En una carta difundida por diversas webs de los Franciscanos, el santo vierte sus expresiones; mientras refiere detalles de una visión que tuvo de Jesús. En ella, el mismo Señor, dice el padre Pío, califica de "carniceros" a ciertos sacerdotes y religiosos.
Al leer la carta que sustenta el titular de este artículo, esas palabras parecen proféticas. El documento en cuestión estremece por su contenido y la honestidad del santo al expresarse.
Datada el 19 de marzo de 1913, festividad de San José, la misiva del Santo de los Estigmas estuvo destinada a su director espiritual y en ella, el capuchino describe con detalle una de las visiones que tuvo de Jesús, durante la cual el mismo Señor llamó “carniceros” a ciertos sacerdotes y religiosos.
La carta
“En la mañana del viernes me encontraba todavía en el lecho cuando se me apareció Jesús. Se hallaba de mala traza y desfigurado, y me mostró una gran multitud de sacerdotes, religiosos y seculares, entre los cuales se hallaban varios dignatarios de la Iglesia. De todos ellos, unos estaban celebrando la Santa Misa, otros iban a celebrarla y otros más ya lo habían hecho.
La contemplación de Jesús así angustiado me causó mucha pena, por lo que quise preguntarle el motivo de tanto sufrimiento. No obtuve ninguna respuesta. Pero Él miraba a aquellos sacerdotes hasta que, como cansado de hacerlo, retiró la vista y, con gran espanto mío, pude apreciar que dos lágrimas le surcaban las mejillas. Se alejó de aquellos sacerdotes con expresión de gran disgusto y desprecio, llamándolos macellai (carniceros, en italiano).
Y vuelto hacia mí, dijo: “Hijo mío, no creas que mi agonía haya durado tres horas; no, yo estaré en agonía por motivo de las almas más favorecidas por mí hasta el fin del mundo. Durante el tiempo de mi agonía, hijo mío, no hay que dormir. Mi alma busca una gotita de compasión humana, pero ¡ay!, qué mal corresponden a mi amor. Lo que más me hace sufrir es que éstos, a su indiferencia añaden el desprecio y la incredulidad. ¡Cuántas veces estuve a punto de acabar con ellos, si no hubiesen detenido mi brazo los ángeles y las almas enamoradas!… Escribe a tu padre espiritual y refiérele esto que has visto y oído de mí esta misma mañana”.
Jesús continuó todavía, pero aquello que me dijo no podré manifestarlo a criatura alguna de este mundo. Esta aparición me causó tal dolor en el cuerpo, y mayor todavía en el alma, que durante todo el día sentí una gran postración, y hubiera creído morirme si el dulcísimo Jesús no me hubiese sostenido.
Estos desgraciados hermanos nuestros corresponden al Amor de Jesús arrojándose con los brazos abiertos en la infame secta de la masonería. Roguemos por ellos a fin de que el Señor ilumine sus mentes y toque sus corazones”.
Portaluz
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