Francisco obligó al obispo Pedro Daniel Martínez Perea de San Luis, Argentina, a jubilarse el 9 de junio. Martínez tiene sólo 64 años. Como obispo, tiene credenciales impecables. Pero Francisco lo odiaba porque defendía la fe en su diócesis.
Hace unos meses, el blog argentino Caminante-Wanderer anunció que la proverbial “misericordia” de Francisco acabaría eliminando a Martínez. Caminante sabe que Martínez no redactó su renuncia. Recibió una nota ya escrita. Y la firmó.
Un obispo con olor a cabra
La destitución de Martínez pretende destruir la diócesis de San Luis que durante casi cincuenta años escapó de lo peor de lo ocurrido después del Vaticano II, gracias a tres obispos decentes seguidos. Esto ahora cambiará. Francisco nombró al obispo Gabriel Barba como sucesor de Martínez. De Barba se dice que sabe leer y escribir y que tiene modales de camionero. Caminante llama a Barba un obispo de Francisco, que huele a cabra, y que destruirá en unos meses lo que tardó tantos años en construirse.
“Le importa destruir la liturgia”
Un comentario de un lector de Caminante recordó la primera misa de Barba como sacerdote. Usó un cáliz de madera y una patena de madera. Barba llevaba el incensario como si llevara una bolsa de papas en un supermercado. El comentarista llama a Barba "un imbécil" y dice que no le importa la liturgia o si le importa -cito- "le importa destruirla".
El sacerdote ideal de Barba
En su antigua diócesis Gregorio de Laferrere, Barba estaba haciendo miserable las vidas de los sacerdotes católicos que vestían sotana y gustaban de la liturgia. Su sacerdote estrella trabajaba durante la semana en un trabajo mundano, mientras que su parroquia estaba dirigida por algunos laicos. Este sacerdote dejaría el copón con las hostias y los laicos dispensarían las hostias. Una vez notaron que el sacerdote había consagrado hostias llenas de gusanos.
Los “muchos errores” de Martínez
El obispo Martínez cometió muchos –entre comillas– “errores”: rechazó la comunión en la mano, rechazó la comunión a los adúlteros, rechazó las mujeres en el santuario y dio hospitalidad a grupos religiosos católicos. Sus hermanos obispos estaban celosos de él. Cuando Bergoglio aún estaba en Buenos Aires quiso enviar a uno de sus sacerdotes como obispo a San Luis, pero fracasó. Caminante escribe que buscaba venganza. Cita: "Un hombre con un alma pequeña como él esperó el momento adecuado para atacar y devorar al enemigo en frío". Caminante llama a Bergoglio “rencoroso, resentido y vengativo”.
Un obispo con olor a cabra
La destitución de Martínez pretende destruir la diócesis de San Luis que durante casi cincuenta años escapó de lo peor de lo ocurrido después del Vaticano II, gracias a tres obispos decentes seguidos. Esto ahora cambiará. Francisco nombró al obispo Gabriel Barba como sucesor de Martínez. De Barba se dice que sabe leer y escribir y que tiene modales de camionero. Caminante llama a Barba un obispo de Francisco, que huele a cabra, y que destruirá en unos meses lo que tardó tantos años en construirse.
“Le importa destruir la liturgia”
Un comentario de un lector de Caminante recordó la primera misa de Barba como sacerdote. Usó un cáliz de madera y una patena de madera. Barba llevaba el incensario como si llevara una bolsa de papas en un supermercado. El comentarista llama a Barba "un imbécil" y dice que no le importa la liturgia o si le importa -cito- "le importa destruirla".
El sacerdote ideal de Barba
En su antigua diócesis Gregorio de Laferrere, Barba estaba haciendo miserable las vidas de los sacerdotes católicos que vestían sotana y gustaban de la liturgia. Su sacerdote estrella trabajaba durante la semana en un trabajo mundano, mientras que su parroquia estaba dirigida por algunos laicos. Este sacerdote dejaría el copón con las hostias y los laicos dispensarían las hostias. Una vez notaron que el sacerdote había consagrado hostias llenas de gusanos.
Los “muchos errores” de Martínez
El obispo Martínez cometió muchos –entre comillas– “errores”: rechazó la comunión en la mano, rechazó la comunión a los adúlteros, rechazó las mujeres en el santuario y dio hospitalidad a grupos religiosos católicos. Sus hermanos obispos estaban celosos de él. Cuando Bergoglio aún estaba en Buenos Aires quiso enviar a uno de sus sacerdotes como obispo a San Luis, pero fracasó. Caminante escribe que buscaba venganza. Cita: "Un hombre con un alma pequeña como él esperó el momento adecuado para atacar y devorar al enemigo en frío". Caminante llama a Bergoglio “rencoroso, resentido y vengativo”.
Papolatría hasta el final
El autor de Caminante conoce a Martínez desde 1985. Lo llama una persona intelectual, culta y de buenos modales, -cito- “precisamente las cualidades que Francisco más detesta”. Caminante critica que Martínez cayó en la trampa del ultramontanismo, una ideología del supremacismo papal que cree que cualquier tontería que haga un Papa es divinamente inspirada. En esta línea, Martínez también pidió a los seminaristas, quienes le dijeron que aman la Misa antigua, que abandonaran el seminario.
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