jueves, 12 de mayo de 2022

SCHOOYANS, EL PROFETA OLVIDADO DE LA CULTURA DE LA VIDA

Es significativo el silencio bochornoso con el que se recibió en la Iglesia la noticia de la muerte de Monseñor Michel Schooyans, ocurrida el pasado 3 de mayo a los 92 años.


Belga, jesuita, filósofo y teólogo, profesor en la Universidad de Lovaina y en otras universidades del mundo, autor de una veintena de libros, Schooyans fue un punto de referencia fundamental para Juan Pablo II, porque sus estudios científicos sobre bioética, demografía, organizaciones internacionales coincidieron con las ideas e indicaciones del papa polaco.

Supo describir con gran precisión los orígenes, sustentadores y consecuencias de la “cultura de la muerte”, que Juan Pablo II denunció muchas veces al oponerse a la “cultura de la vida”, que Monseñor Schooyans supo igualmente señalar y hacer fascinante. En muchos de sus ensayos describió la perversión del Nuevo Orden Mundial, destinado a “reducir el número de comensales en la mesa de la humanidad”, como afirma el subtítulo de su libro “Nuevo Desorden Mundial”, prologado en 1997 por el entonces Cardenal Joseph Ratzinger. Eran los años de las conferencias internacionales de la ONU (con el tema de medio ambiente, población, desarrollo) que sentaron las bases ideológicas del Nuevo Orden Mundial y en las que la Santa Sede fue protagonista para frenar el avance de una ideología antihumana.

No fue casualidad que Monseñor Schooyans fuera llamado por la Academia Pontificia para la Vida, por la Academia Pontificia de Ciencias Sociales y por el Consejo Pontificio para la Familia. Precisamente con motivo de una de las reuniones de este Consejo Pontificio, entonces dirigido por el cardenal colombiano Alfonso López Trujillo, que conoció personalmente a monseñor Schooyans. Había escrito el libro “La conspiración demográfica”, justo después de la Conferencia Internacional del Cairo sobre población y desarrollo de 1994, y Monseñor Schooyans era una autoridad indiscutible en demografía y políticas de la ONU. Llamaba la atención su humildad y discreción que acompañaba una gran competencia e inteligencia, así como la claridad de juicio.

Era consciente de la gravedad del momento histórico que aún hoy vivimos, una verdadera revolución antropológica que, nacida de las sociedades occidentales, se está imponiendo en todo el mundo a través de las agencias de la ONU. Un profundo deseo de muerte que odia y destruye la vida: el aborto y la eutanasia promovidos como derechos humanos cuando son simples herramientas de ingeniería social activadas por los poderosos. El aborto representó sobre todo un frente que lo vio luchar ferozmente. Basta citar los títulos de algunos de sus libros, traducidos al italiano: La profecía de Pablo VI. La encíclica Humanae Vitae; Aborto y política; El complot de la ONU contra la vida; Evoluciones demográficas: entre los falsos mitos y la verdad.

Sin olvidar el breve ensayo en francés Sur affaire de Recife et quelque autres...: Fausse compasion et vraie désinformation, sobre el lamentable suceso de 2009, cuando una niña brasileña de 9 años, que fue violada por su padrastro y quedó embarazada de mellizos, fue hecha abortar por los médicos. El caso provocó una feroz polémica entre el obispo de Recife, que había excomulgado a los médicos, y monseñor Rino Fisichella, entonces presidente de la Academia Pontificia para la Vida, que se pronunció “a favor de la niña”, justificando la decisión de los médicos. Monseñor Schooyans escribió una larga acusación demostrando que Monseñor Fisichella se había basado en información y suposiciones falsas, e hizo un llamamiento directo al papa quejándose del escándalo de la posición asumida por quien representaban a la Academia Pontificia para la Vida.

Schooyans definió la ideología de la muerte que impregna la política internacional como “terrorismo con rostro humano”, tal y como reza el título de otro de sus libros, una pulsión de muerte propia de las ideologías contemporáneas. No solo comunismo, fascismo y nazismo: “Es bien sabido -dijo en el libro de entrevistas- los ídolos de la modernidad, como las ideologías totalitarias del siglo XX, sobrevivieron a los regímenes que las inspiraron. Estas ideologías tienen en común el rechazo a cualquier punto de referencia moral. Es necesario estar listos para la muerte, o dar la muerte, si así lo exige la disciplina del Partido, la pureza de la Raza o el Estado. Estas ideologías, que florecieron bajo la bandera del comunismo, el nazismo y el fascismo, son siempre muy fervientes, y además, hoy en día, son apoyadas por la ola impactante de la ideología neoliberal”.

