La carta titulada “Con tutto il cuore” (Con todo el corazón) primero circuló discretamente, antes de ser publicada por el diario italiano de tendencia izquierdista Domani, seguido por la publicación española de ideas afines Público.
La carta denuncia la existencia de "planes" destinados a eliminar toda alusión a la homosexualidad en los seminarios y promover allí "una moral sexual vacía". Añade, de forma caricaturesca, que "esta actitud encuentra eco en países tradicionalmente cristianos, como Italia o España, donde hay colaboración entre la jerarquía eclesiástica y la 'extrema derecha' política".
Los autores hablan del "odio al mundo homosexual inoculado en los seminarios", y de los "prejuicios sociales" que tiñen también los últimos documentos vaticanos, "con una referencia casi obsesiva a la ideología de género, que se ha multiplicado desde la llegada al poder de Giorgia Meloni".
Si el tema no fuera tan serio, esta asociación causaría risa por ser tan convencional y anacrónica. Al final, solo está ahí para tratar de estigmatizar a los oponentes a los que culpan de todas sus desgracias.
El texto continúa afirmando en términos tajantes que "hay sacerdotes homosexuales homofóbicos, que ventilan al exterior el conflicto que traen en su interior; no expresan paz, sino que viven un ministerio distónico asfixiando su propio ser en el clericalismo". Pero "quod gratis asseritur, gratis negatur", "lo que se afirma sin prueba se puede negar del mismo modo".
Surge una denuncia: "No podemos hablar abiertamente de nuestra orientación homosexual con familiares o amigos, y mucho menos con otros sacerdotes o laicos comprometidos. No podemos encontrar aceptación en la Iglesia", señalan los autores, condenando la "homofobia interiorizada" tanto dentro de la jerarquía como en las diócesis y centros de formación.
En un intento de mostrar las consecuencias de esta situación, la carta expone las dificultades del clero actual. Al no encontrar lo que buscan en Italia, se dirigen primero a España, donde estudios -no oficiales- demostrarían que al menos un sacerdote y un religioso de cada diez tiene una orientación sexual diferente a la definida como "normal" por la institución. Un argumento muy poco convincente...
Luego recurren a Francia, donde la Conferencia Episcopal realizó una investigación sobre el estado de salud de su clero: el 9% del clero francés admite estar deprimido, y hasta el 40% dice estar en conflicto con la jerarquía o tener una sobrecarga de trabajo. El informe francés también reveló que dos de cada cinco sacerdotes abusan del alcohol y que el 8% son adictos. Pero todavía nada concerniente a nuestro asunto.
Entonces, describen la tensión insoportable: "La gente a menudo se ve obligada a negarse a sí misma en nombre de 'una espiritualidad hipócrita' con efectos devastadores. Hemos escuchado historias de hombres consagrados 'desgarrados por la culpa' hasta el punto de abandonar la vida sacerdotal y, en algunos casos, suicidarse: una tentación terrible incluso para algunos de nosotros".
La carta luego habla sobre la actitud del papa Francisco, y el apoyo que brinda a la causa lgbt. Bergoglio ha aprobado acciones como las del jesuita James Martin y su ministerio de acogida e integración, en igualdad de condiciones, de la comunidad lgbt en la Iglesia. Por ejemplo, el pasado mes de agosto, Francisco "bendijo" la obra de J. Martin, animándolo a "superar las barreras".
Los autores también destacan el valor del Sínodo sobre la Sinodalidad, afirmando que puede ser "una oportunidad para el diálogo" frente a las "palabras duras" de la Iglesia oficial sobre el sexo y la homosexualidad. Y además, no son los únicos que lo reivindican: en la mayoría de las síntesis sinodales, realizadas en todo el mundo, ha surgido claramente un acercamiento al 'colectivo' lgbt.
