Por Monseñor De Segur (1862)
¿Hay algún protestante que pueda decir lo que cree y por qué lo cree?
Jamás podrá un protestante dar una cuenta razonable de su creencia; y es muy sencillo que sea así. Creer, es someter el espíritu a la enseñanza de una autoridad independiente de los que les están sometidos y revestida de un derecho a esta sumisión. Pero, ¿dónde está esa autoridad para el protestante? ¿Por ventura en la Biblia? Mas según dicen los protestantes de mayor suposición, ahí se encuentra lo que se quiere, interpretándola cada cual a su antojo. El protestante, por consecuencia del famoso y falso principio del libre examen, no cree, no tiene fe. Sustituye él a la fe; su propia razón a la autoridad de la Iglesia, las divagaciones del espíritu humano.
El protestante, que a pesar de su separación de la Iglesia, conserva ciertas creencias cristianas; es como un desertor, que a pesar de su deserción, conserva algunos restos de su uniforme y de su arma. Pero sus creencias están basadas en nada; y él no podrá, lo aseguro, dar razón de lo que cree ni a un católico, ni siquiera a un incrédulo.
Lo contrario le sucede a un católico, pues nada hay más justificado que su fe. Él está unido a Jesucristo, autor de esta fe, por medio de la Iglesia, la cual es una institución viva y permanente, establecida para ese efecto por el mismo Jesucristo; de modo que se remonta en antigüedad a través de los siglos. El protestante ha roto este vínculo divino; y por lo mismo está separado de Jesucristo, aun cuando diga que cree en Él. No basta llamar a Jesús, Señor y Salvador, para formar parte de su reino; si no que es necesario hacer su voluntad, como Él mismo lo ha declarado solemnemente.
No me detendré aquí a demostrar, que el protestante no puede apoyar sus creencias, en la autoridad y en la enseñanza de sus pastores. Todo el mundo sabe que uno de los principios del protestantismo, es que todos los cristianos son iguales y que a nadie le sienta bien hacer de maestro. Juan Jacobo Rousseau, que era protestante y a quien cito por lo mismo, decía: “Los ministros protestantes no saben lo que creen, ni lo que quieren, ni lo que dicen; y ni aun se sabe lo que ellos aparentan creer”
El conde de Maistre añadía con donaire: “Cuando uno de esos predicantes toma la palabra ¿qué medios tiene para probar lo que dice? ¿Cómo sabremos que los que le oyen no se burlan de él? Me figuro oír a cada uno de sus oyentes decirle con irónica sonrisa: En verdad, yo creo que este cree que yo lo creo”.
De cómo las palabras cristianismo y catolicismo, significan absolutamente una misma cosa
Quien dice cristianismo, dice catolicismo; pues el catolicismo no es una forma accidental, sino la forma única y divinamente instituida de la religión cristiana. Si la Iglesia de Jesucristo desde los primeros siglos se ha llamado no solamente cristiana, sino también Católica, es para distinguirse de las sectas que se separaban de ella; las cuales se obstinaban en llamarse cristianas, porque le quedaban ciertos harapos de cristianismo.
El mismo Nuestro Señor Jesucristo es quien fundó sobre la tierra este gobierno espiritual, esta monarquía religiosa y universal, que de todos los cristianos esparcidos en el mundo, forma una sociedad, una Iglesia, un cuerpo, al cual se da por eso el nombre de IGLESIA CATÓLICA. El mismo Jesucristo es quien instituyó en esta Iglesia el Sumo Pontificado; y bajo esta institución divina, instituyó también el Episcopado; y para auxiliar y secundar al Papa y a los Obispos, instituyó así mismo el simple sacerdocio. El sucesor de San Pedro es, por derecho divino, cabeza de la religión cristiana y pastor de todos los Obispos, de todos los sacerdotes y de todos los fieles; y también es Juez Supremo de todas las cuestiones religiosas, y Doctor de la verdadera fe.
El único medio de ser cristiano, dice Bossuet, es ser católico; esto es, pertenecer no solamente por simpatías y creencias sino también por la práctica descubierta y pública, a la Iglesia Católica, a la Iglesia gobernada por el Papa, al único rebaño de Jesucristo.
No ha habido nunca ni puede haber jamás, sino un solo cristianismo. Si el protestantismo fuera el cristianismo, no lo sería el catolicismo.
Esta no es una cuestión de forma, sino una cuestión de fondo. La institución de Jesucristo, no puede someterse a los caprichos de nadie; y así el protestante que se forja un cristianismo de capricho, no tiene el verdadero cristianismo, el cristianismo que Nuestro Señor estableció en la tierra y cuya propagación confió a la Iglesia, depositaria de su propia autoridad.
En nuestros días se ha hecho un lamentable abuso del nombre de cristiano. Desde el protestante que admite o rechaza la Divinidad de Jesucristo, hasta el socialista que a nombre de la libertad quiere aniquilar a la Iglesia, toda la turba de herejes y revolucionarios, hacen alarde de cristianismo. ¡Pero qué cristianismo!
Ser cristiano es ser católico. Fuera de eso se podrá ser luterano, calvinista, mahometano, mormón, libre pensador, budista; pero ni se es, ni se puede ser cristiano.
Tomado del libro “Conversaciones sobre el protestantismo actual”, impreso en 1862.
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