la misa, lo cuestionaron e insultaron a la salida de la parroquia y como corolario le desinflaron las ruedas del auto) que lo reunió el lunes pasado en la sede del obispado con el padre Camilo Dib, ya que el prelado lo había sancionado apuntándole como instigador de lo sucedido.
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