Por Mª Virginia Olivera de Gristelli
Entre las celebraciones de la fiesta de Nuestra Señora de Luján -patrona de la Argentina- el sábado 8 de mayo, quisiéramos comentar aquí la concentración que organizó un grupo de laicos autoconvocados de la provincia de San Luis, dirigiéndose en caravana por las principales calles de la ciudad hasta la Iglesia Santo Domingo de la capital puntana, para pedir al Gobierno provincial que autorice las misas presenciales, deteniéndose también ante la Catedral, bajo el lema “Con María de Luján por la Misa Presencial”. Gran parte de los automóviles ostentaban leyendas como “San Luis es católico”, y “Misa presencial, remedio esencial”.
Creemos que más allá de la supuesta cuestión sanitaria, es “llamativo” que en una de las provincias con tradición católica más arraigada, los fieles deban manifestarse personalmente -sin su pastor- para reclamar el legítimo derecho a las misas públicas y a las clases de catequesis.
En efecto, se hallan prohibidas las actividades religiosas, teniendo en cuenta que como está “científicamente comprobado”, el virus maléfico se intensificaría en este tipo de reuniones sin importar distancia, bozal ni baño de inmersión en alcohol, mientras que por supuesto, se retrae respetuosamente ante la presencia de aglomeraciones con fines puramente comerciales o gastronómicos en bares y confiterías (en Argentina estamos bajo arresto domiciliario nocturno porque nuestro gobierno se ha enterado de que el flagelo sale a cazar a esas horas… y por eso, claro, se han suspendido las clases…).
Como se advierte, la fe religiosa en este momento, es “actividad de riesgo sanitario”, algo así como una peste…además de ser, según dicen algunos, el “opio del pueblo”…
Ironías más o menos, lo cierto es que los católicos que conservan un poco de sentido común -natural y sobrenatural-, reclamaron con suficiente fundamento lo legítimo, como surge de los párrafos de los discursos pronunciados en San Luis y Villa Mercedes (pues el reclamo se realizó en ambas localidades):
“…-Dado que la Iglesia Católica es una Institución Jurídica Pública sobre la cual el Estado no tiene ningún derecho en virtud de los Pactos Preexistentes a la Organización Nacional, la prohibición a los fieles de participar en el Santo Sacrificio de la Misa se opone directamente a la Constitución Nacional, que en su Art. 2º dice que el Gobierno Federal sostiene el Culto Católico Apostólico Romano.
-Aunque es comprensible la colaboración de la Iglesia con las autoridades civiles en las medidas básicas que se requieren para la salud pública, y más aún, sabiendo que la Iglesia Católica fue la institución que creó los hospitales públicos, no por ello las autoridades de la Iglesia pierden el derecho y la obligación de preocuparse prioritariamente por la salud y salvación de nuestras almas. no pudiendo bajo ningún aspecto negar la participación de los fieles en el Santo sacrificio de la Misa, por eso NO pedimos, EXIGIMOS el retorno de la Santa Misa publica con presencia de Fieles en respeto de los protocolos ya vigentes y aprobados por el Comité de crisis provincial.
- Deberíamos seguir los ejemplos de las Conferencias Episcopales de Polonia y Estados Unidos, donde se ha manifestado “… que se recen más misas para que más fieles puedan participar con seguridad y medidas adecuadas.” esto en Polonia; y en Estados Unidos lo siguiente: “…En este tiempo, recomendamos que los fieles asistan a Misa tanto como sea posible.”, consideramos que no es necesario mencionarles a las autoridades los efectos del COVID-19 en estos países. Cristo, la Santa Misa, es esencial para los creyentes. -
-Tomando un extracto de la reciente declaración del Consejo Argentino para la Libertad religiosa, podemos decir que ..”A esta altura carecen de todo sentido y proporcionalidad las prohibiciones genéricas que no tienen en cuenta las diferencias edilicias, la posibilidad de realizar celebraciones religiosas en espacios abiertos con adecuada distancia entre los participantes, y la existencia de normas dadas por las propias autoridades religiosas para prevenir riesgos a los fieles. Es injustificable que se desconfíe de la prudencia de las comunidades en cuidar a sus propios miembros.
-“La Iglesia se parece a un ‘hospital de campaña’ a donde llegan las personas ‘heridas’ buscando la bondad y cercanía de Dios”, repetía incansablemente el papa Francisco al comienzo de su pontificado allá en el 2014, y es precisamente y por eso mismo las puertas de los templos no pueden estar cerradas pues es allí donde está El Señor que sana, que es remedio y es Vida en abundancia.
