sábado, 27 de agosto de 2011
MONSEÑOR AGUER PROPONE UNIDAD, LIBERTAD Y CARIDAD COMO REGLA PARA LA AMISTAD SOCIAL
Mons. Héctor Aguer, reflexionando sobre la “fórmula preciosa para la vida de la Iglesia” que propuso San Agustín y que dice: “En lo necesario debe haber unidad, en lo dudoso, libertad y en todo, caridad”, añadió que “esta fórmula agustiniana podría, con fruto, proyectarse en el orden cultural de la vida civil y política de un país”.
Explicó su sentido eclesial y refiriéndose a la proyección de esta fórmula de San Agustín en la vida de las comunidades sostuvo “hay ciertas realidades, ciertas verdades, ciertos principios y valores que son fundamentales, referidos no sólo a la naturaleza de la sociedad, sino también a sus tradiciones y su posible proyección al futuro”.
“No debería considerarse tan difícil coincidir sobre tres o cuatro puntos fundamentales que son de actualidad, sin duda, pero que tienen que ver con la historia y con las legítimas aspiraciones de una comunidad”. Indicó que “hay cuestiones que son opinables porque son contingentes y pueden ser sostenidas con plena libertad y no deben impedir ni malograr el posible acuerdo sobre aquellas cuestiones esenciales”.
En el orden de la vida civil, establece esa unidad y esa libertad en plena articulación “la concordia, una cierta capacidad de comprensión y benevolencia o, más precisamente la amistad social”. Según este planteo, “esas diferencias no tienen por qué manifestarse como antagonismo irreconciliable, que convierta al que no opina como uno en enemigo” y que “lo que ocurre, lamentablemente, es que muchas veces la fórmula agustiniana puede llegar a invertirse tanto en la práctica como la intención de la gente”.
Mons. Aguer aseguró que “la vida de la Iglesia se trastorna completamente si se postula una libertad en aquellas cosas que son fundamentales”, así como también “se perturba si se pretende imponer unanimidad en aquellas cosas que son, de suyo, opinables porque son secundarias y contingentes”.
“En la vida social todo se atasca cuando no se logra acuerdo y reina una diversidad inconciliable en cuestiones esenciales que, como decía antes, son pocas pero fundamentales, y en cambio se pretende imponer unanimidad en aquellas cosas secundarias en las cuales puede haber una legítima diferencia que, en todo caso, dinamiza el diálogo social. En ese caso, además, se arruina la amistad social, desaparece la concordia y la vida se puede tornar invivible”.
Finalizó afirmando que “esta fórmula agustiniana conserva todo su valor y puede servirnos para interpretar correctamente la vida social y la praxis política de una comunidad”.
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