Al progresismo no se le cae de la boca jamás el término "cultura" y la palabra "educación". Blasona de aplicar aquí en Argentina los "más modernos planes educativos", solventados y promovidos siempre por fundaciones libres de impuestos yanquis y europeas vinculadas a empresas multinacionales y ONG relacionadas de una manera u otra con la ONU, en pocas palabras al Poder Mundial.
Así ocurre desde hace casi 30 años, pues el progresismo es la cara cultural y educativa del Sistema, por eso es inamovible en esas y otras áreas en tanto el Sistema siga vigente. Una de sus costados mas demenciales es el "constructivismo".
Esa tendencia de donde se desprende el discurso de "la construcción de la historia y la memoria" para identificar realmente la falsificación del pasado, "la construcción de otras realidades" lo que en verdad representa la burla al orden natural (temática de género) cuando no los paraísos artificiales de la droga, entre otras cosas.
Esta tendencia es la causante de lo que describe la carta de lectores al diario Clarín del día 10-5-2011 cuya autora es la educadora María Sirignano.
"Soy profesora de enseñanza primaria y licenciada en Educación. Si bien dejé de ejercer la docencia hace cuatro años cuando nació el primero de mis dos hijos, no puedo dejar de sorprenderme con el incesante deterioro del sistema educativo.
Nunca me identifiqué con la corriente constructivista, y no es un mero capricho. La aversión que siento hacia ella es producto de la evaluación, de los resultados obtenidos en el aprendizaje de los niños y adolescentes.
Las veces que tuve primer grado apliqué el método silábico tradicional. A mitad de año, mis alumnos leían y escribían con letra cursiva a la perfección. Distinguían imprentas y cursivas, mayúsculas y minúsculas. A mitad de año comenzaban a escribir con lapicera. Actualmente, el método que pregona ser constructivista lo único que hace es destruir las capacidades que poseen los alumnos. Se los subestima esperando que en primer grado sólo escriban en imprenta mayúscula. Hasta muchos de los libros escolares echaron a las minúsculas de sus páginas. No se corrigen las actividades. “Tienen que escribir como les salga”, pregonan los adeptos al método, aunque eso justifique la omisión de letras. Y por más que me digan que no está mal que un chico escriba “epma”, en lugar de “espuma”, para mí sí lo está. Y repito, no es un capricho.
Corregir cuadernos y hojas es una tarea tediosa para cualquier docente, pero es gracias a las correcciones que los alumnos aprenden a subsanar sus errores. Basta con detenernos a reflexionar sobre las altas tasas de fracaso académico en los ingresos a las universidades para darnos cuenta que no estamos haciendo las cosas bien. Copiamos un método que fracasó en toda Europa. La pregunta es ¿por qué? Muchos países decidieron desterrarlo de las aulas. Nosotros, ¿qué estamos esperando? No olvidemos que los alumnos de hoy serán los profesionales de mañana.
Me niego a imaginar en lo que puede convertirse nuestra sociedad si continuamos por el camino del “todo vale”.
Red Patriótica Argentina
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