-Es necesario recordar a las autoridades que la Misa es el mismo ‘Sacrificio de la Cruz’. Es un verdadero sacrificio ofrecido por el sacerdote, “in persona Christi”, en la Persona de Cristo. Este es el gran tesoro de nuestra Fe. El Santo sacrificio de la Misa es la llave con cuya ayuda podemos sacar gracias y frutos a manos llenas.
-Para el pueblo católico la Misa es esencial principalmente porque es un derecho de Dios, que merece recibir el culto público íntegro que la Iglesia ofrece en la Sagrada Liturgia. Es un derecho de Dios Creador y Señor el que se lo alabe y glorifique a través del mismo.
-Por otro lado, es un derecho y deber del hombre el dar a Dios un culto exterior, visible y público. Nos preocupa que se nos permita reasumir el culto dominical, como devota práctica para santificar el día del Señor sin caer en el peligro de que comience a considerarse que tanto la oración como el Culto son cuestiones “opcionales, innecesarias o privadas”. La participación en la celebración común de la Eucaristía es un testimonio de pertenencia y de fidelidad a Cristo y a su Iglesia, proclamando así su comunión en la fe y la caridad. Todos debemos ser así, piedras vivas en el gran edificio de la Iglesia, como dijera el Apóstol San Pablo.
- El acceso al culto divino y a los sacramentos es de altísima importancia para el bien espiritual y para el bien general de los fieles. Como católicos, sostenemos que el culto cristiano y los Sacramentos son necesarísimos para la persona humana, y más aún, en estos momentos pensamos que es más que indispensable porque es hoy cuando los fieles necesitan con mayor razón de ese alivio, de ese refugio, y de ese lugar de contención espiritual.
- En la Festividad de Nuestra Señora de Luján, nuestra Santísima Madre que estuvo al pie de la Cruz junto a Su Hijo, le suplicamos que interceda por nosotros, sus hijos, para que podamos participar del torrente de gracias que brotan del Sagrado Corazón de Su Hijo en el Santo Sacrificio de la Misa”.
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Podría haberse obviado tal vez la mención a la Constitución o a los Pactos Preexistentes, habida cuenta de que pese a los cacareos cuando hay que reformarla, los gobiernos contemporáneos le hacen tanto caso como al vuelo de las mariposas…
Por su parte, el obispo local, Mons. Gabriel Barba –pese a haber ordenado la suspensión total de las misas presenciales una semana antes instando a las “misas virtuales”- había dirigido al órgano correspondiente del Gobierno un “pedido de permiso” (¿) para el reconocimiento del derecho de culto bajo las condiciones requeridas para otras actividades, pero no hubo modificaciones.
Es significativo que mientras por una parte se critica la íntima colaboración entre los gobiernos y la Iglesia de otros tiempos en pro de la Cristiandad, por otro lado asistamos hoy a una obsecuencia inaudita de gran parte de la Jerarquía hacia el Estado, pero esta vez en detrimento de las almas.
Nos preguntamos dónde queda la tan proclamada unidad entre el pastor y sus fieles, y si la “separación entre la Iglesia y el Estado” que muchos pregonan no implicará de hecho una separación entre los fieles a Cristo, y los devotos de Poncio Pilatos.
Nos interesa destacar y agradecer asimismo la mención que nuestros hermanos puntanos han hecho de los tan pisoteados derechos de Dios, a los cuales no recordamos haber oído aludir en las últimas décadas a casi ningún miembro de la Jerarquía vernácula, como tampoco nada que recuerde la doctrina católica sobre la Realeza de Nuestro Señor Jesucristo.
Es bueno tener en cuenta que el patrono de esta querida provincia argentina es nada menos que San Luis Rey, bajo cuyo gobierno sucedió el primer Milagro Eucarístico, y quien pese a sus múltiples ocupaciones de gobernante, no osaba renunciar a la asistencia diaria a Misa, y a la Adoración Eucarística… Así también recordamos que el primer santo argentino –aunque martirizado en España-, San Héctor Valdivielso Sáez, entregó su vida por impartir catequesis un domingo, a despecho de una disposición impía que lo prohibía. No dudamos que fuera una decisión muy poco “saludable” y que tal vez por eso no goza de suficiente simpatía “popular”, pero valdrá la pena tenerlo más en cuenta en nuestros días.
Llama la atención, en momentos en que tan calurosamente se pregona una “cultura del encuentro”, que muchos fieles se sientan casi huérfanos y perplejos, no sólo en Alemania. En San Luis, puntualmente, damos fe de graves heridas provocadas por cambios bruscos producidos en el modo de concebir la fe y la celebración de la misma.
