En su Casa, que también es nuestra Casa, está presente el Señor, el Misterio de Dios. Dios nos lo participa, nos lo comunica, se nos da para que nosotros también vivamos este misterio.
Reflexión de Mons. Rubén Oscar Frassia
Domingo 15 de marzo de 2009
3º domingo de Cuaresma
Evangelio según San Juan 2, 13-25 (Ciclo B)
¡Qué gran verdad nos presenta el Señor en este Evangelio! Veamos: en primer lugar Jesús se enoja con los contemporáneos de aquella época porque se “acercaban al Templo” pero no tenían su corazón “en el Templo”. Y esto no es que pasó ayer, ¡también puede pasar hoy!
Hay mucha gente que se “acerca al Templo” pero que, en el fondo, no busca a Dios. Se está buscando a sí mismo. Pretende apropiarse de Dios. Pretende justificarse. Que la gente tenga serenidad, tranquilidad, pero meramente de un modo psicológico. Hay que tener mucho cuidado con esto, porque uno tiene que estar atento a buscarlo a Dios, a escucharlo, a obedecerlo, a ponerlo en práctica.
¡Lo terrible sería que uno pretenda manejar a Dios!
¡Lo terrible sería que uno pretenda engañar a Dios!
¡Y lo terrible es que uno se engañe a sí mismo!
Por eso, cuando dice “el celo por tu Casa me consume” se hace referencia a la presencia del Señor. Por favor ¡no profanemos su Casa! En su Casa, que también es nuestra Casa, está presente el Señor, el Misterio de Dios. Dios nos lo participa, nos lo comunica, se nos da para que nosotros también vivamos este misterio. Cuando uno va al Templo, a la capilla, a la Iglesia, va a encontrarse con El, y encontrándose con El (¡si nos encontramos!) uno queda transformado.
A veces creemos que Dios no conoce nuestras intenciones, o que no conoce nuestros pensamientos; ¡qué equivocados estamos! Porque lo más propio de una persona es la conciencia y lo más íntimo de esa conciencia es Dios. Por eso cada uno de nosotros tiene que seguir su conciencia.
Esa conciencia tiene que ser desarrollada para un crecimiento en el bien, para una maduración, para un proceso de humanización y no para una involución, o una deshumanización, o un desarrollo en el mal. ¡Pero ojo! La conciencia en el bien o la conciencia en el mal. ¡Tenemos que tomar partido, si queremos adorar a Cristo en espíritu y en verdad!
Vamos a pedir al Señor que, en esta Cuaresma, nos haga tomar conciencia de nuestra pertenencia a El y de nuestra participación con El.
En lo más profundo de nuestra vida, no cambiemos a Dios por ninguna figurita, ni por ninguna idolatría.
Piensen, analícense, busquen y verán que la vida realmente merece ser vivida cuando uno la vive en verdad y en el bien.
Que en esta Cuaresma tomemos conciencia de lo que queremos seguir, de lo que queremos vivir y de aquello que queremos hacer.
Les dejo mi bendición en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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Reflexión de Mons. Rubén Oscar Frassia
Domingo 15 de marzo de 2009
3º domingo de Cuaresma
Evangelio según San Juan 2, 13-25 (Ciclo B)
¡Qué gran verdad nos presenta el Señor en este Evangelio! Veamos: en primer lugar Jesús se enoja con los contemporáneos de aquella época porque se “acercaban al Templo” pero no tenían su corazón “en el Templo”. Y esto no es que pasó ayer, ¡también puede pasar hoy!
Hay mucha gente que se “acerca al Templo” pero que, en el fondo, no busca a Dios. Se está buscando a sí mismo. Pretende apropiarse de Dios. Pretende justificarse. Que la gente tenga serenidad, tranquilidad, pero meramente de un modo psicológico. Hay que tener mucho cuidado con esto, porque uno tiene que estar atento a buscarlo a Dios, a escucharlo, a obedecerlo, a ponerlo en práctica.
¡Lo terrible sería que uno pretenda manejar a Dios!
¡Lo terrible sería que uno pretenda engañar a Dios!
¡Y lo terrible es que uno se engañe a sí mismo!
Por eso, cuando dice “el celo por tu Casa me consume” se hace referencia a la presencia del Señor. Por favor ¡no profanemos su Casa! En su Casa, que también es nuestra Casa, está presente el Señor, el Misterio de Dios. Dios nos lo participa, nos lo comunica, se nos da para que nosotros también vivamos este misterio. Cuando uno va al Templo, a la capilla, a la Iglesia, va a encontrarse con El, y encontrándose con El (¡si nos encontramos!) uno queda transformado.
A veces creemos que Dios no conoce nuestras intenciones, o que no conoce nuestros pensamientos; ¡qué equivocados estamos! Porque lo más propio de una persona es la conciencia y lo más íntimo de esa conciencia es Dios. Por eso cada uno de nosotros tiene que seguir su conciencia.
Esa conciencia tiene que ser desarrollada para un crecimiento en el bien, para una maduración, para un proceso de humanización y no para una involución, o una deshumanización, o un desarrollo en el mal. ¡Pero ojo! La conciencia en el bien o la conciencia en el mal. ¡Tenemos que tomar partido, si queremos adorar a Cristo en espíritu y en verdad!
Vamos a pedir al Señor que, en esta Cuaresma, nos haga tomar conciencia de nuestra pertenencia a El y de nuestra participación con El.
En lo más profundo de nuestra vida, no cambiemos a Dios por ninguna figurita, ni por ninguna idolatría.
Piensen, analícense, busquen y verán que la vida realmente merece ser vivida cuando uno la vive en verdad y en el bien.
Que en esta Cuaresma tomemos conciencia de lo que queremos seguir, de lo que queremos vivir y de aquello que queremos hacer.
Les dejo mi bendición en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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