Soros y Greta |
Por Francisco Gómez*
Es necesario y conveniente recordar que estamos hablando de una personita nacida en Enero de 2003, que con el beneplácito de sus padres, ha interrumpido su educación declarándose en rebeldía, para plantarse delante del parlamento de su país, mientras denuncia las atrocidades del llamado cambio climático.
De golpe, se ha convertido en la hija que todo padre progre (a los que les gusta elegir el modelo, color y tipo de hijos) desearían tener, seguramente sin el síndrome. Pues bien, si tenemos en cuenta que la mamá es cantante de ópera famosa por haber participado en su día en Eurovisión (imagínense) y el papá es un afamado director de cine, escritor y no sabemos cuantas cosas más (lo que viene siendo un hombre renacentista de toda la vida) parece obvio que están encantados con la fiesta que se está formando alrededor de la dichosa niña.
Parece que las conexiones con poderosos activistas son evidentes, habiéndole dado el ok sus papis para que la conviertan en una estrella mediática, dado que no hay medio informativo que no se desviva por dedicarle un espacio. Pero lo peligroso se palpa cuando empresas energéticas y poderosos magnates, no dudan ni un instante en respaldarla a ella y a su causa con ingentes cantidades de dinero y medios materiales para condicionar la opinión pública, una vez más desde altas instancias del globalismo más radical supuestamente por intereses siempre espurios o de dudosa legitimidad.
No voy a entrar en cuestiones lógicamente previsibles, como por ejemplo lo de «la pobre niña», que si «el juguete roto», que si «ya veremos que le depara el futuro» y demás porque, para eso ya están los psicólogos y periodistas que ya han entrado al ruedo con estas cuestiones poco sesudas, pero que suenan bien a la audiencia.
De golpe, se ha convertido en la hija que todo padre progre (a los que les gusta elegir el modelo, color y tipo de hijos) desearían tener, seguramente sin el síndrome. Pues bien, si tenemos en cuenta que la mamá es cantante de ópera famosa por haber participado en su día en Eurovisión (imagínense) y el papá es un afamado director de cine, escritor y no sabemos cuantas cosas más (lo que viene siendo un hombre renacentista de toda la vida) parece obvio que están encantados con la fiesta que se está formando alrededor de la dichosa niña.
Parece que las conexiones con poderosos activistas son evidentes, habiéndole dado el ok sus papis para que la conviertan en una estrella mediática, dado que no hay medio informativo que no se desviva por dedicarle un espacio. Pero lo peligroso se palpa cuando empresas energéticas y poderosos magnates, no dudan ni un instante en respaldarla a ella y a su causa con ingentes cantidades de dinero y medios materiales para condicionar la opinión pública, una vez más desde altas instancias del globalismo más radical supuestamente por intereses siempre espurios o de dudosa legitimidad.
No voy a entrar en cuestiones lógicamente previsibles, como por ejemplo lo de «la pobre niña», que si «el juguete roto», que si «ya veremos que le depara el futuro» y demás porque, para eso ya están los psicólogos y periodistas que ya han entrado al ruedo con estas cuestiones poco sesudas, pero que suenan bien a la audiencia.
Voy a entrar en la permisividad de los padres que han tomado como ejemplo a Greta, para llevar a sus hijos de excursión urbana, un domingo por la mañana a manifestarse contra el cambio climático, al que supuestamente ellos han contribuido, aunque me consta que seguramente reciclan con bolsas de colores y recorren cientos de metros cada noche para depositar los residuos correctamente y de paso, sacar a la mascota de los niños que ellos no cuidan, ya que como no les enseñan los mínimos valores, ni eso saben hacer. Hace unos meses querían que sus hijos sean Messi, Ronaldo, Shakira o Rosalía. Hoy quieren que sean como Greta Thunberg para lavar sus conciencias enfermizas, causadas por la intoxicación mental sufrida, gracias a su falta de criterio con respecto a casi nada, fruto del relativismo social y cultural propio del globalismo al que nos vemos sometidos cada día.
De papás con zapatillas caras made in China, teléfonos de última generación, para estar informados de todo y para dejar que sus hijos entren en internet, sin control, con tal de que les dejen en paz mientras hablan de lo buenos que son en las diferentes actividades extraescolares, en la terraza de un bar a la par que comparten unas cervezas, con ropa de Zara al que después despellejan en Twitter por sus donaciones, para terminar opinando, que al presidente Sánchez es al que mejor le quedan las chaquetas; pues que vamos a esperar…
¿Se quejan de lo sucias que están algunas playas del Caribe (al que como mucho han ido una vez en viaje de novios) por culpa de Trump y no rechistan ante la contaminación generada por China?, ¿Se quejan de la explotación infantil cuando calzan y visten ropas de marcas americanas fabricadas en Taiwán?, ¿Se quejan del CO2 que ocasionan las vacas y los coches y por eso se hacen veganos y montan en patín? No a las tres preguntas: consumen, ensucian, maleducan y por si fuera poco, en verano me temo que no hacen asco a bañarse en la playa de su pueblo contaminada con escherichia coli que sale de sus propias cañerías, hasta que se enervan y reaccionan recogiendo colillas de cigarrillos a cambio de vasos de sangría o cerveza con el respaldo del Alcalde de turno, para que salga la noticia de su localidad en los noticieros.
De papás con zapatillas caras made in China, teléfonos de última generación, para estar informados de todo y para dejar que sus hijos entren en internet, sin control, con tal de que les dejen en paz mientras hablan de lo buenos que son en las diferentes actividades extraescolares, en la terraza de un bar a la par que comparten unas cervezas, con ropa de Zara al que después despellejan en Twitter por sus donaciones, para terminar opinando, que al presidente Sánchez es al que mejor le quedan las chaquetas; pues que vamos a esperar…
¿Se quejan de lo sucias que están algunas playas del Caribe (al que como mucho han ido una vez en viaje de novios) por culpa de Trump y no rechistan ante la contaminación generada por China?, ¿Se quejan de la explotación infantil cuando calzan y visten ropas de marcas americanas fabricadas en Taiwán?, ¿Se quejan del CO2 que ocasionan las vacas y los coches y por eso se hacen veganos y montan en patín? No a las tres preguntas: consumen, ensucian, maleducan y por si fuera poco, en verano me temo que no hacen asco a bañarse en la playa de su pueblo contaminada con escherichia coli que sale de sus propias cañerías, hasta que se enervan y reaccionan recogiendo colillas de cigarrillos a cambio de vasos de sangría o cerveza con el respaldo del Alcalde de turno, para que salga la noticia de su localidad en los noticieros.
Para concluir diré, que el cambio climático es una patraña (recuerdan a Al Gore!!) y por ello deberíamos estar todos muertos achicharrados por el calor abrasador del verano, o ahogados por el deshielo mayúsculo de los polos o que la misma vieja Venecia ya no debería existir tal y como se vaticinó hace más de veinte años y que tal y como sucedía desde entonces, los gurús apocalípticos siguen siendo los mismos que mueven los hilos, pero con caras nuevas como la de nuestra protagonista del discurso lacrimógeno, teatral y dirigido al mundo desde las Naciones Unidas, paraninfo en demasiadas ocasiones de lo estúpidamente correcto.
*Politólogo y colaborador de AD
Alerta Digital
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