Se “huele” que la Iglesia no es todo lo libre que debiera ser ante la opresión y prepotencia estatal, y esa asfixia se expresa a través del laicado más sano, que simplemente pretende seguir siendo fiel a su bautismo.
No se sabe hasta qué punto los pastores que deberían proteger a los fieles de los atropellos del mundo (tolerancia con la ideología de género por ejemplo) son condescendientes con él bajo pretexto de “diálogo”, y la actual situación sanitaria favorece esa actitud de renuncia y retroceso ante el atropello a la fe.
A propósito de esto, hoy leemos que el siniestro Dr. Fauci, invitado por la última Conferencia Sanitaria Vaticana, ha dicho sin tapujos en Roma que “el clero es clave para convencer a la gente que resiste a vacunarse...”, proponiendo que “Hay que asociar la audiencia al mensajero adecuado, y creo que si lo consigues, vas a lograr superar muchas vacilaciones. Cuando se trata de una persona profundamente religiosa, esta va a escuchar de forma más favorable a un clérigo que si me presento yo vestido de paisano diciéndole a la gente que haga esto o lo otro”.
Los enemigos de la Fe y de la Iglesia, por supuesto, hacen su juego: más que enfrentarse a Ella, una vez infiltrada, pretenden colocar a la Esposa al servicio y a los pies de la Bestia. Sus mejores colaboradores los tenemos dentro, en los devotos y sucesores de Judas y de Pilatos. Les importan las trece monedas, y su prestigio, por eso no soportan no quedar bien con el mundo.
Pero los sacerdotes bien formados son un dique a este proceder acomodaticio de gran parte de la Jerarquía.
Por eso es interesante ver el notable interés por la “reforma” de los seminarios diocesanos, de los que urge desterrar todo espíritu “tradicional”. El de San Luis -que por cierto, se ha visto reducido en un año- no creemos que sea una excepción a esta actitud.
Es escandaloso, por ejemplo, que se dé a entender a sus seminaristas que “ya son libres”, al abolirse el régimen interno que existía desde hacía décadas, y que el nuevo rector (quien en su parroquia negaba la comunión en la boca desobedeciendo al anterior obispo) tolere acerbas críticas a sus autoridades anteriores en su presencia. Ni hablar del estupor que provoca su “nueva costumbre” de llamar en privado a uno u otro de los seminaristas para pedirles referencias sobre los demás…
No hay que decir el efecto de animadversión que provoca esta Iniciación práctica a la delación, minando así la comunión fraterna entre los futuros sacerdotes.
No cabe duda, pues, de que el virus más grave llegado desde China no es de naturaleza biológica sino ideológica y teológica. Sobre su “letalidad”; Nuestra Señora avisó en Fátima que haría sucumbir a varias naciones.
¿Qué ha pasado con el más elemental cuidado de la vida interior de quienes han sido llamados al Sacerdocio, cuando hoy todos los seminaristas cuentan con internet en sus habitaciones, y desde el primer año se los impulsa al apostolado externo, antes de contar con la debida madurez, afianzamiento vocacional y formación? Tal vez habrá algún decreto de abolición del pecado original y no nos hemos enterado.
A la vista de estos datos concretos, no podemos menos que preguntarnos si existe realmente una comunión de criterio acerca de qué es lo esencial, y San Luis es sólo un botón de muestra en nuestra Iglesia. Pero si no hay acuerdo acerca de lo esencial, que no es sino el Principio y Fundamento, ¿podrá acaso un ciego guiar a otro ciego…?
Tal vez haya que mirar, sí, el ejemplo de China: el de los mártires; el de las catacumbas, para conservar la fe y la Vida aunadas. Porque somos de Cristo, y no negará su gracia a los que den testimonio de Su Nombre, por mayúscula que sea la apostasía.
Nos preguntamos dónde queda la tan proclamada unidad entre el pastor y sus fieles, y si la “separación entre la Iglesia y el Estado” que muchos pregonan no implicará de hecho una separación entre los fieles a Cristo, y los devotos de Poncio Pilatos.
Nos interesa destacar y agradecer asimismo la mención que nuestros hermanos puntanos han hecho de los tan pisoteados derechos de Dios, a los cuales no recordamos haber oído aludir en las últimas décadas a casi ningún miembro de la Jerarquía vernácula, como tampoco nada que recuerde la doctrina católica sobre la Realeza de Nuestro Señor Jesucristo.
