Por
el Padre Ricardo B. Mazza
Celebramos
hoy el nacimiento de san Juan Bautista, el precursor de Jesús y patrono de esta
parroquia.
Tener
un santo patrono no es solamente contar con el patrocinio de alguien que sirvió
al Señor y que por lo tanto, reconocida su santidad, es intercesor nuestro,
sino también considerar un modelo de vida que nos presenta la Iglesia para que
lo imitemos. Imitando a los santos nos acercamos a la contemplación del modelo
por excelencia que es el mismo Cristo. Cantábamos recién la antífona del salmo
responsorial diciendo “te doy gracias porque fui formado de manera tan
admirable” (Sal. 138). Seguramente estas palabras fueron repetidas también en
su interior, por el mismo Juan el Bautista.
El considerar su vida nos permite
reflexionar sobre la vocación humana en el sentido que cada uno está
presente desde toda la eternidad en el pensamiento del Creador.
Es
su Providencia la que nos llama a la existencia con una misión particular para
la gloria de Dios y el bien de los hermanos. De allí que hemos de preguntarnos
siempre qué quiere Dios de cada uno de nosotros para poder responder, como lo
hizo Juan, con fidelidad a lo que el Señor quiere.
La
liturgia que celebramos nos muestra lo que la Iglesia vive cada día.
Hoy
celebra a Juan, el único santo del que se recuerda su nacimiento para este
mundo, y el nacimiento para el cielo, el dies Natalis de su martirio, cada 29
de agosto.
¿Por
qué es tan importante la figura de Juan? Es el nexo entre el Antiguo y el Nuevo
Testamento, cuya misión será la de preparar la venida de Jesús al corazón de
los hombres.
El
texto de Isaías (49,1-6) que hemos proclamado, si bien, se refiere a la persona
del Mesías, la liturgia del día lo aplica también a Juan el precursor, de
manera que en él se cumple aquello de que “el Señor me llamó desde el vientre
materno, desde el vientre de mi madre pronunció mi nombre. Él hizo de mi boca
una espada afilada”. Así fue Juan, no tuvo miedo jamás de proclamar la verdad,
como cuando le dijo a Herodes “no te es lícito vivir con la mujer de tu
hermano”, y eso le costó el perder la cabeza.
“Tú
eres mi servidor Israel, por ti yo me glorificaré”, referencia al Mesías y a
Juan que va anunciando la necesidad de prepararse para el Señor que viene no
sólo a la humanidad toda sino también a cada persona humana.
El
que me colmó me ha hablado “para que yo sea su servidor” caracteriza el
semblante no sólo del Mesías, sino también el de Juan, con presencias distintas
en este mundo. Y así, mientras Juan administra un bautismo de penitencia, de
conversión, Jesús instituye el sacramento que hace justo al hombre desde su mismo
ser.
Isaías
recuerda del Mesías que es “demasiado poco que seas mi Servidor para restaurar
a las tribus de Jacob….Yo te destino a ser la luz de las naciones, para que
llegue mi salvación hasta los confines de la tierra”. Igualmente, Juan predica
no sólo al pueblo de Israel, sino también a todos, la necesidad de la
conversión para que cada uno se abra a
la gracia santificadora que viene de lo alto.
Juan
contó siempre con la gracia de Dios para realizar su misión, pero Dios también
contó con su respuesta generosa y libre, de modo que día a día se afianzaba en
la vocación de preparar el corazón de cada uno para dar cabida al Señor
Salvador.
La
preparación de su nacimiento y la concreción del mismo están rodeadas de hechos
singulares, indicativos estos de su futura misión querida por quien lo eligió
desde el seno de su madre. Su madre era estéril, sus padres ancianos ya, y sin
embargo, la misericordia y el beneplácito de Dios se manifiestan en la
realización de aquello que es imposible al ser humano.
Zacarías
queda sin habla a causa de su duda, su hijo se transforma por la gracia en la
voz anunciadora de la Palabra hecha carne en el seno de María.
Decía
al principio que celebrar al santo patrono es también reconocer que ha sido
puesto por la Iglesia como modelo a imitar.
Su
estilo modélico ya se manifiesta al nacer cuando todos aseguran su grandeza al
afirmar “¿Qué llegará a ser este niño?”, quedando de manifiesto la infusión de
la gracia divina desde el principio cuando se recuerda que “el niño iba
creciendo y se fortalecía en su espíritu”, marcado por la sencillez y
austeridad de su vida ya que “vivió en lugares desiertos hasta el día en que se
manifestó a Israel” (Lc. 1, 57-66.80).
Pues
bien, Juan Bautista se destaca, entre otras virtudes, por su fidelidad, afianzada
por una vida de consagración sin retaceos a la voluntad divina.
Por
ello, al igual que Juan, hemos de descubrir el llamado que Dios nos dirige
desde nuestra concepción, en el seno de nuestra madre.
Una
vez descubierta nuestra misión, disponernos con la ayuda de la gracia salvadora
divina a responder siempre con fidelidad a la vocación.
El
mundo de hoy necesita de muchos bautizados entregados a la vocación recibida ya
sea para el matrimonio, el sacerdocio, a la vida consagrada, al episcopado,
para la edificación de la Iglesia como enseña san Pablo.
Juan,
pues, impresiona por su austeridad, fidelidad y permanencia en sus
convicciones, aunque esto le valga perder la vida por causa de la verdad.
Juan
vivió su vocación con la alegría recia propia de quienes están convencidos de
lo que constituirá el sentido de su existencia, manifestándola ya al conmoverse
en las entrañas de su madre ante la presencia del Salvador.
Su
fidelidad a la misión de precursor le valió tener sus propios discípulos, que
preparó para entregárselos luego a Jesús, formando parte luego del futuro
colegio apostólico.
Es
necesario que Él crezca y yo disminuya, dirá Juan en una oportunidad,
manifestando así que conocía a fondo cuál era su misión, y reconociendo que no
era digno de desatar las sandalias del
Maestro, descubre su profunda humildad (Cf. Hechos 13, 22-26)
El
desaparecer siempre para dar lugar a Jesús en el corazón de los hombres, fue la
actitud de Juan y ha de ser el papel principal de cualquiera de nosotros que
busca agradar a Jesús en su misión en este mundo.
Hermanos:
al celebrar con gozo esta fiesta, sigamos descubriendo en la Sagrada Escritura
la personalidad de Juan Bautista nuestro patrono, e impulsados por la
generosidad que lo caracterizaba, pongámonos en camino en el mundo de hoy para
señalar como él la presencia de Jesús entre los hombres, y así facilitar a
todos el encuentro personal con el Mesías de Dios.
Padre Ricardo B.
Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera
Cruz. Argentina. Homilía en la Solemnidad de la “Natividad de San Juan
Bautista”. 24 de junio de 2012. ribamazza@gmail.com;
http://ricardomazza.blogspot.com
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