jueves, 26 de mayo de 2011

BERGOGLIO CRITICÓ LAS AMBICIONES DESMEDIDAS DEL PODER POLÍTICO




En pleno año electoral, peleas de poder, definición de candidaturas y eventuales alianzas políticas, el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio, criticó ayer las “ambiciones desmedidas, la soberbia y la veleidad”, así como “los pactos de contubernio”.


Por Sergio Rubin


Subrayó que los protagonistas de la Revolución de Mayo “no cimentaron la patria en delirios de grandeza desafiantes y poco creíbles”. Pero también, en una sugestiva frase, sostuvo que “los maquillajes y vestidos del poder y la reivindicación rencorosa son cáscara de almas que llena su vacío triste y, sobre todo, su incapacidad de brindar caminos creativos que inspiren confianza”.

Fue durante la homilía del tradicional Tedeum del 25 de Mayo en la catedral porteña, que Bergoglio convirtió desde que llegó al principal sillón de la curia metropolitana, hace más de una década, en una suerte de cátedra cívica.

De hecho, sus punzantes palabras, llenas de implícitos cuestionamientos a los dirigentes, llevaron en 2004 al entonces presidente Néstor Kirchner, a no ir más al oficio patrio en el principal templo de Buenos Aires y trasladar el rito a distintos puntos del interior. Su esposa y sucesora, Cristina Fernández, siguió con la misma modalidad, y ayer optó por la ciudad de Resistencia como lugar del Tedeum oficial.

Bergoglio, sin embargo, no renunció a ese oficio, respetando una tradición que se remonta a la misma Revolución de Mayo.

El cardenal lo transformó en un ruego por la patria abierto a los vecinos de la ciudad. Ayer, sólo el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, y parte de sus colaboradores se contaron entre las autoridades presentes. Aunque varios de sus acompañantes revelaron que él y su partido están en campaña: a su lado estaba su ministra de Desarrollo Social, María Eugenia Vidal, que lo secunda en la fórmula para la Ciudad. Y, detrás, el rabino Sergio Bergman, su primer candidato a legislador porteño.

Fiel a su estilo y, en rigor, al de la propia Iglesia, Bergoglio nunca se refirió a la Presidenta, ni al Gobierno nacional (ni tampoco a la oposición). Pero sus palabras sonaron interpelantes. Tras decir que la celebración patria “nos invita una vez más a despertar a la humildad”, advirtió que “las ambiciones desmedidas sólo lograrán que el supuesto vencedor sea el rey de un desierto, de una tierra arrasada, o el capataz de una propiedad foránea”. Además de alertar acerca del “vaciamiento consecuente de lo compulsivo de la soberbia en su manifestación más torpe, que es la veleidad”.

Precisó, en ese sentido, que “el veleidoso, o vanidoso, es el que confunde pactos de contubernio con organización; escaramuzas con lucha; ventajismo con horizonte de grandeza. Como no se soporta a sí mismo necesita atemorizar a los demás y llena de palabras contradicentes lo que los hechos evidencian. Como carece de propuestas, sólo enuncia reivindicaciones. Vive –señaló– cuestionando, relativizando o transgrediendo porque sobrevive eternizando su adolescencia”. Y redondeó: “El veleidoso está sólo, aunque esté acompañado, aunque obligue a la reverencia y someta o quiera seducir o impactar con su actuación y discurso”.

Con todo, reconoció que “ninguno de nosotros está libre de la veleidad, es posiblemente un mal argentino”.

No obstante, dijo que “la sabiduría de nuestro pueblo” hará que “pasen las crisis y la manipulación; el desprecio de los poderosos, que los arrinconarán con miseria; que les ofrecerán el suicidio de la droga, el descontrol y la violencia; que los tentarán con el odio del resentimiento vengativo”.


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