Por Edwin Benson
Según un artículo reciente del Wall Street Journal, muchos jóvenes exitosos se sienten viejos. Las presiones de la vida los agobian a medida que su caótico estilo de vida les pasa factura.
¿De mediana edad, en sus treinta años?
“Los jóvenes se sienten mayores y bajo presión mucho antes en sus vidas”, afirma Tirrell De Gannes, psicólogo clínico colegiado del Thriving Center of Psychology. El centro encuestó a millennials y descubrió que 1 de cada 10 experimentó una crisis de la mediana edad alrededor de los 34 años.
Esta conclusión es impactante, considerando que muchos jóvenes buscan vidas que tienden a extender su adolescencia más allá de la graduación universitaria y hasta la mediana edad. La maternidad, la tarea más significativa de la mediana edad, a menudo se pospone o se omite. El objetivo de vida para muchos parece ser jubilarse temprano a los cincuenta y cinco años (o antes) y luego vivir hasta los noventa.
La crisis de la mediana edad a menudo ocurre cuando estos adolescentes se dan cuenta de que algo falta en sus vidas y no saben cómo enfrentar las vicisitudes de la vida.
Los patrones comunes de la vida
A lo largo de la historia occidental, la duración de la vida de una persona estuvo generalmente regulada por la naturaleza y el cumplimiento de la Ley de Dios. La vida tuvo su ciclo de infancia, pubertad, vida familiar y, finalmente, el declive. Cada fase de este ciclo trajo consigo pruebas, éxitos y cruces proporcionales a la tarea en cuestión. Quienes profesaban la fe católica recibieron ayuda sobrenatural y sacramental para acompañarlos en su camino.
Con la era moderna, las cosas cambiaron. El patrón se mantuvo igual, pero las etapas se alargaron, y tres nuevas —adolescencia, mediana edad y jubilación— entraron en escena. Con el avance de la medicina, la vida se alargó.
La adolescencia y la jubilación se convirtieron en épocas de ocio y experimentación. En la mediana edad, todo se volvió mucho más orientado a la gratificación. Sobre todo, la práctica de la fe decayó y los objetivos materialistas cobraron impulso.
Elegir ignorar la naturaleza
Este ciclo vital se disolvió con la masiva revolución sexual de los años sesenta. La razón principal es que la humanidad buscó reemplazar la ley de Dios con un régimen de caprichos e inmoralidad inimaginables.
De hecho, las nuevas normas sexuales, como las relaciones sexuales antes del matrimonio, la anticoncepción y el aborto, conspiraron contra la formación de familias. El feminismo, la adultez postergada, la adolescencia eterna y la eutanasia interrumpen y destruyen los ciclos de vida cristianos bien regulados. Todo esto reemplaza la ley y el plan de Dios para cada persona con decisiones humanas revolucionarias.
Estas prácticas están consagradas en la sociedad como “derechos inalienables”.
Nadie, según el dogma izquierdista, tiene derecho a decirle a nadie cómo vivir. El resultado son niños adultos que no saben vivir.
¿Es de extrañar que algunos jóvenes ahora se sientan tan viejos?
Sin embargo, como señala el artículo del WSJ, quienes toman tales decisiones experimentan un estrés que sus antepasados no sintieron. Un hombre de veintisiete años admitió: “Mental y emocionalmente, me siento como si tuviera 43”. Una mujer de veinticuatro años se preocupa por prepararse para la jubilación.
Muchos de quienes aún viven en casa de sus padres nunca asumieron responsabilidades adultas. Cuando estas personas tienen que afrontar las pruebas de la vida, sienten el estrés del tiempo y la experiencia perdidos. Su crisis de la mediana edad se debe a que se saltaron las valiosas lecciones de la mediana edad.
Con el pretexto de tomar decisiones o planificar su propia vida, cada uno intenta revertir o alterar el patrón de Dios para la existencia humana. El ciclo humano está completamente desorganizado y la gente no puede afrontarlo.
Sin embargo, la vida no es un chaleco de fuerza donde ciertos actos deben realizarse en momentos específicos. Hay espacio para una enorme libertad cuando las personas viven conforme a la naturaleza humana. Dios da a cada persona libre albedrío y un conjunto único de dones, metas y rasgos de personalidad para alcanzar la santidad y el máximo potencial. La verdadera libertad y felicidad consisten en trabajar con la naturaleza, no en contra de ella.
El tercer capítulo de Eclesiastés expresa una gran e innegable verdad. El capítulo comienza: “Todo tiene su tiempo, y a su tiempo todo pasa bajo el cielo”. Una vida santa y feliz se vive mejor en armonía con esos tiempos.
¿Es de extrañar que algunos jóvenes ahora se sientan tan viejos?
Las vidas antinaturales generan estrés
Sin embargo, como señala el artículo del WSJ, quienes toman tales decisiones experimentan un estrés que sus antepasados no sintieron. Un hombre de veintisiete años admitió: “Mental y emocionalmente, me siento como si tuviera 43”. Una mujer de veinticuatro años se preocupa por prepararse para la jubilación.
Muchos de quienes aún viven en casa de sus padres nunca asumieron responsabilidades adultas. Cuando estas personas tienen que afrontar las pruebas de la vida, sienten el estrés del tiempo y la experiencia perdidos. Su crisis de la mediana edad se debe a que se saltaron las valiosas lecciones de la mediana edad.
Con el pretexto de tomar decisiones o planificar su propia vida, cada uno intenta revertir o alterar el patrón de Dios para la existencia humana. El ciclo humano está completamente desorganizado y la gente no puede afrontarlo.
Dios no es un dictador
Sin embargo, la vida no es un chaleco de fuerza donde ciertos actos deben realizarse en momentos específicos. Hay espacio para una enorme libertad cuando las personas viven conforme a la naturaleza humana. Dios da a cada persona libre albedrío y un conjunto único de dones, metas y rasgos de personalidad para alcanzar la santidad y el máximo potencial. La verdadera libertad y felicidad consisten en trabajar con la naturaleza, no en contra de ella.
El tercer capítulo de Eclesiastés expresa una gran e innegable verdad. El capítulo comienza: “Todo tiene su tiempo, y a su tiempo todo pasa bajo el cielo”. Una vida santa y feliz se vive mejor en armonía con esos tiempos.
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