lunes, 20 de diciembre de 2021

¿CREARÁ EL METAVERSO UN INFIERNO VIRTUAL EN LA TIERRA?

Un mundo dominado por los delirios, el absurdo y la negación del ser debe ser llamado por otro nombre. Los visionarios seculares del metaverso están diseñando un infierno virtual en la Tierra.

Por John Horvat II


El siguiente paso en la ciber revolución es el llamado metaverso, una potente plataforma informática que va más allá de todo lo visto hasta ahora. Se comercializa como la próxima generación de Internet, facilitando experiencias intensas y abriendo nuevos mercados. Algunos temen que este metaverso empeore la actual adicción a las redes sociales. Otros lo ven como una distracción mucho más dañina, especialmente entre los jóvenes.

Sin embargo, nadie tiene en cuenta las implicaciones morales del proyecto. El metaverso dañará las almas. Trágicamente, la gente no ve ninguna razón para involucrar a Dios y a la moral en una invención tecnológica aparentemente fuera del ámbito privado de la religión. Lo peor de todo es que el clero no da señales de reconocer el problema. Ni siquiera está en el radar.

Sin embargo, la cuestión existe. El metaverso es un ataque metafísico a la visión del mundo de la Iglesia. Anula la naturaleza de un universo creado por Dios. Hará posibles actos inmorales que ofenderán gravemente a Dios.


Un proceso de imaginación y destrucción

El metaverso debe entenderse en el contexto de un proceso de esfuerzo continuo de la modernidad por poner a la humanidad, y no a Dios, en el centro de todas las cosas.

De hecho, la modernidad tiene una obsesión por imaginar nuevos mundos sin Dios. La Ilustración introdujo formas de llevar la realidad hasta sus límites mediante el desarrollo de nuevas tecnologías, filosofías y estilos de vida.
Los tiempos modernos han dado paso a la glorificación del individuo. La sociedad se convirtió en un conjunto de personas, el "montón de arena de individuos" de Hobbes, cada uno de ellos guiado por su propio interés y mantenido en orden por un fuerte estado de derecho que se encuentra en su Leviatán.

Así, el individualismo moderno tendía a destruir las estructuras externas -la tradición, la costumbre o la comunidad- que obstaculizaban el interés propio. Destruyó muchos mecanismos morales que facilitaban la práctica de la virtud en común. Creó un orden acelerado en el que el hombre se convirtió en el centro de todo, y la religión quedó relegada a ser un asunto privado.


La posmodernidad destroza la sociedad

El orden de la modernidad fue destrozado por la posmodernidad de los años sesenta, que proponía liberar la imaginación y eliminar todas las restricciones morales. El postmodernismo llevó el individualismo al extremo mediante el uso de nuevas tecnologías, filosofías y estilos de vida. La sociedad se puso patas arriba con las drogas psicodélicas, la música rock y la revolución sexual.

Por la misma lógica en la que la modernidad idolatraba el interés propio, el individualista posmoderno hace del "derecho" a la autogratificación el único derecho absoluto, incluso cuando ese comportamiento sea autodestructivo. El individualista posmoderno busca destruir aquellas estructuras internas -lógica, identidad o unidad- que impiden la gratificación instantánea. Las narrativas "deconstruidas" de la posmodernidad aislaron aún más a los individuos y los llevaron a crear sus propias realidades fuera de Dios y de Su moral.

Sin embargo, la modernidad y la posmodernidad seguían de alguna manera ancladas a una realidad externa de la que la gente no podía escapar del todo. Había limitaciones físicas y ontológicas que mantenían la imaginación bajo control. Un hombre podía autoidentificarse como algo que no era, pero el deseo no alteraba la realidad. Además, sus imaginaciones no eran evidentes para todos los que le rodeaban.


Entrar en una nueva fase de percepción de la realidad

La introducción del metaverso está cambiando esta dificultad de alterar la realidad. Forma parte de lo que muchos futuristas llaman la Cuarta Revolución Industrial.


Siguiendo los pasos de la modernidad y la posmodernidad, el siguiente paso en el proceso es la autoimagen fuera de la realidad. Los obstáculos que se interponen en el camino son la manera actual de percibir la naturaleza, la existencia y el ser.

