Hoy en día, cuando tenemos tanto a los detractores, que ignoran el Santo Rosario, como a los exagerados, que afirman que el Rosario es más importante que la Misa, es bueno leer lo que el gran apóstol mariano San Luis Grignion de Montfort dijo sobre esta importante devoción.
San Agustín asegura que no hay ejercicio espiritual más fecundo ni más útil que la reflexión frecuente sobre los sufrimientos de Nuestro Señor. El Beato Alberto Magno, que tuvo como alumno a Santo Tomás de Aquino, aprendió en una revelación que con sólo pensar o meditar en la Pasión de Jesucristo, un católico gana más méritos que si hubiera ayunado a pan y agua todos los viernes durante un año, o se hubiera golpeado con la disciplina una vez a la semana hasta que fluyera la sangre, o hubiera recitado todo el Libro de los Salmos todos los días.
Si esto es así, ¿cuán grande debe ser el mérito que podemos obtener del Rosario, que conmemora toda la Vida y Pasión de Nuestro Señor?
La Virgen reveló un día al Beato Alano de la Roche que, después del Santo Sacrificio de la Misa, que es el primer y más vivo memorial de la Pasión de Nuestro Señor, no había, en efecto, devoción más excelente ni de mayor mérito que la del Rosario, que es como un segundo memorial y representación de la Vida y Pasión de Jesucristo.
Cuenta el padre Dorland que en 1481 la Virgen se le apareció al Venerable Domingo, cartujo devoto del santo Rosario, que vivía en Treves, y le dijo
"Siempre que uno de los fieles, en estado de gracia, reza el Rosario mientras medita los misterios de la Vida y Pasión de Cristo, obtiene la remisión plena y total de todos sus pecados"También dijo al Beato Alano: "Quiero que sepas que, aunque ya hay numerosas indulgencias vinculadas al rezo de mi Rosario, añadiré muchas más cada cinco décadas para aquellos que, libres de pecado grave, lo recen con devoción, de rodillas. Y quien persevere en la devoción del santo Rosario, con sus oraciones y meditaciones, será recompensado por ello. Le obtendré la remisión completa de la pena y de la culpa de todos sus pecados al final de su vida.
Y que esto no te parezca increíble; es fácil para mí porque soy la Madre del Rey del Cielo, y Él me llama llena de gracia. Y estando llena de gracia, puedo dispensarla gratuitamente a mis queridos hijos".
Santo Domingo estaba tan convencido de la eficacia del Rosario y de su gran valor, que cuando se confesaba, apenas daba otra penitencia, como hemos visto en la historia que os he contado de la señora de Roma a la que le dio un solo Rosario.
Santo Domingo fue un gran santo, y también los demás confesores deberían seguir sus pasos, pidiendo a sus penitentes que recen el Rosario con la meditación de los sagrados misterios, en lugar de darles otras penitencias menos meritorias y menos agradables a Dios, que les ayuden a evitar el pecado. Además, mientras se reza el Rosario, se ganan numerosas indulgencias que no están vinculadas a muchas otras devociones.
Como dice el Abad Blosius: "El Rosario, con la meditación de la Vida y la Pasión de Cristo, es ciertamente muy agradable a Nuestro Señor y a su Santísima Madre y es un medio muy eficaz para obtener todas las gracias. Podemos rezarlo tanto por nosotros mismos como por aquellos que han sido encomendados a nuestras oraciones y por toda la Iglesia".
Acudamos, pues, al santo Rosario en todas nuestras necesidades, y obtendremos infaliblemente las gracias que pedimos a Dios para alcanzar nuestra salvación.
St. Louis de Montfort, The Secret of the Rosary, TAN Books, 1993, book II, chap. 5
Tradition in Action
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