Por el Ing. Mateo Roberto Gorostiaga
CAPITULO I
(Segunda Parte)
RELACIÓN DE LOS HERMANOS SEPARADOS CON LA IGLESIA CATÓLICA
U.R. 3 A) En esta una y única Iglesia de Dios, ya desde los primeros tiempos, se efectuaron algunas escisiones que el Apóstol condena con severidad, pero en tiempos sucesivas surgieron discrepancias mayores, separándose de la plena comunión de la Iglesia no pocas comunidades, a veces no sin responsabilidad de ambas partes.
LEÓN XIII EN SATIS COGNITUM:
[38] De aquí también esta sentencia del mismo San Cipriano, según la que la herejía y el cisma se producen y nacen del hecho de negar al poder supremo la obediencia que le es debida: “La única fuente de donde han surgido las herejías y de donde han nacido los cismas es que no se obedece al Pontífice de Dios ni se quiere reconocer en la Iglesia un solo Pontífice y un solo juez, que ocupa el lugar de Cristo” (S. Cipr. Epist. 12 ad Corn. n. 5. P.L. 3, 802).
PÍO XII EN MYSTICI CORPORIS:
[22] En realidad, sólo deben ser incluidos como miembros de la Iglesia aquellos que han sido bautizados y profesan la verdadera fe, y que no han tenido la desgracia de separarse de la unidad del Cuerpo, o han sido excluidos por autoridad legítima por causa de graves faltas cometidas (D.2286).
CLEMENTE VI, 1342-1352, DE LA CARTA SUPER QUIBUSDAM A CONSOLADOR, CATOLICÓN DE LOS ARMENIOS, DE 29 DE SEPTIEMBRE DE 1351:
(3)… Preguntamos: Primeramente, si creéis Vos y la iglesia de los armenios que os obedece que todos aquellos que en el bautismo recibieron la misma fe católica y después se apartaron o en lo futuro se aparten de la comunión de la misma fe de la Iglesia Romana que es la única Católica, son cismáticos y herejes, si perseveran pertinazmente divididos de la fe de la misma Iglesia Romana.
En segundo lugar preguntamos si creéis Vos y los armenios que os obedecen que ningún hombre viador podrá finalmente salvarse fuera de la fe de la misma Iglesia y de la obediencia de los Pontífices Romanos.
[ ... ]
Sexto, si habéis creído y creéis que la plenitud de potestad del Romano Pontífice se extiende a tanto, que puede trasladar a los patriarcas, católicon, arzobispos, obispos, abades o cualesquiera prelados, de las dignidades en que estuvieron constituidos a otras dignidades de mayor o menor jurisdicción o, de exigirlo sus crímenes, degradarlos y deponerlos, excomulgarles y entregarlos a Satanás.
[ ... ]
Noveno, si habéis creído y creéis que todos los que se han levantado contra la fe de la Iglesia Romana y han muerto en su impenitencia final, se han condenado y bajado a los eternos suplicios del infierno.
U.R. 3 B) Pero los que ahora nacen y se nutren de la fe de Jesucristo dentro de esas comunidades no pueden ser tenidos como responsables del pecado de la separación, y la Iglesia católica los abraza con fraterno respeto y amor; puesto que quienes creen en Cristo y recibieron el bautismo debidamente, quedan constituidos en alguna comunión, aunque no sea perfecta, con la Iglesia católica.
PÍO XII (MYSTICI CORPORIS):
[22] Así como en la verdadera comunidad cristiana hay un solo Cuerpo, un solo Espíritu, un solo Señor y un solo Bautismo, así también puede haber una sola fe. Por lo tanto, si alguno rehúsa oír a la Iglesia, sea considerado, como manda el Señor, como pagano y publicano. De ello se deduce que los que están divididos en la fe o en el gobierno no pueden vivir en la unidad de tal Cuerpo, ni pueden vivir la vida de su único Espíritu Divino.
GREGORIO XVI: ENCÍCLICA MIRARI VOS (15 VIII 1832) [SOBRE LOS MALES DE SU TIEMPO Y SUS REMEDIOS]:
Entonces, alguien equivocadamente, entre aquellos que no están cerca de la Iglesia, se atrevería a buscar razones para alentar a regenerarse también en el agua de salud; a lo que San Agustín respondería oportunamente: “Incluso la ramita cortada de la vid tiene la misma forma, pero ¿qué forma se beneficia si no vive de la raíz?” (S. Agustín, Psalmus contra parte Donati, letra S (Migne, P.L. 43, Col.50). Ed. Guadalupe, t.1, p.41)
PÍO IX, 1846-1878, DE LA ENCÍCLICA QUANTO CONFICIAMUR MOERORE, A LOS OBISPOS DE ITALIA, DE 10 DE AGOSTO DE 1863:
Y aquí, queridos Hijos nuestros y Venerables Hermanos, es menester recordar y reprender nuevamente el gravísimo error en que míseramente se hallan algunos católicos, al opinar que hombres que viven en el error y ajenos a la verdadera fe y a la unidad católica pueden llegar a la eterna salvación . Lo que ciertamente se opone en sumo grado a la doctrina católica. Notoria cosa es a Nos y a vosotros que aquellos que sufren ignorancia invencible acerca de nuestra santísima Religión, que cuidadosamente guardan la ley natural y sus preceptos, esculpidos por Dios en los corazones de todos y están dispuestos a obedecer a Dios y llevan vida honesta y recta, pueden conseguir la vida eterna, por la operación de la virtud de la luz divina y de la gracia; pues Dios, que manifiestamente ve, escudriña y sabe la mente, ánimo, pensamientos y costumbres de todos, no consiente en modo alguno, según su suma bondad y clemencia, que nadie sea castigado con eternos suplicios, si no es reo de culpa voluntaria.
Pero bien conocido es también el dogma católico, a saber, que nadie puede salvarse fuera de la Iglesia Católica, y que los contumaces contra la autoridad y definiciones de la misma Iglesia, y los pertinazmente divididos de la unidad de la misma Iglesia y del Romano Pontífice, sucesor de Pedro, “a quien fue encomendada por el Salvador la guarda de la viña”, no pueden alcanzar la eterna salvación.
EN EL SYLLABUS, PÍO IX DECLARÓ PROSCRIPTA Y REPROBADA LA PROPOSICIÓN 17:
17. Debemos esperar con fundamento la eterna salvación de todos aquellos que no se encuentran dentro de la verdadera Iglesia de Cristo.
U.R. 3 C) Efectivamente, por causa de las varias discrepancias existentes entre ellos y la Iglesia católica, ya en cuanto a la doctrina, y a veces también en cuanto a la disciplina, ya en lo relativo a la estructura de la Iglesia, se interponen a la PLENA comunión eclesiástica no pocos obstáculos, a veces muy graves, que el movimiento ecumenista trata de superar. Sin embargo, justificados por la fe en el bautismo, quedan incorporados a Cristo y, por tanto, reciben el nombre de cristianos con todo derecho y justamente reconocidos como hermanos del Señor por los hijos de la Iglesia católica.
EL CONCILIO VATICANO I Y LEÓN XIII (SATIS COGNITUM):
[20. Separarse en un punto es separarse en todo.] Pues tal es la naturaleza de la fe, que nada es más imposible que creer esto y dejar de creer aquello. La Iglesia profesa efectivamente que la fe es “una virtud sobrenatural por la que, bajo la inspiración y con el auxilio de la gracia de Dios, creemos que lo que nos ha sido revelado por El es verdadero; y lo creemos no a causa de la verdad intrínseca de las cosas, vista con la luz natural de nuestra razón, sino a causa de la autoridad de Dios mismo, que nos revela esas verdades y que no puede engañarse ni engañarnos” (Vat. I, Ses. III. c. 3.4) (D.1789).
EN LA MISMA SES. III, C. 3, EL CONCILIO VATICANO:
[Del objeto de la fe] 21. Se deben creer como de fe divina y católica todas las verdades que están contenidas en la palabra de Dios escrita o transmitida por la tradición, y que la Iglesia, bien por un juicio solemne o por su magisterio ordinario y universal, propone como divinamente revelada (D.1792).