Esta nueva ola de innovación y tecnología permitirá a los individuos sumergirse en un mundo de su propia creación. Las personas se convertirán en avatares, es decir, representaciones cibernéticas de hombres, mujeres, animales o cosas que "viven" en la ciberesfera. Serán capaces de estar donde quieran, ya sea en la luna, en lo alto de los edificios o "en un campo de unicornios". Esta plataforma puede estar habitada por extraterrestres, ángeles, demonios o cualquier cosa que siga las fantasías que se planteen.

La gente hará cosas sobrehumanas en las que los actos no tendrán aparentemente consecuencias. Aunque no cambiará lo que existe, crea poderosamente la mentira de que las imaginaciones de uno son más reales que la realidad.

Esta enorme plataforma virtual es mucho más que una extensión de Internet, que permite a la gente mirar en la red mundial. Esta fase "encarnará a Internet poniendo a la gente en medio de ella". En este nuevo reino, la imaginación manda.


No es ciencia ficción

Este proyecto ya no es material de ciencia ficción. Se habla de él en medios de comunicación establecidos como The Wall Street Journal. Todas las empresas de redes sociales están poniendo las piezas en su sitio. Mark Zuckerberg acaba de cambiar el nombre de Facebook, llamándolo Meta. Invertirá 10.000 millones de dólares y contratará a 10.000 nuevos empleados para construir este nuevo mundo.

"El metaverso va a ser la mayor revolución en las plataformas informáticas que ha visto el mundo: mayor que la revolución de los móviles, mayor que la revolución de la web", dice Marc Whitten, de Unity Software, en un artículo del Wall Street Journal.

Propone un universo paralelo tridimensional de realidad virtual y aumentada donde los avatares digitales se reunirán en número ilimitado. Las personas llevarán gafas especializadas e incluso equipos hápticos avanzados que les permitirán sentir y tocar cosas remotas en tiempo real. Incluso podrán mezclar el mundo real con el imaginario.

Daren Tsui, director ejecutivo de Together Labs Inc., afirma: "La experiencia del avatar será tan real que apenas se notará la diferencia entre una reunión virtual y una física. Y la experiencia virtual será mejor".


Crear un mundo de ilusión sin consecuencias

El metaverso presenta tres grandes problemas.

El primero es que anima a la gente a desprenderse de la realidad creando un mundo de ilusión sin consecuencias ni sentido. La gente es libre de desafiar a la naturaleza haciendo cosas imposibles, como caminar sobre la luna o ver un partido de béisbol desde el montículo del lanzador. Las cosas más absurdas se hacen posibles dentro de un mundo imaginario desvinculado de la realidad.


La gente ya no está atada al tiempo y puede viajar a lo que imagina que es el pasado o el futuro. Incluso la muerte se supera con avatares y algoritmos que conspiran para traer de vuelta lo que parecerá ser parientes fallecidos o figuras históricas con las que se puede conversar e interactuar.

La gente es libre de hacer cosas a los demás (que pueden o no existir) o incluso cortarles los brazos sin consecuencias. Toda fantasía, incluso la más macabra, puede hacerse realidad en el metaverso. Se abrirán así espacios oscuros y siniestros que facilitarán los actos pecaminosos o sus simulaciones.

Un mundo tan solitario y desconectado de la realidad y de la naturaleza de las cosas puede alimentar las pasiones desenfrenadas que odian todo freno moral. Un espacio así puede pasar rápidamente de Alicia en el País de las Maravillas a manicomio. La intemperancia frenética de la Internet actual y de los medios sociales ya está causando problemas psicológicos y sociales. ¿Cuánto más exponencial será la capacidad del metaverso para ahogar a la gente en sus frenesíes y depresiones?


La destrucción de la identidad

La segunda razón para preocuparse por el metaverso es que equipara la identidad con la elección. El paradigma posmoderno ya permite que una persona se autoidentifique como algo más. Sin embargo, esa identificación sólo existe en la mente de la persona engañada. En general, el público puede percibir la ilusión.

Sin embargo, el metaverso cambia esa percepción. La persona se convierte en el modelo perfecto de lo que se desea y no puede ser. La persona no tiene por qué ser una persona, sino que puede ser un animal, una planta o una cosa. La persona no tiene por qué ser un solo ser, sino una cacofonía de seres sin unidad en este mundo de fantasía.

