sábado, 14 de marzo de 2009
BENEDICTO XVI LAMENTA QUE «DENTRO DE LA IGLESIA SE MUERDE Y SE DEVORA»
En una carta inédita, que aclara la polémica de los obispos lefebvrianos, admite errores, pero critica la dureza de las reacciones entre los católicos
Por Íñigo Domínguez Roma
Benedicto XVI destila la soledad de su cargo, la amargura de ser incomprendido y también humildad en explicarse y reconocer los errores en una carta inédita por muchos aspectos. Sobre todo porque señala con dolor la «hostilidad» de parte de los católicos contra él a raíz de la polémica sobre los 'lefebvrianos' y asegura que dentro de la Iglesia «se muerde y se devora». Impresiona escucharle las mismas palabras que decían de él cuando fue azote de teólogos disidentes en sus 24 años como prefecto de la Doctrina de la Fe.
Se trata de la misiva, conocida ayer íntegra, que aclara la reciente revocación de la excomunión a cuatro obispos 'lefebvrianos', el grupo ultraconservador cismático, y la polémica surgida porque uno de ellos, Richard Williamson, acababa de negar en una entrevista el Holocausto. Tras mes y medio de conflicto, el Papa agradece al mundo judío la comprensión del malentendido, pero carga con unas duras cartas de San Pablo a los gálatas contra esa parte de la Iglesia que le ha criticado: «Desgraciadamente este 'morder y devorar' existe también hoy en la Iglesia como expresión de una libertad mal interpretada».
El portavoz vaticano, Federico Lombardi, tuvo que explicar luego que esta frase no quiere impedir el debate, «sino que indica las características que debe tener: fuerte, claro, respetuoso de la buena intención del otro». El malestar de Ratzinger se dirige principalmente a los episcopados de su Alemania natal, Francia, Austria y Suiza, los más críticos con su decisión.
Esta crisis fue fruto de la desafortunada coincidencia del perdón papal con las declaraciones de Williamson -aunque sus ideas no eran nuevas-, pero también de una pésima gestión del caso. De hecho Benedicto XVI anuncia que Ecclesia Dei, la comisión responsable, es absorbida por la congregación de Doctrina de la Fe. También se debió a las deficiencias en la comunicación de la Santa Sede, y el pontífice admite el error de no haber explicado que el fin de la excomunión era una medida personal, no doctrinal, y no significaba un retorno en bloque de toda la comunidad. Lo cierto es que sólo días después la Santa Sede especificó que los 'lefebvrianos' debían acatar el Concilio Vaticano II.
Rencores enconados
La carta del Papa, siete páginas, prueba hasta qué punto la crisis ha removido rencores profundos de la Iglesia. El debate latente es el espíritu del Concilio Vaticano II, la gran reforma católica cuajada entre 1962 y 1965, que para unos se quedó corta y para otros fue demasiado lejos. Ratzinger está más bien entre estos últimos, cuyo extremo son precisamente los 'lefebvrianos', integristas de la tradición. El pontífice lamenta que hay quienes «acusan al Papa de querer volver atrás, a antes del Concilio» y admite que ha salido a la luz «una amargura que revela heridas más allá del momento». Escribe que su decisión ha causado «una discusión de tal vehemencia como hace mucho tiempo no se había experimentado».
En cuanto a quien plantea si este gesto era realmente una prioridad, Benedicto XVI replica que una de sus metas es la unidad cristiana y defiende la generosidad de la Iglesia. Aunque las críticas se preguntan por qué lo es con unos y con otros no. Como ya había justificado el Vaticano, el Papa insiste en que ignoraba las declaraciones de Williamson. «Me han dicho que Internet habría dado la posibilidad de conocer a tiempo el problema», dice Ratzinger, que promete consultarlo a partir de ahora. De todos modos no hacía falta Internet, las frases de Williamson estaban en la prensa italiana el 22 de enero, dos días antes del anuncio del perdón. O el Papa vive en otro planeta o nadie se lo dijo o no consideró relevantes las opiniones de Williamson.
Fuente El Montañés
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