Pero muchos se preguntan, ¿a qué ‘paisaje’ arriban estos nuevos presbíteros? ¿Cuáles son los campos donde deber sembrar y las mieses en las que deben cosechar?
Una realidad innegable es la de que de acuerdo a los datos, que pueden ser extrapolados a muchos países, tras el golpe inicial del cierre de las iglesias, son muchos los fieles que dejaron de ir a la iglesia. Posiblemente son personas mayores que temen por su salud y por su edad no están obligadas al precepto y pueden asistir vía online. O serán algunos que simplemente perdieron la costumbre, en una práctica religiosa que no estaba bien anclada en el alma.
Estas realidades nuevas se hacen más notables en Francia ya que la asistencia a la eucaristía ya era muy escasa, la menor proporcionalmente en toda Europa. Esto ha hecho que en diócesis como la de Reims, a cuya cabeza está el presidente de la Conferencia Episcopal francesa, Mons. Eric de Moulins-Beaufort, ya no se piense que los sacerdotes y diáconos estén asociados a una parroquia o a un lugar determinado, sino a un “espacio misionero”, en el que los ministros de Dios se mueven de forma itinerante. Esto torna muy real la idea ventilada de hace algunos años de que Europa se volvió terreno de misión.
Pero el problema no es sólo la baja asistencia de fieles sino la escasez y la edad avanzada de los sacerdotes. Hay casos extremos, como el de la diócesis de Arrás, en la que la mitad de los presbíteros tiene más de 80 años.
La ordenación de los 130 nuevos sacerdotes es una voz de esperanza para la Iglesia en Francia. Que no hace olvidar, sin embargo, que por cada sacerdote nuevo ordenado 12 son enterrados. La media de edad de los sacerdotes en Francia es de 75 años, bastante alta.
No son pocos los padres que sienten que tienen mucho trabajo, con el consecuente peligro del agotamiento, pero también hay sacerdotes que pueden ser víctimas del aburrimiento, es decir, la sensación de que ya no se les necesita en una sociedad donde escasea la fe.
Pero para quien tiene ojos de fe, no hay razón para la desesperanza. Cuando esta historia comenzó, eran solo 12, y la mies era el mundo entero. Pero 12, más la gracia comprada por Cristo y la acción del Paráclito, terminaron arrodillando y cristianizando al imperio más grande de la Historia. La cuestión es estar enraizados en Cristo y la Virgen, que el resto se nos dará por añadidura.
Gaudium Press
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