Esta actitud indignante de los sacerdotes homosexuales en la Iglesia es una novedad, pero es de esperar. Sin embargo, no tiene legitimidad. Cabe recordar que la homosexualidad siempre ha sido condenada en la Iglesia, hasta el día de hoy, y esto, de manera inequívoca.
Si hubo, después del Concilio Vaticano II, una actitud culpable en muchos seminarios, cuyos superiores cerraron los ojos, o incluso favorecieron la entrada de seminaristas homosexuales, fue contra la voluntad de la Iglesia.
Bajo Benedicto XVI, se emitieron pautas para que los candidatos en esta situación no fueran admitidos en un seminario. Esta es también una razón para impedir la ordenación. El papa Francisco ha reafirmado esta directiva para los seminarios. Por lo tanto, las cosas están claras.
Si los sujetos de hoy se encuentran en la situación de los autores de la carta, solo tienen dos alternativas: o hacer todo lo posible por santificarse y vivir con esa cruz; o pedir ser relevados de su sacerdocio, lo cual sería comprensible. Pero querer cambiar la doctrina inmutable de la Iglesia es ante todo un crimen, y una pérdida de tiempo.
Desgraciadamente, estos sacerdotes, que son dignos de lástima en la medida en que quizás sean víctimas de malos consejos, pero a los que hay que oponerse, están (muy) alentados por la actitud ambigua del papa quien, por un lado, reafirma la imposibilidad de ser ordenado si las tendencias homosexuales agitan al seminarista, y, por otro lado, envía señales contrarias por su actitud, como ocurre con el Padre Martin.
En cuanto a lo que pueda salir del Sínodo sobre este tema, es una cortina de humo, que no hace más que agravar el sufrimiento de esos sacerdotes, haciéndoles pensar que la doctrina de la Iglesia puede cambiar. Quienes son responsables de ella son también responsables de la agitación producida y del sufrimiento, presente y futuro, de aquellos a quienes mantienen en esta ilusión.
Y del daño que causen, cualquiera que sea su responsabilidad objetiva.
FSSPX
Un argumento inconexo y muy convencional
La carta denuncia la existencia de "planes" destinados a eliminar toda alusión a la homosexualidad en los seminarios y promover allí "una moral sexual vacía". Añade, de forma caricaturesca, que "esta actitud encuentra eco en países tradicionalmente cristianos, como Italia o España, donde hay colaboración entre la jerarquía eclesiástica y la 'extrema derecha' política".
Los autores hablan del "odio al mundo homosexual inoculado en los seminarios", y de los "prejuicios sociales" que tiñen también los últimos documentos vaticanos, "con una referencia casi obsesiva a la ideología de género, que se ha multiplicado desde la llegada al poder de Giorgia Meloni".
Si el tema no fuera tan serio, esta asociación causaría risa por ser tan convencional y anacrónica. Al final, solo está ahí para tratar de estigmatizar a los oponentes a los que culpan de todas sus desgracias.
El texto continúa afirmando en términos tajantes que "hay sacerdotes homosexuales homofóbicos, que ventilan al exterior el conflicto que traen en su interior; no expresan paz, sino que viven un ministerio distónico asfixiando su propio ser en el clericalismo". Pero "quod gratis asseritur, gratis negatur", "lo que se afirma sin prueba se puede negar del mismo modo".
Surge una denuncia: "No podemos hablar abiertamente de nuestra orientación homosexual con familiares o amigos, y mucho menos con otros sacerdotes o laicos comprometidos. No podemos encontrar aceptación en la Iglesia", señalan los autores, condenando la "homofobia interiorizada" tanto dentro de la jerarquía como en las diócesis y centros de formación.
Sacerdotes “cansados y deprimidos”
En un intento de mostrar las consecuencias de esta situación, la carta expone las dificultades del clero actual. Al no encontrar lo que buscan en Italia, se dirigen primero a España, donde estudios -no oficiales- demostrarían que al menos un sacerdote y un religioso de cada diez tiene una orientación sexual diferente a la definida como "normal" por la institución. Un argumento muy poco convincente...