Y PELAGIO II, EN LA CARTA 2 DILECTIONIS VESTRAE A LOS OBISPOS CISMÁTICOS DE ISTRIA, HACIA EL AÑO 585:
468 ... No queráis, pues, por amor a la jactancia, que está siempre: muy cercana de la soberbia, permanecer en el vicio de la obstinación, pues, en el día del juicio, ninguno de vosotros se podrá excusar... Porque, si bien por la voz del Señor mismo en el Evangelio [cf. Mt. 16, 18] está manifiesto dónde esté constituida la Iglesia, oigamos, sin embargo, qué ha definido el bienaventurado Agustín, recordando la misma sentencia del Señor. Pues dice estar constituida la Iglesia en aquellos que por la sucesión de los obispos se demuestra que presiden en las Sedes Apostólicas, y cualquiera que se sustrajere a la comunión y autoridad de aquellas Sedes, muestra hallarse en el cisma. Y después de otros puntos: “Puesto fuera, aun por el nombre de Cristo estarás muerto. Entre los miembros de Cristo, padece por Cristo; pegado al cuerpo, lucha por la cabeza”.
469 Pero también el bienaventurado Cipriano, entre otras cosas, dice lo siguiente: “El comienzo parte de la unidad, y a Pedro se le da el primado para demostrar que la Iglesia y la cátedra de Cristo es una sola; y todos son pastores, pero la grey es una, que es apacentada por los Apóstoles con unánime consentimiento”. Y poco después: “El que no guarda esta unidad con la Iglesia, ¿cree guardar la fe? El que abandona y resiste a la cátedra de Pedro, sobre la que está fundada la Iglesia, ¿confía estar en la Iglesia?”
U.R. 3 C) Es más: de entre el conjunto de elementos o bienes con que la Iglesia se edifica y vive, algunos, o mejor, muchísimos y muy importantes pueden encontrarse fuera del recinto visible de la Iglesia católica: la Palabra de Dios escrita, la vida de la gracia, la fe, la esperanza y la caridad, y algunos dones interiores del Espíritu Santo y elementos visibles; todo esto, que proviene de Cristo y a El conduce, pertenece por derecho a la única Iglesia de Cristo.
PIO XI (MORTALIUM ANIMOS)
[17. La obediencia al Romano Pontífice] 11. Además, en esta única Iglesia de Cristo, ningún hombre puede permanecer sin aceptar, reconocer y obedecer la autoridad y la supremacía de Pedro y sus legítimos sucesores. ¿No obedecieron los antepasados de aquellos que ahora están enredados en los errores de los reformadores al Obispo de Roma, el principal pastor de almas? Desgraciadamente, sus hijos abandonaron el hogar de sus padres, pero no cayeron al suelo y perecerán para siempre, porque fueron apoyados por Dios. Por lo tanto, que regresen a su Padre común, quien, olvidando los insultos que anteriormente se acumularon en la Sede apostólica, los recibirá de la manera más amorosa. Porque si, como lo afirman continuamente, anhelan unirse con nosotros, ¿por qué no se apresuran a entrar en la Iglesia, “la Madre y la amante de todos los fieles de Cristo”? Dejen que escuchen a Lactancio gritando: “La Iglesia católica está sola en mantener la verdadera adoración. Esta es la fuente de la verdad, esta es la casa de la fe, este el templo de Dios: si un hombre no entra aquí, o si alguien sale de ella, es un extraño a la esperanza de la vida y la salvación. Que nadie se engañe con obstinadas discusiones. En este caso, la vida y la salvación están aquí, se perderán y se destruirán por completo, a menos que se tengan en cuenta sus intereses de forma cuidadosa y asidua”.
U.R. 3 D) Los hermanos separados practican no pocos actos de culto de la religión cristiana, los cuales, de varias formas, según la diversa condición de cada Iglesia o comunidad, PUEDEN SIN DUDA ALGUNA, PRODUCIR LA VIDA DE LA GRACIA, Y HAY QUE CONFESAR QUE SON APTOS PARA DEJAR ABIERTO EL ACCESO A LA COMUNIÓN DE LA SALVACIÓN.
BONIFACIO VIII, DE LA BULA UNAM SANCTAM, DE 18 DE NOVIEMBRE DE 1302:
Por apremio de la fe, estamos obligados a creer y mantener que hay una sola y Santa Iglesia Católica y la misma Apostólica, y nosotros firmemente lo creemos y simplemente lo confesamos, y fuera de ella no hay salvación ni perdón de los pecados, como quiera que el Esposo clama en los cantares: Una sola es mi paloma, una sola es mi perfecta. Única es ella de su madre, la preferida de la que la dio a luz [Cant. 6,8]. Ella representa un solo cuerpo místico, cuya cabeza es Cristo, y la cabeza de Cristo, Dios. En ella hay un solo Señor, una sola fe, un solo Bautismo [Ef. 4,5]. Una sola, en efecto, fue el arca de Noé en tiempo del diluvio, la cual prefiguraba a la única Iglesia, y, con el techo en pendiente de un codo de altura, llevaba un solo rector y gobernador, Noé, y fuera de ella leemos haber sido borrado cuanto existía sobre la tierra.
[ ... ]
Ahora bien, esta potestad, aunque se ha dado a un hombre y se ejerce por un hombre, no es humana, sino antes bien divina, por boca divina dada a Pedro, y a él y a sus sucesores confirmada en Aquel mismo a quien confesó, y por ello fue piedra, cuando dijo el Señor al mismo Pedro: Cuanto ligares... etc. (Mt. 16, 19). Quienquiera, pues, resista a este poder así ordenado por Dios, a la ordenación de Dios resiste (Rom. 13, 2), a no ser que, como Maniqueo, imagine que hay dos principios, cosa que juzgamos falsa y herética, pues atestigua Moisés no que “en los principios”, sin en el principio creó Dios el cielo y la tierra (Gen. 1,1). Ahora bien, DECLARAMOS, DECIMOS, DEFINIMOS Y PRONUNCIAMOS QUE SOMETERSE AL ROMANO PONTÍFICE ES DE TODA NECESIDAD PARA LA SALVACIÓN DE TODA HUMANA CRIATURA.
U.R. 3 E) Por consiguiente, aunque creemos que las Iglesias y comunidades separadas tienen sus defectos, NO ESTÁN DESPROVISTAS DE SENTIDO Y DE VALOR EN EL MISTERIO DE LA SALVACIÓN, PORQUE EL ESPÍRITU DE CRISTO NO REHUYÓ SERVIRSE DE ELLAS COMO MEDIOS DE SALVACIÓN, cuya virtud deriva de la misma PLENITUD de la gracia y de la verdad que se confió a la Iglesia.
LEÓN XIII (SATIS COGNITUM) ACLARA QUE:
6. Es preciso averiguar no de qué modo la Iglesia podría ser una, sino qué unidad ha querido darle su Fundador. (D.1954).
Si examinamos los hechos, comprobaremos que Jesucristo no concibió ni instituyó una Iglesia formada de muchas comunidades que se asemejan por ciertos caracteres generales, pero distintas unas de otras y no unidas entre sí por aquellos vínculos que únicamente pueden dar a la Iglesia la individualidad y la unidad de que hacemos profesión en el símbolo de la fe: “Creo en la Iglesia una”...
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Por eso, cuando Jesucristo habla de este edificio místico, no menciona más que una Iglesia, que llama suya: “Yo edificaré mi Iglesia”. Cualquiera otra que se quiera imaginar fuera de ella no puede ser la verdadera Iglesia de Jesucristo.
7. Esto resulta más evidente aún si se considera el designio del divino Autor de la Iglesia. ¿Qué ha buscado, qué ha querido Jesucristo nuestro Señor en el establecimiento y conservación de la Iglesia? Una sola cosa: transmitir a la Iglesia la continuación de la misma misión del mismo mandato que El recibió de su Padre.
[ ... ]
La misión, pues, de la Iglesia es repartir entre los hombres y extender a todas las edades la salvación operada por Jesucristo y todos los beneficios que de ella se siguen. Por esto, según la voluntad de su Fundador, es necesario que sea única en toda la extensión del mundo y en toda la duración de los tiempos.
9. La Iglesia de Cristo es, pues, única y, además, perpetua: quien se separa de ella se aparta de la voluntad y de la orden de Jesucristo nuestro Señor, deja el camino de salvación y corre a su pérdida.
U.R. 3 F) Los hermanos separados, sin embargo, ya particularmente, ya sus comunidades y sus iglesias, no gozan de aquella unidad que Cristo quiso dar a los que regeneró y vivificó en un cuerpo y en una vida nueva y que manifiestan la Sagrada Escritura y la Tradición venerable de la Iglesia. Solamente por medio de la Iglesia católica de Cristo, que es auxilio general de la salvación, puede conseguirse la PLENITUD TOTAL de los medios salvíficos.