Esta mentira de identificar el yo con la libertad es posible gracias al metaverso. El filósofo existencialista Jean-Paul Sartre escribió que "el hombre es libertad", lo que hace que las personas sean esencialmente ilimitadas. En su libro El ser y la nada, Sartre dijo que "la libertad no es otra cosa que una elección que crea para sí misma sus propias posibilidades".

El metaverso es la realización de esta idea distorsionada de la libertad que se rebela contra las limitaciones contingentes de la naturaleza humana. Pretende convertir a los individuos en los dioses de sus fantasías.


La demolición de la metafísica

Sin embargo, el aspecto más peligroso del metaverso es su demolición de la visión metafísica de la vida que conduce el alma al Creador.

Todo el mundo, incluso los niños, se dedica a la metafísica. La naturaleza humana, y especialmente el alma, exige una comprensión racional del ser y del universo. Por lo tanto, una definición clásica de la metafísica es una investigación filosófica sobre los principios y las causas últimas. Al dedicarse a la metafísica, los individuos buscan la naturaleza de las cosas que existen y las encajan en una visión coherente.

Una verdadera visión de las cosas deja dolorosamente clara la naturaleza finita y contingente de todo ser humano. Sin embargo, mediante la comprensión de los designios de la Creación, las personas ven que el objetivo de la existencia trasciende las limitaciones físicas y sociales. Persiguen este camino hacia el Creador tal y como se refleja en la naturaleza. Este proceso confiere sentido y propósito a la vida, ya que las almas se esfuerzan por alcanzar su fin último en Dios.


La revolución transhumana

Las filosofías que informan el metaverso son contrarias a esta visión metafísica clásica. No hay ningún intento de comprender la naturaleza de las cosas, sino sólo la experiencia ilimitada de los acontecimientos aleatorios. Esta noción "transhumana" del mundo entiende la humanidad como un proceso en constante evolución. El ingeniero de "Great Reset" Klaus Schwab describe esta próxima fase como la próxima "fusión de los mundos digital, biológico y físico".

La idea del metaverso coincide con la perspectiva del autor del bestseller del New York Times Yuval Noah Harari. Este autor, que escribe con frecuencia sobre estos temas, prevé abiertamente un futuro sin alma, libre albedrío, un yo unificado o Dios. El suyo es un mundo algorítmico de experiencias aleatorias en el que uno es lo que llega a ser. Sostiene que no hay religiones, sino sólo poderosas ficciones, como el metaverso, donde la gente "creará mundos virtuales enteros completos con infiernos y cielos".


El autor no es el único que cree en este escalofriante futuro. Habla en nombre de una clase progresista de científicos, empresarios y eruditos del Big Data y de Silicon Valley, que están todos a bordo de la tarea de cambiar la naturaleza humana y la realidad mediante artificios como el metaverso. No ocultan su rechazo a la Creación de Dios y al orden moral.


La necesidad de rechazo

Estas son preocupaciones urgentes ante el metaverso que se avecina. No todas sus aplicaciones contendrán la dosis completa de estos planes destructivos para la humanidad. Sin embargo, la dirección general conduce a un nuevo mundo valiente sin Dios. Estas conclusiones no provienen de teorías conspirativas, sino que son reveladas abiertamente por los promotores del metaverso.

Así pues, el metaverso debe ser rechazado porque su visión del mundo es contraria a la de la Iglesia. Es aflictivo que algo tan grande pueda aparecer en el horizonte y los pastores de almas tengan tan poco que decir al respecto. En la sociedad impía de hoy, la apostasía de la práctica de la Fe está causada mucho más por inventos tecnológicos como éste que por disputas teológicas abstractas.

Igualmente aflictivo es que la gente no quiera ver a dónde conduce esto. La historia demuestra que cuando la gente da rienda suelta a sus pasiones, al final termina en una desesperación nihilista. La experiencia abrumadoramente destemplada del placer metaverso acabará exigiendo las sensaciones más intensas del dolor existencialista. Así, el proceso de decadencia de la modernidad seguirá su curso: Del interés propio a la autogratificación, de la autoimaginación a la autoaniquilación.

De hecho, un mundo dominado por los delirios, el absurdo y la negación del ser, donde el sentido y el propósito son borrados y las reglas de la fantasía bizarra deben ser llamadas por otro nombre. Los visionarios seculares del metaverso están diseñando un infierno virtual en la Tierra.






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