1. La primera rareza de estos días es la peste misma. Se trata de una epidemia prevista (video de hace siete años), planificada y con números que no cierran (aquí y aquí). Los enlaces que comparto son apenas una mínima muestra de lo que puede verse y escucharse. Se trata de archivos y de números.
No estamos negando los muertos y las situaciones trágicas y extremas que se están viviendo en Italia y España, y que se vivirán en estos días en otros países. Se trata de alejar el zoom y tratar de tomar distancia por un momento del instante.
Y lo que concluimos es que estamos siendo víctimas de un formidable experimento de disciplinamiento social, con consecuencias inimaginables, y la peor de todas no será ni de lejos los miles de muertos por el coronavirus sino los que morirán por la destrucción de la economía a escala planetaria y por el aniquilamiento del tejido social.
Aunque quizás ni siquiera sea esta la peor consecuencia, sino otra, orwelliana y cercana al kali yuga. Sólo algunos ejemplos espigados de las noticias del fin de semana: Gordon Brown, ex premier británico, pide formalmente la constitución de un gobierno mundial “provisorio”, el gobierno de España autoriza el seguimiento permanente y en tiempo real (trackeo) de sus ciudadanos a través del celular y en Perú eximen de responsabilidad penal a militares y policías que disparen o maten a personas por incumplimiento de la cuarentena mientras patrullan las calles.
Esto no es conspirativismo. Esto es leer los diarios con un mínimo de diakrisis.
2. Si vemos lo que ocurre en la Iglesia, tenemos casos ejemplares de sacerdotes que han entregado literalmente su vida en el cumplimiento de su ministerio. Al conocido caso de don Giuseppe Berardelli, de Bérgamo, podemos agregar el de don Pedro Pérez, de Madrid, que se encuentra en estado grave en su casa parroquial y ha renunciado a ser internado en la sala de terapia intensiva a fin de dejar el lugar a otros pacientes. Muchos sacerdotes de Argentina, y seguramente de otros países, al tener sus iglesias cerradas pero al estarles permitida la circulación, se dedican a visitar hospitales, o bien, a las personas ancianas, enfermas o solas en sus casas, confesándolos y confortándolos con su palabra. Gran parte del bajo clero está demostrando la entrega propia de su misión que todos esperábamos y son una realidad reconfortante para el alma.
3. Gran parte, pero no todos. Hay ejemplos de la cobardía e indignidad de otra buena parte del clero. En alguna diócesis hay sacerdotes que tratan de encontrar excusas higiénicas para no acercarse a los eventuales enfermos y en otras se proponen soluciones estrambóticas para poder asistirlos, tales como dar al hospital entero la absolución colectiva desde detrás de una pared. La más curiosa e indignante que he escuchado proviene de una diócesis argentina donde el obispo (¿a pedido de los interesados?) ordenó que todos los sacerdotes mayores de 60 años permanezcan en sus casas sin salir por ningún motivo (ni siquiera llevar los sacramentos). Y alguno(s) de estos sacerdotes felizmente exceptuados, con anuencia del ordinario, ofrecen a los fieles más allegados a la parroquia, llevar el Santísimo Sacramento a sus casas a fin de que puedan rezar ante él, y el padre de familia pueda dar de comulgar a sus hijos. Nunca había escuchado tamaño disparate que está revelando la calidad de la fe en la presencia real de Nuestro Señor en la eucaristía que tiene esta gente, que la ofrece como si ofrecieran una estampita o una imagen de la Virgen peregrina. Los que se llenaban la boca con la cercanía y el “olor a oveja”, ahora se esconden en sus establos. Y, seguramente, se dedicarán a seguir leyendo la Laudato sì.
4. Los obispos, en tanto, siguen con sus idioteces. Basta mirar el boletín diario de noticias de Aica para ver a los mitrados parloteando acerca de cómo lavarnos las manos, por qué hay que permanecer encerrados y lugares comunes por el estilo. Estamos experimentando en estas situaciones difíciles las consecuencias de que la cúpula vaticana haya elegido durante décadas para el oficio episcopal a los peores representantes del clero: los más decadentes, los más obsecuentes, los más idiotas, los más manipulables por sus vicios y doble vidas, los más ignorantes y un largo etcétera del mismo género. Mientras excelentes y virtuosos sacerdotes, que los hay en todas las diócesis, transcurren sus vidas ignorados y perseguidos por el episcopado, a esta categoría se encaraman solo los más esmirriados.