COMIENZA EL SÍMBOLO QUIMCUMQUE (O ATANASIANO):
Todo el que quiera ser salvo debe, ante todo, guardar la fe católica. Quien no la observe en su totalidad y sin violarla, sin duda perecerá eternamente. (De hecho, este símbolo alcanzó tanta autoridad en la Iglesia lo mismo occidental que oriental, que entró en el uso litúrgico y ha de tenerse por verdadera definición de fe. Nota del Denzinger).
SAN PÍO X EN PASCENDI:
Podrían acaso defender los modernistas es que la (religión) católica, por tener más vida, posee más verdad, y que es más digna del nombre cristiano porque responde con mayor plenitud a los orígenes del cristianismo.
U.R. 3 F) Creemos que el Señor entregó todos los bienes del Nuevo Testamento a un solo colegio apostólico, a saber, el que preside Pedro, para constituir un solo Cuerpo de Cristo en la tierra, al que tienen que incorporarse TOTALMENTE todos los que de alguna manera pertenecen YA al Pueblo de Dios. Pueblo que durante su peregrinación por la tierra, aunque permanezca sujeto al pecado crece en Cristo y es conducido suavemente por Dios, según sus inescrutables designios, hasta que arribe gozoso a la total PLENITUD de la gloria eterna en la Jerusalén celestial.
PÍO IX ENCÍCLICA ETSI MULTA DE 21-XI-1873, SOBRE ATAQUES A LA IGLESIA EN LOS DIFERENTES PAÍSES:
Y, en efecto, “a Pedro le habló el Señor: a uno, para establecer la unidad del uno” . A Pedro “la clemencia divina le confirió una gran y admirable parte de su poder, y si quería algo en común con los demás Príncipes, nunca concedió nada a los otros sino por medio de él”. De esta Sede Apostólica, donde el Beato Pedro “vive, preside y concede a los que buscan la verdad de la Fe, los derechos de la venerable unión común se extienden para todos”; y esta misma Sede sin duda “es para las demás Iglesias, esparcidas por la tierra, como la cabeza respecto a los miembros; quien se separa de ella se convierte en un exiliado de la religión cristiana, habiendo comenzado a no estar ya en el mismo cuerpo común”.
Por ello, el santo mártir Cipriano, al hablar del pseudo obispo cismático Novaciano, le negó incluso el título de cristiano, ya que estaba desvinculado y separado de la Iglesia de Cristo.
VATICANO I, SES. IV, C. 3:
[Consecuencias negadas por los innovadores] Enseñamos, por ende, y declaramos, que la Iglesia Romana, por disposición del Señor, posee el principado de potestad ordinaria sobre todas las otras, y que esta potestad de jurisdicción del Romano Pontífice, que es verdaderamente episcopal, es inmediata. A esta potestad están obligados por el deber de subordinación jerárquica y de verdadera obediencia los pastores y fieles de cualquier rito y dignidad, ora cada uno separadamente, ora todos juntamente, no sólo en las materias que atañen a la fe y a las costumbres, sino también en lo que pertenece a la disciplina y régimen de la Iglesia difundida por todo el orbe; de suerte que, guardada con el Romano Pontífice esta unidad tanto de comunión como de profesión de la misma fe, la Iglesia de Cristo sea un solo rebaño bajo un solo pastor supremo. Tal es la doctrina de la verdad católica, de la que nadie puede desviarse sin menoscabo de su fe y salvación (D.1827).
Y PÍO XI (MORTALIUM ANIMOS):
10. Durante el transcurso de los siglos, la Esposa mística de Cristo nunca ha sido contaminada, ni ella puede ser contaminada en el futuro, como lo demuestra Cipriano: “La Novia de Cristo no puede ser falsa: es incorrupta y modesta. Ella sabe que guarda la santidad de la cámara nupcial con castidad y modestia”. El mismo santo mártir, con una buena razón, se maravilló enormemente de que cualquiera pudiera creer que “esta unidad en la Iglesia que surge de un fundamento divino, y la cual está unida por los sacramentos celestiales, podría ser desgarrada por la fuerza de voluntades contrarias”. Porque desde el cuerpo místico de Cristo, de la misma manera que su cuerpo físico, es uno, compactado y unidos de manera apropiada, es absurdo y fuera de lugar decir que el cuerpo místico está formado por miembros que están desunidos y dispersos en el extranjero. Quien no está unido al cuerpo, no es miembro de él y tampoco está en comunión con el anuncio de Cristo
ECUMENISMO
U.R. 4. A) Puesto que hoy en muchas partes del mundo, por inspiración del Espíritu Santo, se hacen muchos intentos con la oración, la palabra y la acción para llegar a aquella PLENITUD de unidad que quiere Jesucristo, este sacrosanto Concilio exhorta a todos los fieles católicos a que, reconociendo los signos de los tiempos, cooperen diligentemente en la empresa ecuménica.
LEÓN XIII COMIENZA LA SATIS COGNITUM:
[1. Tema de la Encíclica: La Unidad de la Iglesia] 1. Bien sabéis que una parte considerable de nuestros pensamientos y de nuestras preocupaciones tiene por objeto esforzarnos en volver a los extraviados al redil que gobierna el soberano Pastor de las almas, Jesucristo. Aplicando nuestra alma a ese objeto, Nos hemos pensado que sería utilísimo a tamaño designio y a tan grande empresa de salvación trazar la imagen de la Iglesia, dibujando, por decirlo así, sus contornos principales, y poner en relieve, como su distintivo más característico y más digno de especial atención, la unidad, carácter insigne de la verdad y del invencible poder que el Autor divino de la Iglesia ha impreso en su obra.
7. […] “Pues ningún otro nombre ha sido dado a los hombres por el que podamos ser salvados” (Hechos 4. 2). La misión, pues, de la Iglesia es repartir entre los hombres y extender a todas las edades la salvación operada por Jesucristo y todos los beneficios que de ella se siguen. Por esto, según la voluntad de su Fundador, es necesario que sea única en toda la extensión del mundo y en toda la duración de los tiempos. Para que pudiera existir una unidad más grande sería preciso salir de los límites de la tierra e imaginar un género humano nuevo y desconocido.
[ … ]
9. [ ... ] Los miembros separados y dispersos no pueden unirse a una sola y misma cabeza para formar un solo cuerpo. Pues San Pablo dice: “Todos los miembros del cuerpo, aunque numerosos, no son sino un solo cuerpo: así es Cristo”. Y es por esto por lo que nos dice también que este cuerpo está unido y ligado. “Cristo es el jefe, en virtud del que todo el cuerpo, unido y ligado por todas sus coyunturas que se prestan mutuo auxilio por medio de operaciones proporcionadas a cada miembro, recibe su acrecentamiento para ser edificado en la caridad”. Así, pues, si algunos miembros están separados y alejados de los otros miembros, no podrán pertenecer a la misma cabeza como el resto del cuerpo. “Hay —dice San Cipriano— un solo Dios, un solo Cristo, una sola Iglesia de Cristo, una sola fe, un solo pueblo que, por el vínculo de la concordia, está fundado en la unidad sólida de un mismo cuerpo. La unidad no puede ser amputada; un cuerpo, para permanecer único, no puede dividirse por el fraccionamiento de su organismo”. Para mejor declarar la unidad de su Iglesia, Dios nos la presenta bajo la imagen de un cuerpo animado, cuyos miembros no pueden vivir sino a condición de estar unidos con la cabeza y de tomar sin cesar de ésta su fuerza vital; separados, han de morir necesariamente. “No puede (la Iglesia) ser dividida en pedazos por el desgarramiento de sus miembros y de sus entrañas. Todo lo que se separe del centro de la vida no podrá vivir por sí solo ni respirar”. Ahora bien: ¿en qué se parece un cadáver a un ser vivo? “Nadie jamás ha odiado a su carne, sino que la alimenta y la cuida como Cristo a la Iglesia, porque somos los miembros de su cuerpo formados de su carne y de sus huesos”.
Que se busque, pues, otra cabeza parecida a Cristo, que se busque otro Cristo si se quiere imaginar otra Iglesia fuera de la que es su cuerpo. “Mirad de lo que debéis guardaros, ved por lo que debéis velar, ved lo que debéis tener. A veces se corta un miembro en el cuerpo humano, o más bien se le separa del cuerpo una mano, un dedo, un pie. ¿Sigue el alma al miembro cortado? Cuando el miembro está en el cuerpo, vive; cuando se le corta, pierde la vida. Así el hombre, en tanto que vive en el cuerpo de la Iglesia, es cristiano católico; separado se hará herético. El alma no sigue al miembro amputado”.
