lunes, 17 de febrero de 2025

UNA MIRADA A LA TEOLOGÍA DE BERGOGLIO

Bergoglio ha recomendado a los teólogos del mundo entero hacer lo contrario de lo que se plantea en los manuales de teología con los que él estudiaba.

Por Atila Sinke Guimarães


A principios del pasado mes de diciembre, la Universidad Lateranense de Roma acogió un “Congreso Internacional sobre el Futuro de la Teología”, que reunió a unos 450 participantes de todo el mundo. El evento fue organizado por el “Dicasterio para la Cultura y la Educación” del Vaticano, que pidió a Francisco que se dirigiera a los asistentes al inicio del congreso. Esta audiencia tuvo lugar en el Vaticano el 9 de diciembre. Comento las palabras que Bergoglio dirigió al grupo, publicadas ese mismo día en L'Osservatore Romano (p. 12).

Antes de entrar en el texto, es interesante observar que normalmente este tipo de temas –el futuro de la teología católica– serían abordados por la Congregación para la Doctrina de la Fe, ya que tiene la obligación de establecer los parámetros dentro de los cuales debe moverse la doctrina futura. El Dicasterio para la Cultura está orientado a promover exposiciones de arte y discutir corrientes de pensamiento modernas, temas sin duda importantes pero no tan vitales para la Iglesia como los relacionados con la fe católica. Este primer desajuste parece querer desestimar la importancia de la teología y, en consecuencia, de la fe.

El programa que Francisco presentó a los teólogos podría resumirse en un deseo y una invitación.

El deseo era que la teología “repensara el pensamiento”. Por “pensar” se entiende aquí toda la enseñanza pasada de la Iglesia. Comparto los dos párrafos principales del discurso de Francisco:
“El deseo es éste: que la teología ayude a repensar el pensamiento. Nuestro modo de pensar, como sabemos, modela también nuestros sentimientos, nuestra voluntad y nuestras decisiones. A un corazón grande corresponde una imaginación y un pensamiento amplios, mientras que un modo de pensar marchito, cerrado y mediocre difícilmente es capaz de generar creatividad y valentía. Me vienen a la mente los manuales de teología que estudiábamos. Todo era cerrado, todo era “de museo”, de biblioteca, sin hacer pensar”.

“Lo primero que hay que hacer para repensar el pensamiento es ir más allá de la simplificación. En efecto, la realidad es compleja, los desafíos son múltiples, la historia está llena de belleza y al mismo tiempo herida por el mal. Cuando uno no puede o no quiere afrontar su dramática complejidad, tiende fácilmente a simplificar. La simplificación, en cambio, mutila la realidad, da lugar a pensamientos vacíos y unilaterales, y genera polarización y fragmentación”.
En estos párrafos, Bergoglio recomendaba a los teólogos del mundo entero hacer lo contrario de lo que se plantea en los manuales de teología con los que él estudiaba. Los desprecia por ser “marchitos, cerrados y mediocres”. Sin embargo, la mayoría de esos manuales estaban orientados a presentar a los seminaristas los fundamentos de la doctrina católica en los diferentes campos de la teología: dogmática, moral, exégesis, liturgia, derecho canónico, etc.

Así, su condena a esos manuales tiene el objetivo netamente revolucionario de despreciar y negar los 19 siglos de doctrina católica contenidos en esas síntesis.

La invitación

Bergoglio también dejó una invitación a los teólogos de todo el mundo presentes en Roma:
“Ahora, quiero dejarles una invitación: que la teología sea accesible a todos. … Por favor, si alguna de estas personas [hombres y mujeres –especialmente de mediana edad– que desean estudiar teología] llama a la puerta de la teología, de las escuelas de teología, que la encuentre abierta. … Imaginen cosas nuevas en sus programas de estudio para que la teología sea accesible a todos”.
Aquí nos damos cuenta de que Francisco tiene una noción de Teología diferente a la del Magisterio católico bimilenario. De hecho, Teología significa el estudio de la palabra de Dios que nos fue revelada a través de las Escrituras y la Tradición. El conjunto de estas revelaciones construye la fe católica.

La fe está hecha esencialmente de dogmas, y accidentalmente de verdades accesibles. La esencia de la fe está hecha de misterios: la Trinidad, la Encarnación, la Unión Hipostática, la Transubstanciación, por citar sólo algunos. Por lo tanto, si la fe está hecha de misterios, es un sinsentido pretender, como hace Francisco en este discurso, que la teología tenga que ser accesible a todos.

Si la teología fuera accesible a todos, estaría afirmando indirectamente que nuestra fe no tiene misterios, lo que equivale a decir que no es divina, lo que a su vez implica que Nuestro Señor Jesucristo no es Dios.

Sin embargo, Francisco dejó en claro que quiere una “Teología sin misterios”.

Al comercializar la teología como una mercancía que todos pueden comprar, pretende ser muy popular, muy simpático: la teología y la fe deben ser “accesibles a todos”. ¡Qué bonito! Debe ser una fe “democrática”, una fe “sinodal”… ¡genial! ¡No más saberes elitistas…! ¡Aplausos para el progresismo!

El único problema es que al afirmar estos objetivos, Bergoglio se coloca fuera de la Iglesia católica.

Si la teología fuera accesible a todos, si los misterios de la fe desaparecieran, si Nuestro Señor fuera accesible a todos, Él no sería divino, la Iglesia católica no sería divina y el Papado perdería su razón de ser.

Francisco quiere, en realidad, una Iglesia hecha a la medida del hombre, no de Dios.


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