El joven sacerdote Roncalli fue acusado de “modernista” por el Santo Oficio. Las memorias de un periodista descubren unos hechos que habían permanecido ocultos.
Estos días está siendo muy comentada en los ambientes católicos italianos una anécdota relativa al Papa Juan XXIII o, mejor dicho, al sacerdote Roncalli, que en años jóvenes fue acusado como “modernista” por el Santo Oficio. Acaba de aparecer un libro, “Documentación inédita de las cartas de Cavallanti”, donde narran los hechos recogidos asimismo por algunos periódicos.
Alessandro Cavallanti Crotti era, en tiempos de San Pío X, director del diario que, en la etapa más álgida del modernismo, editaba en Florencia el grupo llamado “La Unidad Católica”. Roncalli era entonces secretario particular del obispo de Bérgamo y escribía artículos para la “revista histórico-crítica”, publicación que no gozaba precisamente de la predilección de la Curia romana. En sus clases como profesor de Historia de la Iglesia utilizaba el texto de Duchesne “Historia de la Iglesia Antigua”, obra que, por su planteamiento científico, era considerada como “modernizante”, hasta el punto que más tarde fue incluida en el “índice de libros prohibidos”.
Al suceder esto, Roncalli escribió una nota crítica en el boletín diocesano de Bérgamo. Irónico y socarrón, Roncalli se preguntaba cómo podía ser enviado al “índice” un texto que pocos años antes la misma Iglesia había recomendado y que, en su opinión, estaba en perfecto acuerdo con la doctrina de la Iglesia.
El cardenal De Lai llamó a Roncalli al Santo Oficio y le invitó severamente a observar la recta doctrina. El joven sacerdote interpretó que se trataba de una recomendación de carácter general y nada más regresar a Bérgamo escribió una carta al cardenal declarando que «jamás se había apartado de la ortodoxia y que su fidelidad al Magisterio era absoluta».
Cuando Roncalli, muchos años después y ya siendo papa, visitó el Santo Oficio preguntó si había algún informe a su nombre. Se descubrió entonces que había a su nombre lo que se llamaba un “fascícolo nero”. Es más; de la “carpeta negra” faltaba precisamente la carta que él había escrito al cardenal De Lai. Lo que sí había —para mayor sorpresa del papa Juan XXIII— era una tarjeta postal dirigida a Roncalli por un amigo suyo modernista, tarjeta que Roncalli había tirado a la papelera de su despacho, pero que manos meticulosas se habían encargado de recoger, pegar y enviar “como prueba condenatoria” al Santo Oficio.
Según los documentos de aquella carpeta, sus lecciones de historia siempre suscitaban creciente desconfianza entre los canónigos de la diócesis. Uno de éstos, Giambattista Mazzoleni, era el encargado de suministrar noticias al cardenal De Lai y también al director del periódico antes citado sobre “los pecados de Roncalli”. Estas son las cartas que han sido encontradas y publicadas. Son del año 1911 y dan la explicación del veto que al año siguiente le pusieron en Roma a Roncalli al ser propuesto éste como profesor de Historia Eclesiástica en el Seminario de Roma.
Alessandro Cavallanti Crotti era, en tiempos de San Pío X, director del diario que, en la etapa más álgida del modernismo, editaba en Florencia el grupo llamado “La Unidad Católica”. Roncalli era entonces secretario particular del obispo de Bérgamo y escribía artículos para la “revista histórico-crítica”, publicación que no gozaba precisamente de la predilección de la Curia romana. En sus clases como profesor de Historia de la Iglesia utilizaba el texto de Duchesne “Historia de la Iglesia Antigua”, obra que, por su planteamiento científico, era considerada como “modernizante”, hasta el punto que más tarde fue incluida en el “índice de libros prohibidos”.
Al suceder esto, Roncalli escribió una nota crítica en el boletín diocesano de Bérgamo. Irónico y socarrón, Roncalli se preguntaba cómo podía ser enviado al “índice” un texto que pocos años antes la misma Iglesia había recomendado y que, en su opinión, estaba en perfecto acuerdo con la doctrina de la Iglesia.
Cardenal Gaetano De Lai Silvagni
El cardenal De Lai llamó a Roncalli al Santo Oficio y le invitó severamente a observar la recta doctrina. El joven sacerdote interpretó que se trataba de una recomendación de carácter general y nada más regresar a Bérgamo escribió una carta al cardenal declarando que «jamás se había apartado de la ortodoxia y que su fidelidad al Magisterio era absoluta».
Cuando Roncalli, muchos años después y ya siendo papa, visitó el Santo Oficio preguntó si había algún informe a su nombre. Se descubrió entonces que había a su nombre lo que se llamaba un “fascícolo nero”. Es más; de la “carpeta negra” faltaba precisamente la carta que él había escrito al cardenal De Lai. Lo que sí había —para mayor sorpresa del papa Juan XXIII— era una tarjeta postal dirigida a Roncalli por un amigo suyo modernista, tarjeta que Roncalli había tirado a la papelera de su despacho, pero que manos meticulosas se habían encargado de recoger, pegar y enviar “como prueba condenatoria” al Santo Oficio.
Según los documentos de aquella carpeta, sus lecciones de historia siempre suscitaban creciente desconfianza entre los canónigos de la diócesis. Uno de éstos, Giambattista Mazzoleni, era el encargado de suministrar noticias al cardenal De Lai y también al director del periódico antes citado sobre “los pecados de Roncalli”. Estas son las cartas que han sido encontradas y publicadas. Son del año 1911 y dan la explicación del veto que al año siguiente le pusieron en Roma a Roncalli al ser propuesto éste como profesor de Historia Eclesiástica en el Seminario de Roma.
Tomado del semanario “¿Qué Pasa?”, núm.º 771 (6 de Enero de 1975) Reproducido de “La Vanguardia”, de Barcelona.
Ilustracion Divina
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