U.R. 4 B) Por “movimiento ecuménico” se entiende el conjunto de actividades y de empresas que, conforme a las distintas necesidades de la Iglesia y a las circunstancias de los tiempos, se suscitan y se ordenan a favorecer la unidad de los cristianos.
U.R. 4 C) Tales son, en primer lugar, todos los intentos de eliminar palabras, juicios y actos que no sean conformes, según justicia y verdad, a la condición de los hermanos separados, y que, por tanto, pueden hacer más difíciles las mutuas relaciones en ellos; en segundo lugar, “el diálogo” entablado entre peritos y técnicos en reuniones de cristianos de las diversas Iglesias o comunidades, y celebradas en espíritu religioso. En este diálogo expone cada uno, por su parte, con toda profundidad la doctrina de su comunión, presentado claramente los caracteres de la misma. Por medio de este diálogo, todos adquieren un conocimiento más auténtico y un aprecio más justo de la doctrina y de la vida de cada comunión; en tercer lugar, las diversas comuniones consiguen una más amplia colaboración en todas las obligaciones exigidas por toda conciencia cristiana en orden al bien común y, en cuanto es posible, participan en la oración unánime. Todos, finalmente, examinan su fidelidad a la voluntad de Cristo con relación a la Iglesia y, como es debido, emprenden animosos la obra de renovación y de reforma.
[La Iglesia, institución divina, no requiere nunca restauración, ni regeneración] Además, siendo la máxima más incontenible, hacer uso de las palabras de los Padres tridentinos, que “la Iglesia fue aprendida por Jesucristo y sus apóstoles, y eso es enseñado por el Espíritu Santo, quien sugiere cada verdad a ella día a día” (Juan 14, 26; Conc. Trident., sesión 13 decret. de Eucarist., proemio. (Enchir. Symb. Denz.-Umherg 873-A)., parece claramente absurdo y extremadamente perjudicial para la Iglesia proponer una cierta “restauración y regeneración”, según sea necesario para proporcionar su salvación y su aumento, como si pudiera considerarse que está sujeta a defectos, a oscurecimiento o a otros inconvenientes de un tipo similar: todas las maquinaciones y complots dirigidos por los novicios hasta el desafortunado final de ellos para sentar las “bases de un establecimiento humano reciente”. Para que suceda lo que fue condenado por San Cipriano, “que la Iglesia se convierta en una cosa humana”, cuando, por el contrario, es una cosa completamente divina (S. Cipriano, epist. 52, P.L. 3, Col 815-B). Pero aquellos que están meditando en tales diseños consideran que por testimonio de San León, solo al Pontífice Romano “se le confía la disciplina de los Cánones” y que solo a él pertenece, y no a un hombre privado, el definir las reglas “de las sanciones paternas” y, como dijo San Gelasio [San Gelasio, papa, Epist. ad Episcopum Lucaniae] “equilibrando así los decretos de los cánones y de acuerdo con los preceptos de los predecesores: después de reflexiones diligentes dan un temperamento adecuado a aquellas cosas que la necesidad de los tiempos requiere tener que moderar prudentemente para el bien de las Iglesias”.
GREGORIO XVI, ENCÍCLICA MIRARI VOS (1832):
[La Iglesia, institución divina, no requiere nunca restauración, ni regeneración] Además, siendo la máxima más incontenible, hacer uso de las palabras de los Padres tridentinos, que “la Iglesia fue aprendida por Jesucristo y sus apóstoles, y eso es enseñado por el Espíritu Santo, quien sugiere cada verdad a ella día a día” (Juan 14, 26; Conc. Trident., sesión 13 decret. de Eucarist., proemio. (Enchir. Symb. Denz.-Umherg 873-A)., parece claramente absurdo y extremadamente perjudicial para la Iglesia proponer una cierta “restauración y regeneración”, según sea necesario para proporcionar su salvación y su aumento, como si pudiera considerarse que está sujeta a defectos, a oscurecimiento o a otros inconvenientes de un tipo similar: todas las maquinaciones y complots dirigidos por los novicios hasta el desafortunado final de ellos para sentar las “bases de un establecimiento humano reciente”. Para que suceda lo que fue condenado por San Cipriano, “que la Iglesia se convierta en una cosa humana”, cuando, por el contrario, es una cosa completamente divina (S. Cipriano, epist. 52, P.L. 3, Col 815-B). Pero aquellos que están meditando en tales diseños consideran que por testimonio de San León, solo al Pontífice Romano “se le confía la disciplina de los Cánones” y que solo a él pertenece, y no a un hombre privado, el definir las reglas “de las sanciones paternas” y, como dijo San Gelasio [San Gelasio, papa, Epist. ad Episcopum Lucaniae] “equilibrando así los decretos de los cánones y de acuerdo con los preceptos de los predecesores: después de reflexiones diligentes dan un temperamento adecuado a aquellas cosas que la necesidad de los tiempos requiere tener que moderar prudentemente para el bien de las Iglesias”.
León XIII (SATIS COGNITUM):
[Conservación de la doctrina] 16. [ … ] Es, pues, necesario que de una manera permanente subsista, de una parte, la misión constante e inmutable de enseñar todo lo que Jesucristo ha enseñado, y de otra, la obligación constante e inmutable de aceptar y de profesar toda la doctrina así enseñada. San Cipriano lo expresa de un modo excelente en estos términos:
“Cuando nuestro Señor Jesucristo, en el Evangelio, declara que aquellos que no están con Él son sus enemigos, no designa una herejía en particular, sino denuncia como a sus adversarios a todos aquellos que no están enteramente con Él, y que no recogiendo con Él ponen en dispersión su rebaño: El que no está conmigo —dijo— está contra mí, y el que no recoge conmigo, esparce” (S. Cipr. Ep. 49 ad Magnum 1, P.L. 3, 1138).
17. Penetrada plenamente de estos principios, y cuidadosa de su deber, la Iglesia nada ha deseado con tanto ardor ni procurado con tanto esfuerzo cómo conservar del modo más perfecto la integridad de la fe. Por esto ha mirado como a rebeldes declarados y ha lanzado de su seno a todos los que no piensan como ella sobre cualquier punto de su doctrina.
[Llamamiento a las sectas disidentes] Por lo tanto, que los hijos separados se acerquen a la Sede Apostólica, establecida en la Ciudad que Pedro y Pablo, los Príncipes de los Apóstoles, consagraron con su sangre; Para eso, repetimos, que es “la raíz y el útero de donde brota la Iglesia de Dios” [S. Cipr. Carta 38 a Cornelio 3. (Entre las cartas de S. Cornelio Papa III; Migne P.L. 3, col. 733-B.], no con la intención y la esperanza de que “la Iglesia del Dios viviente, el pilar y la base de la verdad” [I Tim. 3, 15] dejará de lado la integridad de la fe y tolerarán sus errores, pero, por el contrario, se someterán a su enseñanza y gobierno. Ojalá fuera Nuestra suerte feliz de hacer lo que muchos de Nuestros predecesores no pudieron, para abrazar con afecto paternal a esos niños, cuya infeliz separación de Nosotros ahora lloramos.
17. Penetrada plenamente de estos principios, y cuidadosa de su deber, la Iglesia nada ha deseado con tanto ardor ni procurado con tanto esfuerzo cómo conservar del modo más perfecto la integridad de la fe. Por esto ha mirado como a rebeldes declarados y ha lanzado de su seno a todos los que no piensan como ella sobre cualquier punto de su doctrina.
PÍO XI (MORTALIUM ANIMOS):
[Llamamiento a las sectas disidentes] Por lo tanto, que los hijos separados se acerquen a la Sede Apostólica, establecida en la Ciudad que Pedro y Pablo, los Príncipes de los Apóstoles, consagraron con su sangre; Para eso, repetimos, que es “la raíz y el útero de donde brota la Iglesia de Dios” [S. Cipr. Carta 38 a Cornelio 3. (Entre las cartas de S. Cornelio Papa III; Migne P.L. 3, col. 733-B.], no con la intención y la esperanza de que “la Iglesia del Dios viviente, el pilar y la base de la verdad” [I Tim. 3, 15] dejará de lado la integridad de la fe y tolerarán sus errores, pero, por el contrario, se someterán a su enseñanza y gobierno. Ojalá fuera Nuestra suerte feliz de hacer lo que muchos de Nuestros predecesores no pudieron, para abrazar con afecto paternal a esos niños, cuya infeliz separación de Nosotros ahora lloramos.
12 [ … ] (Plegaria a Cristo y a María) Ojalá que Dios nuestro Salvador, “Quien quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim. 2, 4), nos escuche cuando roguemos humildemente que se digne a recordar a todos los que se desvían a la unidad de la Iglesia.