Luego recurren a Francia, donde la Conferencia Episcopal realizó una investigación sobre el estado de salud de su clero: el 9% del clero francés admite estar deprimido, y hasta el 40% dice estar en conflicto con la jerarquía o tener una sobrecarga de trabajo. El informe francés también reveló que dos de cada cinco sacerdotes abusan del alcohol y que el 8% son adictos. Pero todavía nada concerniente a nuestro asunto.
Entonces, describen la tensión insoportable: "La gente a menudo se ve obligada a negarse a sí misma en nombre de 'una espiritualidad hipócrita' con efectos devastadores. Hemos escuchado historias de hombres consagrados 'desgarrados por la culpa' hasta el punto de abandonar la vida sacerdotal y, en algunos casos, suicidarse: una tentación terrible incluso para algunos de nosotros".
El apoyo de Roma
La carta luego habla sobre la actitud del papa Francisco, y el apoyo que brinda a la causa lgbt. Bergoglio ha aprobado acciones como las del jesuita James Martin y su ministerio de acogida e integración, en igualdad de condiciones, de la comunidad lgbt en la Iglesia. Por ejemplo, el pasado mes de agosto, Francisco "bendijo" la obra de J. Martin, animándolo a "superar las barreras".
Los autores también destacan el valor del Sínodo sobre la Sinodalidad, afirmando que puede ser "una oportunidad para el diálogo" frente a las "palabras duras" de la Iglesia oficial sobre el sexo y la homosexualidad. Y además, no son los únicos que lo reivindican: en la mayoría de las síntesis sinodales, realizadas en todo el mundo, ha surgido claramente un acercamiento al 'colectivo' lgbt.
Algunos recordatorios
Esta actitud indignante de los sacerdotes homosexuales en la Iglesia es una novedad, pero es de esperar. Sin embargo, no tiene legitimidad. Cabe recordar que la homosexualidad siempre ha sido condenada en la Iglesia, hasta el día de hoy, y esto, de manera inequívoca.
Si hubo, después del Concilio Vaticano II, una actitud culpable en muchos seminarios, cuyos superiores cerraron los ojos, o incluso favorecieron la entrada de seminaristas homosexuales, fue contra la voluntad de la Iglesia.
Bajo Benedicto XVI, se emitieron pautas para que los candidatos en esta situación no fueran admitidos en un seminario. Esta es también una razón para impedir la ordenación. El papa Francisco ha reafirmado esta directiva para los seminarios. Por lo tanto, las cosas están claras.
Si los sujetos de hoy se encuentran en la situación de los autores de la carta, solo tienen dos alternativas: o hacer todo lo posible por santificarse y vivir con esa cruz; o pedir ser relevados de su sacerdocio, lo cual sería comprensible. Pero querer cambiar la doctrina inmutable de la Iglesia es ante todo un crimen, y una pérdida de tiempo.
El papel ambiguo de Francisco
Desgraciadamente, estos sacerdotes, que son dignos de lástima en la medida en que quizás sean víctimas de malos consejos, pero a los que hay que oponerse, están (muy) alentados por la actitud ambigua del papa quien, por un lado, reafirma la imposibilidad de ser ordenado si las tendencias homosexuales agitan al seminarista, y, por otro lado, envía señales contrarias por su actitud, como ocurre con el Padre Martin.
En cuanto a lo que pueda salir del Sínodo sobre este tema, es una cortina de humo, que no hace más que agravar el sufrimiento de esos sacerdotes, haciéndoles pensar que la doctrina de la Iglesia puede cambiar. Quienes son responsables de ella son también responsables de la agitación producida y del sufrimiento, presente y futuro, de aquellos a quienes mantienen en esta ilusión.
Y del daño que causen, cualquiera que sea su responsabilidad objetiva.
FSSPX
No hay comentarios:
Publicar un comentario