jueves, 13 de enero de 2022

CONTRA LA TERAPIA REPARATIVA, CONTRA EL CRISTIANISMO

Una ley en Canadá y una propuesta en el Reino Unido prohíben cualquier palabra o acción que pueda animar a volver a la heterosexualidad a las personas que se sienten incómodas con la homosexualidad. 

Por Luca Volontè


El lazo de las prohibiciones de las terapias reparadoras, ahora peligrosamente llamadas terapias de "conversión", se está convirtiendo, por el momento sólo en el Reino Unido y Canadá, en la criminalización del cristianismo, porque como escribió Solzenicyn hace 50 años, “el sistema de hoy... nos exige una completa entrega del alma”. Las terapias reparadoras, promovidas por primera vez por el psicólogo estadounidense Joseph Nicolosi (1947-2017), consisten en tratar el malestar de la homosexualidad del paciente, ayudándole a aceptar su propia intimidad e identificando las causas de su malestar. 

La prohibición de este tipo de terapias, a causa del dogma de la “identidad de género”, se ha ampliado recientemente a la prohibición de las terapias de conversión genéricas, que también incluyen oraciones, vigilias e incluso el anuncio de la creación divina de identidades sexuales masculinas y femeninas. En el Reino Unido, el gobierno ha lanzado desde el 29 de octubre  una consulta popular para legislar sobre la prohibición de la genérica y ampliamente definida "terapia de conversión".

Las conversaciones (incluso las privadas) destinadas a ayudar a alguien a cambiar su orientación sexual o su identidad “de género” podrían ser prohibidas (con sanciones penales), a menos que se firme previamente un formulario de consentimiento formal. Los menores de 18 años no pueden consentir estos encuentros y sería un delito penal cuestionar la “identidad transgénero” de un niño. Los padres y quienes ejercen el ministerio pastoral podrían ser multados o encarcelados por presentar la moral sexual bíblica a sus hijos y durante las reuniones religiosas.

Las organizaciones inglesas de abogados y activistas cristianos evangélicos y anglicanos, Christian Concern y Christian Institute, están al frente de esta batalla por la libertad de religión y de conciencia. La preocupación ha aumentado en las últimas semanas, a pesar de las declaraciones conciliadoras de la ministra de Asuntos Exteriores e Igualdad, Liz Truss, que reiteró la posición del gobierno el 1 de diciembre al dirigirse a los Comunes: “La libertad de expresión y la libertad de religión deben protegerse incluso en caso de prohibición de la terapia de conversión”. Sin embargo, la noticia aparecida en los mismos días en las columnas de "The Telegraph" sobre el adoctrinamiento obligatorio de los funcionarios en materia de identidad “de género”, contribuyó a aumentar la preocupación.

Desde finales de noviembre hasta el 10 de diciembre, 1.700 pastores y agentes de pastoral cristianos firmaron una carta en la que expresaban su profunda preocupación al ministro porque “el enfoque legislativo esbozado por el ejecutivo amenaza la libertad de conciencia y de religión”. La propia definición utilizada por el gobierno ("terapias de conversión") es tan amplia que hace ilegal incluso "persuadir, enseñar y ayudar a personas de todas las edades a convertirse en cristianos ortodoxos y a vivir como tales... [aunque] no debería ser un delito que instruyéramos a nuestros hijos en que Dios los hizo varones y mujeres, a su imagen y semejanza, y que reservó el sexo para el matrimonio de un hombre y una mujer... hay una clara posibilidad de que nuestro deber de proclamar el señorío de Jesucristo... pueda ser criminalizado. Proclamando a Jesucristo y las verdades bíblicas, los pastores y sacerdotes cristianos nunca se rendirán, violarán la eventual ley, dispuestos a ir a la cárcel.

El gobierno del Primer Ministro del Reino Unido, Boris Johnson, parece haber entendido el mensaje y el 9 de diciembre, un día antes de que finalizara el plazo de la consulta popular, decidió prorrogarla hasta el 4 de febrero.

La censura de las libertades también es fuerte en Canadá, donde en pocos días el gobierno de Trudeau presentó, aprobó y puso en vigor una ley "anticonversión" (Bill C-4) peor que la británica. El texto fue presentado el 29 de noviembre en la Cámara, aprobado el 2 de diciembre, y finalmente aprobado sin enmiendas el 4 de diciembre por el Senado, y entró en vigor el 8 de diciembre. La ley tipifica como delito la promoción o publicidad de la "terapia de conversión". La prohibición incluye "cualquier práctica, tratamiento o servicio diseñado para cambiar la orientación sexual de una persona a heterosexual o para cambiar la identidad 'de género' de una persona a cisgénero".

La ley también ha recibido duras críticas por su carácter anticientífico por parte de la Asociación Americana de Psicología y la Asociación Canadiense de Psicología, después de que un reportaje de la cadena de televisión canadiense W5 pusiera de manifiesto los peligros del creciente "transgenerismo" entre los niños del país.

La ley prohíbe la terapia para adultos con consentimiento, así como a los niños y adultos sin consentimiento, creando cuatro nuevos delitos en el Código Penal: 
1) inducir a una persona a someterse a una terapia de conversión
2) someter a un menor a una terapia de conversión en el extranjero
3) beneficiarse de la prestación de la terapia de conversión
4) publicitar o promover la práctica, con penas de dos a cinco años de prisión. 

Aconsejar a un joven, incluso por parte de sus padres, que acepte el cuerpo en el que ha nacido se considera una "terapia de conversión" castigada con hasta cinco años de cárcel y, del mismo modo, las enseñanzas fundamentales del cristianismo bíblico están "proscritas".

Los obispos católicos de Canadá, que esperaban cambios en el Senado, han quedado decepcionados (en ingles aquí). La Coalición Cristiana
 ‘Campaign Life’ protesta contra una ley que socava la democracia y convierte el "cristianismo en algo ilegal"

Seamos claros, la guillotina sobre los derechos religiosos, de conciencia y de los padres es, en realidad, una censura a Dios creador, sacrificada en el altar del dogma lgbt.


La Brujula Cotidiana


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