En esta tarea tan importante, pedimos y deseamos que los demás pidan las oraciones de la Beata María Virgen, Madre de la gracia divina, victoriosa sobre todas las herejías y ayuda de los cristianos, para que pueda implorarnos la pronta venida del tan esperado día, cuando todos los hombres oigan la voz de Su divino Hijo, y tengan “cuidado de mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Efes. 4, 3).
U.R. 4 D) Todo esto, realizado prudente y pacientemente por los fieles de la Iglesia Católica, bajo la vigilancia de los pastores, conduce al bien de la equidad y de la verdad, de la concordia y de la colaboración, del amor fraterno y de la unión para que poco a poco por esta vía, superados todos los obstáculos que impiden la perfecta comunión eclesiástica, todos los cristianos se congreguen en una única celebración de la Eucaristía, en orden a la unidad que Cristo dio a su Iglesia desde un principio y que creemos subsiste indefectible en la Iglesia católica y esperamos crezca de día en día hasta la consumación de los siglos.
LEÓN XIII (SATIS COGNITUM):
[Acogerse al seno de la Iglesia] 21. […] Siendo evidente que Dios quiere de una manera absoluta en su Iglesia la unidad de la fe, y estando demostrado de qué naturaleza ha querido que fuese esa unidad, y por qué principio ha decretado asegurar su conservación, séanos permitido dirigirnos a todos aquellos que no han resuelto cerrar los oídos a la verdad y decirles con San Agustín: “Pues que vemos en ellos un gran socorro de Dios y tanto provecho y utilidad, ¿dudaremos en acogernos en el seno de esta Iglesia que, según la confesión del género humano, tiene en la Sede Apostólica y ha guardado por la sucesión de sus obispos la autoridad suprema, a despecho de los clamores de los herejes que la asedian y han sido condenados, ya por el juicio del pueblo, ya por las solemnes decisiones de los concilios, o por la majestad de los milagros? No querer darle el primer lugar es seguramente producto de una soberana impiedad o de una arrogancia desesperada. Y si toda ciencia, aun la más humilde y fácil, exige, para ser adquirida, el auxilio de un doctor o de un maestro, ¿puédese imaginar un orgullo más temerario, tratándose de libros de los divinos misterios, negarse a recibirlo de boca de sus intérpretes y sin conocerlos querer condenarlos?” (Aug.De útil, cred., c.17. 35. P.L. 42, 91)
[Otros deberes de la Iglesia] 22. Es, pues, sin duda deber de la Iglesia conservar y propagar la doctrina cristiana en toda su integridad y pureza. Pero su papel no se limita a eso, y el fin mismo para el que la Iglesia fue instituida no se agotó con esta primera obligación. En efecto, por la salud del género humano se sacrificó Jesucristo, y a este fin refirió todas sus enseñanzas y todos sus preceptos, y lo que ordenó a la Iglesia que buscase en la verdad de la doctrina fue la santificación y la salvación de los hombres. Pero este designio tan grande y tan excelente, no puede realizarse por la fe sola; es preciso añadir a ella el culto dado a Dios en espíritu de justicia y de piedad, y que comprende, sobre todo, el sacrificio divino y la participación de los sacramentos, y por añadidura la santidad de las leyes morales y de la disciplina.
INOCENCIO III, 1198-1216, IV CONCILIO DE LETRÁN DE 1215:
Y una sola es la Iglesia universal de los fieles, fuera de la cual nadie absolutamente se salva (Cipriano: “No hay salvación fuera de la Iglesia”. Epist. 73 ad lubaianum. 21 (P.L. 3. 1123 B), y en ella el mismo sacerdote es sacrificio, Jesucristo, cuyo cuerpo y sangre se contiene verdaderamente en el sacramento del altar bajo las especies de pan y vino, después de transustanciados, por virtud divina, el pan en el cuerpo y el vino en la sangre, a fin de que, para acabar el misterio de la unidad, recibamos nosotros de lo suyo lo que El recibió de lo nuestro. Y este sacramento nadie ciertamente puede realizarlo sino el sacerdote que hubiere sido debidamente ordenado, según las llaves de la Iglesia, que el mismo Jesucristo concedió a los Apóstoles y a sus sucesores (D.430).
U.R. 4 E) Es manifiesto, sin embargo, que la obra de preparación y reconciliación individuales de los que desean la PLENA comunión católica no se diferencia, por su naturaleza, de la empresa ecumenista, pues no encierran oposición alguna, ya que ambos proceden del admirable designio de Dios.
SAN CELESTINO I Y EL CONCILIO DE EFESO (431):
Cap. 8. Mas aparte de estas inviolables definiciones de la beatísima Sede Apostólica por las que los Padres piadosísimos, rechazada la soberbia de la pestífera novedad, nos enseñaron a referir a la gracia de Cristo tanto los principios de la buena voluntad como los incrementos de los laudables esfuerzos, y la perseverancia hasta el fin en ellos… cuando los que presiden a los santos pueblos, desempeñan la legación que les ha sido encomendada, representan ante la divina clemencia la causa del género humano y gimiendo a par con ellos toda la Iglesia, piden y suplican que se conceda la fe a los infieles, que los idólatras se vean libres de los errores de su impiedad, que a los judíos, quitado el velo de su corazón, les aparezca la luz de la verdad, que los herejes, por la comprensión de la fe católica, vuelvan en sí, que los cismáticos reciban el espíritu de la caridad rediviva, que a los caídos se les confieran los remedios de la penitencia y que, finalmente, a los catecúmenos, después de llevados al sacramento de la regeneración, se les abra el palacio de la celeste misericordia. Y que todo esto no se pida al Señor formularia o vanamente, lo muestra la experiencia misma, pues efectivamente Dios se digna atraer a muchísimos de todo género de errores y, sacándolos del poder de las tinieblas, los traslada al reino del Hijo de su amor (Col. 1, 18) y de vasos de ira los hace vasos de misericordia (Rom.9, 22 s). Todo lo cual hasta punto tal se siente ser obra divina que siempre se tributa a Dios que lo hace esta acción de gracias y esta confesión de alabanza por la iluminación o por la corrección de los tales (D. 139).
U.R. 4 F) Los fieles católicos han de ser, sin duda, solícitos de los hermanos separados en la acción ecumenista, orando por ellos, habiéndoles de las cosas de la Iglesia, dando los primeros pasos hacia ellos. Pero deben considerar también por su parte con ánimo sincero y diligente, lo que hay que renovar y corregir en la familia católica misma para que su vida dé más fiel y claro testimonio de la doctrina y de las normas dadas por Cristo a través de los apóstoles.
LEÓN XIII (SATIS COGNITUM):
[Sociedad divina y humana] 24) [...] Por su origen es, pues, la Iglesia una sociedad divina; por su fin y por los medios inmediatos que la conducen es sobrenatural; por los miembros de que se compone, y que son hombres, es una sociedad humana. Por esto la vemos designada en las Sagradas Escrituras con los nombres que convienen a una sociedad perfecta. Llámasela no solamente Casa de Dios, la Ciudad colocada sobre la montaña y donde todas las naciones deben reunirse, sino también Rebaño que debe gobernar un solo pastor y en el que deben refugiarse todas las ovejas de Cristo; también es llamada Reino suscitado por Dios y que durará eternamente; en fin, Cuerpo de Cristo, Cuerpo místico, sin duda, pero vivo siempre, perfectamente formado y compuesto de gran número de miembros, cuya función es diferente, pero ligados entre sí y unidos bajo el imperio de la Cabeza, que todo lo dirige.
SAN LEÓN IX A MIGUEL CERULARIO Y LEÓN DE ACRIDA EN IN TÉRRA PAX HOMINIBUS DE 2-1X-1053:
Cerulario Miguel. Patriarca de Constanlinopla (1043-1059) que promovió el segundo y definitivo cisma de la Iglesia de Oriente, o sea su separación de la Romana (del Diccionario espasa).
