A las siete, Pío XII se dirigió a la capilla; se arrodilló sobre el gran reclinatorio, donde su figura parecía aún más esbelta, y se preparó para el sacrificio divino. Luego fue al altar y se puso las vestiduras sagradas. Él pronunció las oraciones rituales con tanta claridad que cada sílaba se entendía fácilmente y, al mismo tiempo, no las dijo en voz demasiado alta. Comenzaron las oraciones del introito. Inclinándose profundamente y poniendo su alma en cada palabra, recitó mentalmente el Confiteor.
Luego abrió los brazos, alzó los ojos y el rostro hacia el gran crucifijo de marfil especialmente adecuado para Pío XII. In medio Ecclesiae aperuit os eius: et implevit eum. La Epístola, el Graduale, el Evangelio adquirieron, pronunciados por el Santo Padre, una solemnidad especial. ¡Cuerda de sursum! Sigue el prefacio. ¿Se puede recitar esto de una manera más hermosa y conmovedora? Entonces, un momento de silencio. El Santo Padre recordó a todos los que se habían confiado a él y contaban con su oración: rezó por todos sus hijos esparcidos por el vasto mundo.
Un día le pregunté por qué su Memento siempre duraba tanto. Él respondió: «Me piden continuamente oraciones: el Sacrificio Divino es precisamente el momento en el que el Padre Eterno no puede rechazar nada, y lo uso lo mejor que puedo».
La Misa se acercó entonces a su clímax: rezando con fervor seráfico y con gran pasión, el Santo Padre pronunció las palabras de la Consagración con tanta lentitud, pero también tan articuladas, tan ardientes de fe y ricas en amor, que todos los presentes se sintieron atraídos en el sagrado prodigio.
Desde la cruz, el Eterno Sacerdote miró a su Vicario y le concedió lo que le presentaba con ferviente oración. De nuevo hubo una pausa larga. La Sagrada Comunión es el momento de la unión más íntima con Aquel a quien estaba llamado a imitar y representar en la tierra.
Entonces los brazos se abrieron de nuevo en un amplio abrazo dirigido al Crucifijo y la bendición del Vicario de Cristo descendió no sólo sobre los presentes, sino sobre el mundo entero.
[Descripción de la misa diaria de Pío XII realizada por la más fiel sor Pascalina Lehnert (1894-1983), junto al Papa desde 1917 hasta su muerte. Pascalina Lehnert, Pío XII. El privilegio de servirle. (edición original Ich durfte Ihm Dienen: Erinnerungen an Papst Pius XII, Würzburg, Verlag Johann Wilhelm Naumann, 1982)]
Chiesa e Postconcilio
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