Es bueno tener en cuenta que el patrono de esta querida provincia argentina es nada menos que San Luis Rey, bajo cuyo gobierno sucedió el primer Milagro Eucarístico, y quien pese a sus múltiples ocupaciones de gobernante, no osaba renunciar a la asistencia diaria a Misa, y a la Adoración Eucarística… Así también recordamos que el primer santo argentino –aunque martirizado en España-, San Héctor Valdivielso Sáez, entregó su vida por impartir catequesis un domingo, a despecho de una disposición impía que lo prohibía. No dudamos que fuera una decisión muy poco “saludable” y que tal vez por eso no goza de suficiente simpatía “popular”, pero valdrá la pena tenerlo más en cuenta en nuestros días.
Llama la atención, en momentos en que tan calurosamente se pregona una “cultura del encuentro”, que muchos fieles se sientan casi huérfanos y perplejos, no sólo en Alemania. En San Luis, puntualmente, damos fe de graves heridas provocadas por cambios bruscos producidos en el modo de concebir la fe y la celebración de la misma.
Se “huele” que la Iglesia no es todo lo libre que debiera ser ante la opresión y prepotencia estatal, y esa asfixia se expresa a través del laicado más sano, que simplemente pretende seguir siendo fiel a su bautismo.
No se sabe hasta qué punto los pastores que deberían proteger a los fieles de los atropellos del mundo (tolerancia con la ideología de género por ejemplo) son condescendientes con él bajo pretexto de “diálogo”, y la actual situación sanitaria favorece esa actitud de renuncia y retroceso ante el atropello a la fe.
A propósito de esto, hoy leemos que el siniestro Dr. Fauci, invitado por la última Conferencia Sanitaria Vaticana, ha dicho sin tapujos en Roma que “el clero es clave para convencer a la gente que resiste a vacunarse...”, proponiendo que “Hay que asociar la audiencia al mensajero adecuado, y creo que si lo consigues, vas a lograr superar muchas vacilaciones. Cuando se trata de una persona profundamente religiosa, esta va a escuchar de forma más favorable a un clérigo que si me presento yo vestido de paisano diciéndole a la gente que haga esto o lo otro”.
Los enemigos de la Fe y de la Iglesia, por supuesto, hacen su juego: más que enfrentarse a Ella, una vez infiltrada, pretenden colocar a la Esposa al servicio y a los pies de la Bestia. Sus mejores colaboradores los tenemos dentro, en los devotos y sucesores de Judas y de Pilatos. Les importan las trece monedas, y su prestigio, por eso no soportan no quedar bien con el mundo.
Pero los sacerdotes bien formados son un dique a este proceder acomodaticio de gran parte de la Jerarquía.
Por eso es interesante ver el notable interés por la “reforma” de los seminarios diocesanos, de los que urge desterrar todo espíritu “tradicional”. El de San Luis -que por cierto, se ha visto reducido en un año- no creemos que sea una excepción a esta actitud.
Es escandaloso, por ejemplo, que se dé a entender a sus seminaristas que “ya son libres”, al abolirse el régimen interno que existía desde hacía décadas, y que el nuevo rector (quien en su parroquia negaba la comunión en la boca desobedeciendo al anterior obispo) tolere acerbas críticas a sus autoridades anteriores en su presencia. Ni hablar del estupor que provoca su “nueva costumbre” de llamar en privado a uno u otro de los seminaristas para pedirles referencias sobre los demás…
No hay que decir el efecto de animadversión que provoca esta Iniciación práctica a la delación, minando así la comunión fraterna entre los futuros sacerdotes.
No cabe duda, pues, de que el virus más grave llegado desde China no es de naturaleza biológica sino ideológica y teológica. Sobre su “letalidad”; Nuestra Señora avisó en Fátima que haría sucumbir a varias naciones.
¿Qué ha pasado con el más elemental cuidado de la vida interior de quienes han sido llamados al Sacerdocio, cuando hoy todos los seminaristas cuentan con internet en sus habitaciones, y desde el primer año se los impulsa al apostolado externo, antes de contar con la debida madurez, afianzamiento vocacional y formación? Tal vez habrá algún decreto de abolición del pecado original y no nos hemos enterado.
A la vista de estos datos concretos, no podemos menos que preguntarnos si existe realmente una comunión de criterio acerca de qué es lo esencial, y San Luis es sólo un botón de muestra en nuestra Iglesia. Pero si no hay acuerdo acerca de lo esencial, que no es sino el Principio y Fundamento, ¿podrá acaso un ciego guiar a otro ciego…?
Tal vez haya que mirar, sí, el ejemplo de China: el de los mártires; el de las catacumbas, para conservar la fe y la Vida aunadas. Porque somos de Cristo, y no negará su gracia a los que den testimonio de Su Nombre, por mayúscula que sea la apostasía.
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