Cap. 7. … La Santa Iglesia edificada sobre la piedra, esto es, sobre Cristo, y sobre Pedro o Cefas, el hijo de Jonás, que antes se llamaba Simón, porque en modo alguno había de ser vencida por las puertas del infierno, es decir, por las disputas de los herejes, que seducen a los vanos para su ruina. Así lo promete la verdad misma, por la que son verdaderas cuantas cosas son verdaderas: Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella (Mt. 16, 18), y el mismo Hijo atestigua que por sus oraciones impetró del Padre el efecto de esta promesa, cuando le dice a Pedro: Simón, Simón, he aquí que Satanás... (Lc. 22, 31). ¿Habrá, pues, nadie de tamaña demencia que se atreva a tener por vacua en algo la oración de Aquél cuyo querer es poder? ¿Acaso no han sido reprobadas y convictas y expugnadas las Invenciones de todos los herejes por la Sede del príncipe de los Apóstoles, es decir, por la Iglesia Romana, ora por medio del mismo Pedro, ora por sus sucesores, y han sido confirmados los corazones de los hermanos en la fe de Pedro, que hasta ahora no ha desfallecido ni hasta el fin desfallecerá? (D.351).
Pío XI (MORTALIUM ANIMOS):
6. [...] En esta continua tarea, faltará algún elemento de fortaleza y eficiencia a la Iglesia, cuando Cristo, Él mismo, está perpetuamente presente a él, de acuerdo con su solemne promesa: “He aquí, estoy contigo todos los días, incluso para la consumación del mundo”. De ello se deduce que la Iglesia de Cristo no solo existe hoy y siempre, pero también es exactamente lo mismo que en la época de los Apóstoles, a menos que tuviéramos que decir, lo que Dios prohíbe, o que Cristo nuestro Señor no pudo cumplir su propósito, o que cometió un error al afirmar que las puertas del infierno nunca prevalecerán contra él.
U.R. 4 G) Pues, aunque la Iglesia católica posea toda la verdad revelada por Dios, y todos los instrumentos de la gracia, sin embargo, sus miembros no la viven consecuentemente con todo el fervor debido hasta el punto que la faz de la Iglesia resplandece menos ante los ojos de nuestros hermanos separados y de todo el mundo, retardándose con ello el crecimiento del reino de Dios.
U.R. 4 H) Por lo tanto, todos los católicos deben tender a la perfección cristiana (cfr. Sant. 1, 4; Rom. 12, 12) y esforzarse cada uno según su condición para que la Iglesia, portadora de la humildad y de la pasión de Jesús en su cuerpo (cfr. 2 Cor. 4, 10; Flp. 2, 5-8), se purifique y se renueve de día en día, hasta que Cristo se la presente a sí mismo gloriosa, sin mancha ni arruga (cfr. Ef. 5, 27).
Después de todas estas Escrituras que arriba hemos citado, proféticas, evangélicas y apostólicas, sobre las que, por la gracia de Dios, está fundada la Iglesia Católica, otra cosa hemos creído deber indicar y es que, aún cuando no haya más que un solo tálamo de Cristo, la Iglesia Católica difundida por todo el orbe; sin embargo, la santa Iglesia Romana no ha sido antepuesta a las otras Iglesias por constitución alguna conciliar, sino que obtuvo el primado por la evangélica voz del Señor y Salvador, cuando dijo: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella, y a ti te daré las llaves del reino de los cielos, y cuanto atares sobre la tierra, será atado también en el cielo; y cuanto desatares sobre la tierra, será desatado también en el cielo (Mt. 16, 18 s.)…
Consiguientemente, la primera es la Sede del Apóstol Pedro, la de la Iglesia Romana, que no tiene mancha ni arruga ni cosa semejante (Eph. 5, 27)… (D.163).
… Es más, la Iglesia por sí misma, es decir, por su admirable propagación, eximia santidad e inexhausta fecundidad en toda suerte de bienes, por su unidad católica y su invicta estabilidad, es un grande y perpetuo motivo de credibilidad y testimonio irrefregable de su divina legación (D.1794).
[De la encarnación] Adhiriéndonos firmemente al fundamento de la fe católica, fuera del cual, en testimonio del Apóstol, nadie puede poner otro (1 Cor. 3,11), abiertamente confesamos, con la santa madre Iglesia, que el unigénito Hijo de Dios… para obrar la salvación de todos, no sólo quiso ser clavado en la cruz y morir en ella, sino que sufrió que, después de exhalar su espíritu, fuera perforado por la lanza su costado, para que, al manar de él las ondas de agua y sangre, se formara la única inmaculada y virgen, santa madre Iglesia, esposa de Cristo, … (D.480).
22 [...] Todo esto debe encontrarse en la Iglesia, pues está encargada de continuar hasta el fin de los siglos las funciones del Salvador; la religión que, por la voluntad de Dios, en cierto modo toma cuerpo en ella es la Iglesia sola quien la ofrece en toda su plenitud y perfección; e igualmente todos los medios de salvación que, en el plan ordinario de la Providencia, son necesarios a los hombres, sólo ella es quien los procura.
Sabéis, en efecto, que el Señor clama en el Evangelio: Simón, Simón, mira que Satanás os ha pedido para cribaros como trigo; pero yo he rogado por ti a mi Padre, para que no desfallezca tu fe, y tú, convertido, confirma a tus hermanos (Lc. 22, 31 s).
[Después de confirmar la fe de los Concilios de Nicea, primero de Constantinopla, primero de Efeso, y principalmente el de Calcedonia, así como la Carta dogmática de León a Flaviano, continúa así]:
Y si alguno existe, o cree, o bien osa enseñar contra esta fe, sepa que está condenado y anatematizado según la sentencia de esos mismos Padres… Considerad, pues, que quien no estuviere en la paz y unidad de la Iglesia, no podrá tener a Dios (Gal. 3, 7)… (D.246).
U.R. 4 I) Guardando la unidad en lo necesario todos en la Iglesia, cada uno según el cometido que le ha sido dado, observen la debida libertad, tanto en las diversas formas de vida espiritual y de disciplina como en la diversidad de ritos litúrgicos, e incluso en la elaboración teológica de la verdad revelada; pero en todo practiquen la caridad. Pues con este proceder manifestarán cada día mas plenamente la auténtica catolicidad y la apostolicidad de la Iglesia.
S. Agatón, Epit. ad aug. Imperat. Migne, P.L,. 87, Col. 1164-D
... “de las cosas que se definieron regularmente, ninguna debe disminuir, no cambiar, no agregar, deben mantenerse intactas en palabras y significados” (Ed. Guadalupe, t. I, p. 39).
(Unidad absoluta en la fe) 11. [...] Por esto, según su plan divino, Jesús quiso que la unidad de la fe existiese en su Iglesia; pues la fe es el primero de todos los vínculos que unen al hombre con Dios, y a ella es a la que debemos el nombre de fieles.
SAN GELASIO I, DE LA CARTA O DECRETAL A HONORIO, OBISPO DE DALMACIA, DEL AÑO 495:
Después de todas estas Escrituras que arriba hemos citado, proféticas, evangélicas y apostólicas, sobre las que, por la gracia de Dios, está fundada la Iglesia Católica, otra cosa hemos creído deber indicar y es que, aún cuando no haya más que un solo tálamo de Cristo, la Iglesia Católica difundida por todo el orbe; sin embargo, la santa Iglesia Romana no ha sido antepuesta a las otras Iglesias por constitución alguna conciliar, sino que obtuvo el primado por la evangélica voz del Señor y Salvador, cuando dijo: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella, y a ti te daré las llaves del reino de los cielos, y cuanto atares sobre la tierra, será atado también en el cielo; y cuanto desatares sobre la tierra, será desatado también en el cielo (Mt. 16, 18 s.)…
Consiguientemente, la primera es la Sede del Apóstol Pedro, la de la Iglesia Romana, que no tiene mancha ni arruga ni cosa semejante (Eph. 5, 27)… (D.163).
PÍO IX, 1846-1878. – CONCILIO VATICANO DE 1869-1870:
… Es más, la Iglesia por sí misma, es decir, por su admirable propagación, eximia santidad e inexhausta fecundidad en toda suerte de bienes, por su unidad católica y su invicta estabilidad, es un grande y perpetuo motivo de credibilidad y testimonio irrefregable de su divina legación (D.1794).
CLEMENTE V Y EL CONCILIO DE VIENNE (XV ECUMÉNICO, 1311-1312); DE LA CONSTITUCIÓN DE SUMMA TRINITATE ET FIDE CATHOLICA:
[De la encarnación] Adhiriéndonos firmemente al fundamento de la fe católica, fuera del cual, en testimonio del Apóstol, nadie puede poner otro (1 Cor. 3,11), abiertamente confesamos, con la santa madre Iglesia, que el unigénito Hijo de Dios… para obrar la salvación de todos, no sólo quiso ser clavado en la cruz y morir en ella, sino que sufrió que, después de exhalar su espíritu, fuera perforado por la lanza su costado, para que, al manar de él las ondas de agua y sangre, se formara la única inmaculada y virgen, santa madre Iglesia, esposa de Cristo, … (D.480).