Y continúa: “A diferencia del clásico, el nuevo terrorismo es tanto más efectivo cuanto más discreto. Utiliza un conjunto de disciplinas que incluye las ciencias biomédicas y demográficas, el derecho y las técnicas de comunicación. Este terrorismo cuenta con apoyo logístico y financiero de algunas de las más relevantes organizaciones internacionales. Este nuevo terrorismo afecta principalmente la integridad intelectual y moral de las personas. Parece tener un rostro humano; parece honrar la verdad; da la impresión de valorar la libertad, cuando en realidad sólo busca atrapar a los hombres en la red de la cultura de la muerte. Repasemos la historia de estos últimos dos años y medio y nos daremos cuenta de lo proféticas que fueron sus palabras.

¿Cómo responder a todo esto? Sólo el Evangelio es una respuesta al “desorden mundial”, la única posibilidad de volver a poner el mundo en orden dijo Schooyans, quien también dedicó un libro a este tema: L'Évangile face au désordre mondial. “El mensaje de la Iglesia -escribió- presenta la sencillez y la radicalidad del Evangelio: es una invitación a la Felicidad. La felicidad consiste en amar. (…) Es necesario devolver a los hombres la alegría de vivir y de amar”.

Pero en los últimos años había advertido que también en la Iglesia se estaba imponiendo la ideología mundana, y una clara señal de ello fueron los dos Sínodos sobre la familia (2014-2015). Vale la pena citar un breve pasaje de extrema actualidad, dedicado al retorno de los “casuistas, es decir, los moralistas que trabajan para resolver los casos de conciencia sin ceder al rigorismo”. La casuística nació en el siglo XVII y dio lugar a una polémica, en la que también Pascal criticó duramente a los casuistas.

Esto es lo que escribió Schooyans: “Algunos moralistas se empeñan en proporcionar soluciones que agraden a las personas que recurren a su ilustración. En estas casuísticas de ayer y de hoy, los principios fundamentales de la moral quedan eclipsados ​​por los juicios a menudo divergentes de estos graves consejeros espirituales. El desinterés del que se aflige la moral fundamental deja el campo abierto al establecimiento de un derecho positivo que prohíba lo que los códigos de conducta insisten en referirse a las reglas fundamentales de la moral. El casuista, o neo casuista, se ha convertido en legislador y juez. Cultiva el arte de confundir a los fieles. La preocupación por la verdad revelada y accesible a la razón pierde interés. Como mínimo, solo nos interesarán las posiciones “probables”. Gracias al probabilismo, una tesis puede dar lugar a interpretaciones contradictorias.

El probabilismo nos permitirá sugerir ahora el calor, ahora el frío, los pros y los contras. Se olvida la enseñanza de Jesús: “Cuando habléis, decid ‘sí’ o ‘no’, todo lo demás viene del maligno” (Mt 5, 37; St 5, 12; cf. 2 Cor 1, 20). No obstante, cada neo casuista se moverá según su propia interpretación. La tendencia es a la confusión de las tesis, a la duplicidad, a la doble o triple verdad, a la avalancha de interpretaciones. El casuista tiene el corazón dividido, porque pretende seguir siendo amigo del mundo (cf. St 4, 4-8).

Poco a poco se marchitarán las reglas de conducta establecidas por la voluntad del Señor y transmitidas por el Magisterio de la Iglesia. La calificación moral de los actos puede, por lo tanto, ser modificada. Los casuistas no se contentan con suavizar esta calificación; quieren transformar la ley moral misma. Esa será la tarea de los casuistas, confesores, directores espirituales, y a veces de algunos obispos. Todo el mundo debe tener la preocupación del placer. En consecuencia, deberán recurrir al compromiso, a adaptar su discurso a la satisfacción de las pasiones humanas: nadie debe ser rechazado”.


Brujula Cotidiana



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