“Si veis a un mal sacerdote al frente de una parroquia, debéis afligiros y temer que tal vez nuestros pecados merezcan tan horrible castigo, pues la Sagrada Escritura nos enseña que el mayor y más terrible flagelo que Dios envía a un pueblo es dar es malos sacerdotes.
Hasta que la ira del Señor alcance su cúspide, Él permite que las naciones se armen unas contra otras; que los campos se vuelvan estériles; que el hambre, la desolación y la muerte ejerzan su dominio sobre la tierra.
Sin embargo, cuando su justa indignación llega a su punto culminante, envía el último y más atroz de sus castigos al permitir que aparezcan entre los hombres ministros infieles, sacerdotes manchados, pastores escandalosos. Entonces sucede que las abominaciones del pueblo son la causa de los malos sacerdotes, y los malos sacerdotes son el mayor castigo con que Dios castiga al pueblo”.
San Antonio María Claret
Catecismo da Doutrina Cristã Explicada & Adaptada para Jovens Homens, Editora Ave Maria, 1934, p. 305
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