LEÓN XIII (SATIS COGNITUM):
22 [...] Todo esto debe encontrarse en la Iglesia, pues está encargada de continuar hasta el fin de los siglos las funciones del Salvador; la religión que, por la voluntad de Dios, en cierto modo toma cuerpo en ella es la Iglesia sola quien la ofrece en toda su plenitud y perfección; e igualmente todos los medios de salvación que, en el plan ordinario de la Providencia, son necesarios a los hombres, sólo ella es quien los procura.
PELAGIO II, 575-590; DE LA CARTA 1 QUOD AD DILECTIONEM, A LOS OBISPOS CISMÁTICOS DE ISTRIA, HACIA EL AÑO 585:
Sabéis, en efecto, que el Señor clama en el Evangelio: Simón, Simón, mira que Satanás os ha pedido para cribaros como trigo; pero yo he rogado por ti a mi Padre, para que no desfallezca tu fe, y tú, convertido, confirma a tus hermanos (Lc. 22, 31 s).
Considerad, carísimos, que la Verdad no puede mentir, ni la fe de Pedro podrá eternamente conmoverse o mudarse. Porque como el diablo hubiera pedido a todos los discípulos para cribarlos, por Pedro solo atestigua el Señor haber rogado y por él quiso que los demás fueran confirmados. A él también, en razón del mayor amor que manifestaba al Señor en comparación de los otros, le fue encomendado el cuidado de apacentar las ovejas [cf. Juan 21, 15 ss]; a él también le entregó las llaves del reino de los cielos, le prometió que sobre él edificaría su Iglesia y le atestiguó que las puertas del infierno no prevalecerían contra ella [Mt. 16, 16 ss].
Mas como quiera que el enemigo del género humano no cesa hasta el fin del mundo en sembrar la cizaña encima de la buena semilla para daño de la Iglesia de Dios [Mt. 13, 25], de ahí que para que nadie, con maligna intención, presuma fingir o argumentar nada sobre la integridad de nuestra fe y por ello tal vez parezca que se perturban vuestros espíritus, hemos juzgado necesario, no sólo exhortaros con lágrimas por la presente Carta a que volváis al seno de la Madre Iglesia, sino también enviaros satisfacción sobre la integridad de nuestra fe...
[Después de confirmar la fe de los Concilios de Nicea, primero de Constantinopla, primero de Efeso, y principalmente el de Calcedonia, así como la Carta dogmática de León a Flaviano, continúa así]:
Y si alguno existe, o cree, o bien osa enseñar contra esta fe, sepa que está condenado y anatematizado según la sentencia de esos mismos Padres… Considerad, pues, que quien no estuviere en la paz y unidad de la Iglesia, no podrá tener a Dios (Gal. 3, 7)… (D.246).
U.R. 4 I) Guardando la unidad en lo necesario todos en la Iglesia, cada uno según el cometido que le ha sido dado, observen la debida libertad, tanto en las diversas formas de vida espiritual y de disciplina como en la diversidad de ritos litúrgicos, e incluso en la elaboración teológica de la verdad revelada; pero en todo practiquen la caridad. Pues con este proceder manifestarán cada día mas plenamente la auténtica catolicidad y la apostolicidad de la Iglesia.
SAN AGATÓN PAPA, 680; (CITADO POR GREGORIO XVI EN MIRARI VOS):
S. Agatón, Epit. ad aug. Imperat. Migne, P.L,. 87, Col. 1164-D
... “de las cosas que se definieron regularmente, ninguna debe disminuir, no cambiar, no agregar, deben mantenerse intactas en palabras y significados” (Ed. Guadalupe, t. I, p. 39).
LEÓN XIII (SATIS COGNITUM):
(Unidad absoluta en la fe) 11. [...] Por esto, según su plan divino, Jesús quiso que la unidad de la fe existiese en su Iglesia; pues la fe es el primero de todos los vínculos que unen al hombre con Dios, y a ella es a la que debemos el nombre de fieles.
“Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo” (Efes. 4. 5), es decir, del mismo modo que no tienen mas que un solo Señor y un solo bautismo, así todos los cristianos del mundo no deben tener sino una sola fe. Por esto el Apóstol San Pablo no pide solamente a los cristianos que tengan los mismos sentimientos y huyan de las diferencias de opinión, sino les conjura a ello por los motivos mas sagrados: “Os conjuro, hermanos míos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que no tengáis mas que un mismo lenguaje, ni sufráis cisma entre vosotros; sino que estéis todos perfectamente unidos en el mismo espíritu y en los mismos sentimientos” (I Cor. 1. 10). Estas palabras no necesitan explicación, son por sí mismas bastante elocuentes.
[Orígenes ensalza la tradición] 19. Esta es también la regla que desde la antigüedad más remota han seguido siempre y unánimemente han defendido los Padres y los doctores. Escuchad a Orígenes: “Cuantas veces nos muestran los herejes las Escrituras canónicas, a las que todo cristiano da su asentimiento y su fe, parecen decir: En nosotros está la palabra de la verdad. Pero no debemos creerlos ni apartarnos de la primitiva tradición eclesiástica, ni creer otra cosa que lo que las Iglesias de Dios nos han enseñado por la tradición sucesiva” (Orígenes, Vetus interpr. Comm. in Mt. n. 46, P.G. 13. 1667. ).
Escuchad a San Ireneo: “La verdadera sabiduría es la doctrina de los apóstoles... que ha llegado hasta nosotros por la sucesión de los obispos... al transmitirnos el conocimiento muy completo de las Escrituras, conservado sin alteración” (S. Ireneo, Contra haer, 1. IV, c. 33, n. 8, P.G. 7. 1077).
He aquí lo que dice Tertuliano: “Es evidente que toda doctrina, conforme con las de las Iglesias apostólicas, madres y fuentes primitivas de la fe, debe ser declarada verdadera; pues que ella guarda sin duda lo que las Iglesias han recibido de los apóstoles; los apóstoles, de Cristo; Cristo, de Dios... Nosotros estamos siempre en comunión con las Iglesias apostólicas; ninguna tiene diferente doctrina; éste es el mayor testimonio de la verdad” (Tertul. De praescript., c. 21. P.L. 2. 33).
U.R. 4 J) Por otra parte, es necesario que los católicos, con gozo, reconozcan y aprecien en su valor los tesoros verdaderamente cristianos que, procedentes del patrimonio común, se encuentran en nuestros hermanos separados. Es justo y saludable reconocer las riquezas de Cristo y las virtudes en la vida de quienes dan testimonio de Cristo y, a veces, hasta el derramamiento de su sangre, porque Dios es siempre admirable y digno de admiración en sus obras.
PELAGIO II, 575-590, EN LA CARTA 2 DILECTIONES VESTRAE A LOS OBISPOS CISMÁTICOS DE ISTRIA, CITANDO A SAN CIPRIANO:
“No pueden llegar al premio de la paz del Señor porque rompieron la paz del Señor con el furor de la discordia... No pueden permanecer con Dios los que no quisieron estar unánimes en la Iglesia. Aun cuando ardieren entregados a las llamas de la hoguera; aun cuando arrojados a las fieras den su vida, no será aquélla la corona de la fe, sino el castigo de la perfidia; ni muerte gloriosa, sino perdición desesperada. Ese tal puede ser muerto; coronado, no puede serlo... El pecado de cisma es peor que el de quienes sacrificaron [a los ídolos]...” (D.247).LEÓN XIII (SATIS COGNITUM):
19 [...] Y San Hilario: “Cristo, sentado en la barca para enseñar, nos hace entender que los que están fuera de la Iglesia no pueden tener ninguna inteligencia con la palabra divina. Pues la barca representa a la Iglesia, en la que sólo el Verbo de verdad reside y se hace escuchar, y los que están fuera de ella y fuera permanecen, estériles e inútiles como la arena de la ribera, no pueden comprenderle” (S.Hilar, Comment. in Mat. 23., n. 1. P.L. 9. 993. […]
25. [...] “Si alguno dice que el único jefe y el único pastor es Jesucristo, que es el único esposo de la Iglesia única, esta respuesta no es suficiente. Es cierto, en efecto, que el mismo Jesucristo obra los sacramentos en la Iglesia. Él es quien bautiza, quien remite los pecados; es el verdadero Sacerdote que se ofrece sobre el altar de la cruz y por su virtud se consagra todos los días su cuerpo sobre el altar, y, no obstante, como no debía permanecer con todos los fieles por su presencia corpórea, escogió ministros por cuyo medio pudieran dispensarse a los fieles los sacramentos de que acabamos de hablar, como lo hemos dicho más arriba (c.74). Del mismo modo, porque debía sustraer a la Iglesia su presencia corporal, fue preciso que designara a alguien para que, en su lugar, cuidase de la Iglesia universal. Por eso dijo a Pedro antes de su ascensión: "Apacienta mis ovejas'” (S. Thom. contra Gent. I. IV c. 76)
26. Jesucristo, pues, dio a Pedro a la Iglesia por jefe soberano, y estableció que este poder, instituido hasta el fin de los siglos para la salvación de todos, pasase por herencia a los sucesores de Pedro, en los que el mismo Pedro se sobreviviría perpetuamente por su autoridad. Seguramente al bienaventurado Pedro, y fuera de él a ningún otro, se hizo esta insigne promesa: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. “Es a Pedro a quien el Señor habló; a uno solo, a fin de fundar 1a unidad por uno solo” (Paciano. ad Sempr. c.III.ll. P.L. 13. 1071. […]
U.R. 4 K) Ni hay que olvidar tampoco que todo lo que obra el Espíritu Santo en los corazones de los hermanos separados puede conducir también a nuestra edificación. Lo que de verdad es cristiano no puede oponerse en forma alguna a los auténticos bienes de la fe, antes al contrario, siempre puede hacer que se alcance más perfectamente el misterio mismo de Cristo y de la Iglesia.
