“Creo que el Señor quiere un cambio en la Iglesia”, dijo a 28 jesuitas durante un encuentro privado durante su viaje a los países bálticos. “He dicho muchas veces que la perversión de la Iglesia actual es el clericalismo… Sé que el Señor quiere que el concilio avance en la Iglesia”.
“Los historiadores nos dicen que se necesitan 100 años para que se aplique un concilio”, añadió. “Estamos a medio camino. Así que, si quieren ayudarme, hagan lo que sea necesario para que el concilio avance en la Iglesia”.
Entre otros temas, Bergoglio destacó las preocupaciones por el agotamiento vocacional de los sacerdotes jesuitas, la “necesidad de un diálogo ecuménico continuo”, la importancia de la educación jesuita y cómo el sacramento de la confesión debe estar “marcado por la misericordia”.
El arzobispo lituano de Kaunas, Mons. Lionginas Virbalas, dijo a Bergoglio que la provincia había disminuido de más de 1.000 miembros a poco más de treinta y que pronto se fusionará en una provincia más grande con Austria, Alemania, Suiza y Hungría. En consecuencia, algunos de los jesuitas ahora asumen tres o cuatro trabajos para apoyar el trabajo de la Compañía.
El jesuita argentino animó a sus compañeros de Orden a no descuidar su salud espiritual y física, advirtiendo que “el espíritu maligno nos conduce a una especie de 'complejo de no trabajar lo suficiente'”.
“A veces nos sentimos culpables sólo porque con prudencia cuidamos un poco de nuestra propia salud. Es una tentación”, advirtió. “Los jesuitas deben trabajar sin perder la paz, sin perder el encuentro con el Señor y sin perder el descanso”.
“Os aconsejo que no tengáis miedo de descender al infierno del pueblo –pidió–. A veces, esto significa entrar en el terreno del diablo. Pero el sufrimiento, sea humano, social, de la conciencia… es necesario bajar al infierno, es necesario estar allí. Tocar las heridas. Y tocando las heridas de la gente, tocáis las heridas de Cristo. El jesuita no debe tener nunca miedo de esto”.
Uno de los jesuitas habló sobre los frutos de las relaciones ecuménicas con otras tradiciones cristianas, especialmente entre los luteranos del país, algunos de los cuales practican la espiritualidad ignaciana.
“El diálogo suma, no quita”, respondió Bergoglio.
Un diácono presente en la reunión le dijo a Bergoglio que sus palabras sobre el sacramento de la Reconciliación pronunciadas anteriormente en el viaje habían sido particularmente conmovedoras para él, mientras se prepara para su ordenación y la capacidad de ofrecer el sacramento él mismo.
“La cercanía es la actitud más antigua de Dios. Él mismo viene a nosotros así: en la cercanía. Dios se hizo cercano en la carne, se hizo “abajo con nosotros”. Toda actividad pastoral debe recordar esto, de lo contrario fracasará. Dios se hizo cercano a los marginados, a los muertos –a quienes resucitó–, a los pecadores, a los publicanos, a las prostitutas… Los puros, los profesionales religiosos se escandalizaron”.
“Si un sacerdote echa sin gracia a un penitente, el obispo debe preguntarse si debe quitarle la licencia para confesar, porque el confesor debe ser paternal. El confesor está ahí para abrazar al hijo pródigo, al hijo perdido. Y siempre, siempre, si eres padre, siempre encontrarás la manera de perdonar”, sostuvo.
“Está claro que no digo que haya que ser indulgente. Es verdad que una cosa es la misericordia y otra cosa es ser indulgente. Hay que ser padres, padres misericordiosos”, desafió. “Para ser un buen confesor hay que ser un gran perdonador… ¡o ser sordo!”.
Por último, Bergoglio instó a la comunidad a no descuidar su trabajo en la educación, una característica que desde hace mucho tiempo caracteriza a los jesuitas en todo el mundo.
La reunión privada, de una hora de duración, tuvo lugar en la nunciatura lituana en un formato de preguntas y respuestas durante el viaje de Bergoglio del 22 al 26 de septiembre a Estonia, Lituania y Letonia.
Nota de la Editora: Este artículo fue publicado originalmente en Crux, pero posteriormente fue eliminado como se puede observar aquí. La misma pagina se encuentra archivada aquí)
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