El declive de las vocaciones religiosas no es nada complejo. De hecho, el mismo artículo que intenta poner excusas también va a la raíz del problema, y el problema es muy simple: sin catolicismo, no hay vocaciones.
Si la Iglesia (en Argentina, y en todas partes) se presenta como una ONG de izquierda que promueve la “justicia social”, por supuesto que las vocaciones se resentirán, porque los católicos no tienen la vocación de convertirse en trabajadores sociales de izquierda que promueven la “justicia social”.
¿Sabes quién podría tener este tipo de “vocación”? Los homosexuales que buscan un trabajo con muchos “hombres” alrededor, o los pedófilos que buscan acercarse a los niños sin que nadie los “moleste”, esos son. Incluso sospecho que un tipo en particular, que luego hizo una excelente carrera, descubrió su “vocación” después de haber descubierto “otras tendencias” de las que, en mis años mozos, no se hablaba.
Es, sin duda, cierto que el mundo se ha vuelto más próspero, pero la prosperidad no está ligada a la falta de vocaciones. Algunas de las regiones históricamente más prósperas, también tenían muchas vocaciones. En Alemania, o en los Países Bajos, las sociedades tradicionalmente prósperas siempre han ido acompañadas de una robusta religiosidad, hasta que el Vaticano II lo arruinó todo para todos.
En los mismos Estados Unidos, tradicionalmente hemos visto desarrollarse un espíritu religioso muy fuerte en medio de una riqueza sin precedentes. Incluso dentro de tu propia familia o pueblo, no se puede decir que los ricos se olviden de Dios y los pobres no. Muchos pobres se convierten en pequeños quejosos comunistas resentidos, y muchos ricos se vuelven más religiosos a medida que se vuelven más prósperos.
La respuesta a la crisis de vocaciones tiene una palabra-antídoto: catolicismo.
Es irónico que el artículo enlazado anteriormente examine la crisis de vocaciones en Argentina e identifique como causas el izquierdismo político, la actitud de queja social y la falta de contenido católico. El “papa” ingloriosamente reinante es la encarnación de las tres cosas. Es imposible comprender cómo un tipo con esa actitud puede promover vocaciones.
Las revistas católicas, de todos los grados de catolicismo, siguen danzando alrededor del elefante en la habitación: la falta de contenido propiamente católico.
Puedes hacer un experimento. En primer lugar, anota mentalmente, después de misa, los puntos principales de la homilía del Vaticano II que acabas de escuchar. Luego vete a casa, busca un canal de YouTube con una Misa Tradicional en tu idioma, y escucha una (no dos, ni tres: una) homilía. Te sorprenderá la riqueza y el alimento espiritual del sacerdote tradicional, en comparación con el agua azucarada que te hacen beber cada domingo en el novus ordo. Y esperemos que, en tu iglesia, no hayas tenido que soportar los aplausos, y la invitación a estos y aquellos a “levantarse” y ser aplaudidos, o los horribles himnos que parecen haber sido compuestos para hacerte perder cualquier fe que tuvieras.
El antídoto es muy sencillo, e incluso el artículo enlazado lo dice muy claro. No hacen falta recetas especiales, ni siquiera grandes santos (aunque ayudarían, y mucho). Sólo se trata de hacer callar a los políticos de izquierda, a los guerreros de la “justicia social” y a los maricones, y todo volverá a ir bien, en poco tiempo.
Mundabor
La respuesta a la crisis de vocaciones tiene una palabra-antídoto: catolicismo.
Es irónico que el artículo enlazado anteriormente examine la crisis de vocaciones en Argentina e identifique como causas el izquierdismo político, la actitud de queja social y la falta de contenido católico. El “papa” ingloriosamente reinante es la encarnación de las tres cosas. Es imposible comprender cómo un tipo con esa actitud puede promover vocaciones.
Las revistas católicas, de todos los grados de catolicismo, siguen danzando alrededor del elefante en la habitación: la falta de contenido propiamente católico.
Puedes hacer un experimento. En primer lugar, anota mentalmente, después de misa, los puntos principales de la homilía del Vaticano II que acabas de escuchar. Luego vete a casa, busca un canal de YouTube con una Misa Tradicional en tu idioma, y escucha una (no dos, ni tres: una) homilía. Te sorprenderá la riqueza y el alimento espiritual del sacerdote tradicional, en comparación con el agua azucarada que te hacen beber cada domingo en el novus ordo. Y esperemos que, en tu iglesia, no hayas tenido que soportar los aplausos, y la invitación a estos y aquellos a “levantarse” y ser aplaudidos, o los horribles himnos que parecen haber sido compuestos para hacerte perder cualquier fe que tuvieras.
El antídoto es muy sencillo, e incluso el artículo enlazado lo dice muy claro. No hacen falta recetas especiales, ni siquiera grandes santos (aunque ayudarían, y mucho). Sólo se trata de hacer callar a los políticos de izquierda, a los guerreros de la “justicia social” y a los maricones, y todo volverá a ir bien, en poco tiempo.
Mundabor
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