SAN SIMPLICIO, 468-483, DE LA CARTA CUPEREM QUIDEM, A BASILISCO AUGUST., DE 9 DE ENERO DE 476:
(5) Lo que, sincero y claro, manó de la fuente purísima de las Escrituras, no podrá revolverse por argumento alguno de astucia nebulosa. Porque persiste en sus sucesores ésta y la misma norma de la doctrina apostólica, la del Apóstol a quien el Señor encomendó el cuidado de todo su rebaño (Ioh. 21, 15 ss.), a quien le prometió que no le faltaría El en modo alguno hasta el fin del mundo (Mt. 16. 18 ss.). (6)… Cualquiera que, como dice el Apóstol, intente sembrar otra cosa fuera de lo que hemos recibido, sea anatema (Gal. 1, 8 s). No se abra entrada alguna por donde se introduzcan furtivamente en vuestros oídos perniciosas ideas, no se conceda esperanza alguna de volver a tratar nada de las antiguas constituciones; porque -y es cosa que hay que repetir muchas veces-, lo que por las manos apostólicas, con asentimiento de la Iglesia universal, mereció ser cortado a filo de la hoz evangélica, no puede cobrar vigor para renacer, no puede volver a ser sarmiento feraz de la viña del Señor lo que consta haber sido destinado al fuego eterno. Así, en fin, las maquinaciones de las herejías todas, derrocadas por los decretos de la Iglesia, nunca puede permitirse que renueven los combates de una impugnación ya liquidada… (D. 160).
GREGORIO XVI, ENCÍCLICA SUMMO JUGITER DE 27-V-1832, A LOS OBISPOS DE BAVIERA SOBRE EL MATRIMONIO MIXTO:
Por último no faltan entre ellos [algunos que se esforzaban con todo empeño en fomentar… una completa libertad en materia de matrimonios mixtos) quienes procuran persuadirse a sí mismos y a otros que, no sólo en la religión católica se salva el hombre, sino que también los herejes que mueren en la herejía pueden llegar a la vida eterna (Ed. Guadalupe, t.I, p. 32).
U.R. 4 L) Sin embargo, las divisiones de los cristianos impiden que la Iglesia lleve a efecto su propia PLENITUD de catolicidad en aquellos hijos que, estando verdaderamente incorporados a ella por el bautismo están, sin embargo, separados de su PLENA comunión. Mas aún, a la misma Iglesia le resulta muy difícil expresar, bajo todos los aspectos, en la realidad misma de la vida, la PLENITUD de la catolicidad.
PÍO XI (MORTALIUM ANIMOS):
[La Iglesia Católica depositaría infalible de la Verdad] 8. […] Pero el Hijo Unigénito de Dios, cuando ordenó a Sus representantes que enseñaran a todas las naciones, obligó a todos los hombres a dar crédito a lo que les fue dado a conocer por “testigos pre-ordenados por Dios” (Act. 10, 41), y también confirmó Su mandato con esta sanción: “El que cree y es bautizado, será salvo; pero el que no cree, será condenado” (Marc. 16, 16). Estos dos mandamientos de Cristo, que deben cumplirse, uno para enseñar y el otro para creer, ni siquiera se pueden entender, a menos que la Iglesia proponga una enseñanza completa y de fácil comprensión, y sea inmune cuando, por lo tanto, enseña sobre todo peligro de error. En este asunto, aquellos que se desvían del camino correcto, quienes piensan que el depósito de la verdad es un problema tan laborioso y, con tanto tiempo de estudio y discusión, que la vida de un hombre difícilmente sería suficiente para encontrarlo y tomar posesión de él; como si el Dios más misericordioso hubiera hablado a través de los profetas y de su Hijo unigénito simplemente para que unos pocos aprendieran lo que Él había revelado a través de ellos, y no que pudiera inculcar una doctrina de fe y una moral, por la cual el hombre debe ser guiado a lo largo de su vida.
LEÓN XIII (SATIS COGNITUM):
[…]
Por eso, cuando Jesucristo habla de este edificio místico, no menciona más que una Iglesia, que llama suya: “Yo edificaré mi Iglesia”. Cualquiera otra que se quiera imaginar fuera de ella no puede ser la verdadera Iglesia de Jesucristo.
7. […] Por esto, según la voluntad de su Fundador, es necesario que sea única en toda la extensión del mundo y en toda la duración de los tiempos. Para que pudiera existir una unidad más grande sería preciso salir de los límites de la tierra e imaginar un género humano nuevo y desconocido (D.1955).
13. Para unir los espíritus, para crear y conservar la concordia de los sentimientos, era necesario, además de la existencia de las Sagradas Escrituras, otro principio […] (D.1956).
20. Es, pues, incontestable […] que Jesucristo instituyó en la Iglesia un magisterio vivo, auténtico y además perpetuo, investido de su propia autoridad, revestido del espíritu de verdad, confirmado por milagros, y quiso, y muy severamente lo ordenó, que las enseñanzas doctrinales de ese magisterio fuesen recibidas como las suyas propias.
22. Es, pues, sin duda deber de la Iglesia conservar y propagar la doctrina cristiana en toda su integridad y pureza […] (D.1957).
U.R. 4 LL) Este sacrosanto Concilio advierte con gozo que la participación de los fieles católicos en la acción ecumenista crece cada día, y la recomienda a los obispos de todo el mundo, para que la promuevan con diligencia y la dirijan prudentemente.
LEÓN XIII (SATIS COGNITUM):
[No es lícito separarse en lo más mínimo del magisterio de la Iglesia] 17. […] Los arrianos, los montanistas, los novacianos, los cuartodecimanos, los eutiquianos no abandonaron, seguramente, toda la doctrina católica, sino solamente tal o cual parte, y, sin embargo, ¿quién ignora que fueron declarados herejes y arrojados del seno de la Iglesia? Un juicio semejante ha condenado a todos los fautores de doctrinas erróneas que fueron apareciendo en las diferentes épocas de la historia. “Nada es más peligroso que esos heterodoxos que, conservando en lo demás la integridad de la doctrina, con una sola palabra, como gota de veneno, corrompen la pureza y sencillez de la fe que hemos recibido de la tradición dominical, después apostólica” (Auctor Tract. de Fide Orthod c. Arianos c. 1, P.L. 17, 552).
Tal ha sido constantemente la costumbre de la Iglesia, apoyada por el juicio unánime de los Santos Padres, que siempre han mirado como excluido de la comunión católica y fuera de la Iglesia a cualquiera que se separe en lo más mínimo de la doctrina enseñada por el magisterio auténtico. San Epifanio, San Agustín, Teodoreto, han mencionado un gran número de herejías de su tiempo. San Agustín hace notar que otras clases de herejías pueden desarrollarse, y que, si alguno se adhiere a una sola de ellas, por ese mismo hecho se separa de la unidad católica.
“De que alguno diga que no cree en esos errores (esto es, las herejías que acaba de enumerar), no se sigue que deba creerse y decirse cristiano católico. Pues puede haber y pueden surgir otras herejías que no están mencionadas en esta obra, y cualquiera que abrazase una sola de ellas cesaría de ser cristiano católico” (S. Agust. n° 88, P. L. 42, 50)
Continúa...
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