5. Como señala la Specola diariamente en su blog, el Vaticano está desierto. Los augustos representantes de la Iglesia en salida y "constructora de puentes" se encuentran en su covachas, sin asomar siquiera la nariz, por temor a que el virus, que puede llegar a convertirse en un saludable vector sanitario para toda la Iglesia, se ensañe con ellos. Cuando pase la tormenta, creo que una de las conclusiones que sacaremos es que el modelo de Iglesia que se impuso desde el Vaticano II a esta parte y cuyos "frutos más maduros y prometedores" ocupan ahora los puestos de dirección, comenzando por la Sede de Pedro, ha sido un fracaso rotundo. No quedará más, espero, que barajar y dar de nuevo, si es que tenemos tiempo para otra partida.
6. El viernes, el papa Francisco dirigió una extraña ceremonia en una solitaria Plaza de San Pedro. La escenografía fue soberbia y dejó atrás a Amarcord, y Luchino Visconti la habría querido para alguna de sus películas. La ceremonia tuvo dos partes claramente diferenciadas y producto de dos autores. La primera, guionada seguramente por el mismo papa Francisco, y la segunda (la adoración y bendición con el Santísimo Sacramento), en cambio, siguió el guión de la tradición litúrgica de la Iglesia.
La primera parte dejó gusto a nada: lavada y aburrida, con un protagonista falto de ángel, aun cuando se empeñara por entornar los ojos de tanto en tanto para señalar al público las pretendidas agudezas de su ingenio. El sermón del Pontífice fue lamentable. Si leyéramos los sermones que nos dejaron los papas y santos de tiempos pasados que tuvieron que atravesar también tiempos de epidemias, encontraríamos un argumento central y único: hemos pecado, Dios nos castiga, recemos y hagamos penitencia para aplacar la ira divina y obtener su perdón. Ninguno de estos conceptos estuvo presente en el discurso pontificio. Dijo: “Señor, nos diriges una llamada, una llamada a la fe. Que no es tanto creer que Tú existes, sino ir hacia ti y confiar en ti”. Esta es la esencia de la religión del papa Francisco: la fe no consiste en creer que Nuestro Señor existe, sino en confiar en “algo” que puede ser inexistente. Psicologismo puro, consejos de autoayuda al peor estilo Stamateas y emotivismo. ¿Tiene fe el papa Francisco?
Y siguió más adelante: “(Tener fe en la cruz de Cristo) es animarse a motivar espacios donde todos puedan sentirse convocados y permitir nuevas formas de hospitalidad, de fraternidad y de solidaridad”. Palabras escalofriantes como las anteriores, propias de un sociólogo de izquierdas y no del Sucesor de Pedro.
Este parte francisquista de la ceremonia fue lúgubre y aburrida, muy parecida a un servicio religioso calvinista. Muchos dirán que no podía pretenderse otra cosa dadas las circunstancias. Y yo digo que la liturgia católica, aún en las ocasiones más tristes y trágicas, como puede ser el Viernes Santo o los funerales, nunca es aburrida y mucho menos lúgubre. Tiene una vivacidad y un espíritu que aquí no se encontró. Peor aún. La liturgia romana tiene previstas varias ceremonias impetratorias para tiempos difíciles. No sólo no se siguió ninguna de ellas, sino que se innovó hasta lo insólito. En este tipo de celebraciones, lo propio ha sido desde los primeros siglos, las letanías de los santos. De eso se trata; de implorar a toda la corte celestial que interceda por nosotros ante el trono del Dios Omnipotente. En este caso tuvimos letanías inventadas probablemente por el mismo Bergoglio (son propias de su estilo), dirigidas directamente a Dios Padre prescindiendo de los mediadores (el típico estilo protestante) e implorando, entre otras cosas, que nos libre de las fake news.
Lo cierto es que ante un mundo que se derrumba, la Iglesia, excepción hecho de un legión de buenos y santos sacerdotes, nos ha dejado abandonados en el vendaval. Nos ayude la Santísima Virgen María, Madre de Dios y madre nuestra.
Dejo aquí la versión actualizada de las oraciones para los tiempos de peste y mortandad. Las mismas se rezan diariamente en la iglesia de Nuestra Señora de la Paz de Madrid, atendida por los sacerdotes del Instituto de Cristo Rey, a las 19:30 hs. (14:30 hs. hora argentina) seguida de la Santa Misa. Puede verse a través de Youtube en el canal del Instituto siguiendo este enlace.
La Santa Misa puede seguirse también diariamente a las 19 hs. en el canal del P. Javier Olivera Ravasi.
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