El coronavirus y sus diversas consecuencias en la sociedad, la situación política italiana e internacional y el pontificado de Francisco. Entrevista sobre una variedad de temas al profesor De Mattei, historiador de la Iglesia y de las ideas religiosas, presidente de la Fundación Lepanto y director de la revista Radici cristiane y del portal web Correspondencia Romana.
Por Aldo Maria Valli
- Profesor, ¿cómo ve este año 2020, el del coronavirus?
Como el año de una gran transformación. Ciñámonos a un ejemplo: los viajes del Papa. Todos los viajes de Francisco han sido suspendidos, desde el que iba a hacer a Argentina para reunirse con el nuevo presidente Alberto Fernández a otro, todavía sin fecha, a Pekín, para formalizar el acuerdo con el régimen comunista chino. Los viajes han desempeñado un papel decisivo en la estrategia comunicacional del papa Francisco, que en siete años ha efectuado 31 a un total de 49 países. Viajes agotadores, de gran importancia simbólica, como el que realizó a la isla de Lesbos, o el de Abu Dabi. En sus viajes pronuncia frases que han pasado a la historia, como la celebérrima ¿quién soy yo para juzgar? En este momento la agencia de viajes pontificia está cerrada y no están previstos nuevos viajes del Sumo Pontífice hasta 2022. Por otra parte, la plaza de San Pedro está vacía, y ni las imágenes televisivas del papa Francisco ni sus libros y entrevistas atraen a la opinión pública. El coronavirus ha dado el golpe de gracia a su pontificado, que ya estaba en crisis. Cualquiera que haya sido el origen del virus, ésta ha sido una de sus principales consecuencias. Hablando con una metáfora, el pontificado de Francisco me parece clínicamente extinguido.
- Sin embargo, el próximo 3 de octubre el Papa publicará su tercera encíclica, «Hermanos todos. Sobre la fraternidad y la amistad social », la cual se considera su documento programático para afrontar el futuro del mundo.
No es casual que el Papa vaya a firmar el documento en Asís. Eso demuestra hasta qué punto es importante el contenido simbólico en que se sitúan sus mensajes. Eso sí, no creo que ese miniviaje sea suficiente para el despegue mediático de la encíclica. En 1989, año de caída del Muro de Berlín y del bicentenario de la Revolución Francesa, la fraternidad o solidaridad fue lanzada por la izquierda internacional como tema central de los años que seguirían. La fraternidad universal, que es uno de los principios de la Revolución de 1789, exige no obstante un mundo unificado en el que caiga toda barrera geográfica y cultural. Por el contrario, el proceso de mundialización y disolución de las fronteras ha sido interrumpido por el coronavirus, que ha erigido barreras sanitarias más rígidas e insalvables que los confines históricos-políticos de siempre. Desde este aspecto, el virus también ha asestado un golpe mortal a la estrategia del papa Francisco.
- Hablemos del coronavirus. ¿Qué opina de la pandemia?
La pregunta habría que hacérsela a los científicos, que sin embargo no están de acuerdo entre ellos. Están en primer lugar los virólogos, que son quienes estudian en el laboratorio la naturaleza del virus, pero no se atreven a admitir la posibilidad de su origen artificial como parte de los proyectos de guerra biológica; después están los infectólogos, que se las ven con la epidemia en los hospitales, en los que no obstante la enfermedad varía dependiendo del momento y el lugar, imposibilitando con ello un análisis homogéneo del fenómeno; y por último están los estadísticos y los epidemiólogos, que en base a modelos matemáticos estudian la propagación del virus. Sus datos son más manipulables, dependiendo de los algoritmos que empleen. Cada uno de estos grupos ve el problema desde una perspectiva diferente y pasa a los políticos datos diferentes. La consecuencia es que las estrategias de contención varían de un país a otro. Nadie se fía de la Organización Mundial de la Salud, cuyo fracaso en esta emergencia es análogo al de la ONU en las crisis políticas.
- A propósito de los políticos, ¿cómo se ha desempeñado el gobierno italiano? Hay quienes dicen que habría instrumentalizado la crisis sanitaria en pro de sus intereses particulares.
Es innegable que el Gobierno se ha desempeñado de forma inadecuada, porque la clase política que nos gobierna es inadecuada. Ahora bien, a mi juicio también es inadecuada la clase dirigente que se opone al Gobierno. Entiendo que todos, sean de derecha o de izquierda, tratan de obtener la mayor ventaja política de la emergencia coronavírica, pero precisamente por eso no creo en un plan político organizado. ¿Cómo se explicaría, si no, que en Italia, donde gobierna la izquierda, el virus le resulte útil al Gobierno para atacar a la oposición, mientras en Estados Unidos, donde manda Trump, el virus le venga bien a la oposición para impedir la reelección del Presidente? Me parece que a día de hoy falta un estudio comparado de las medidas tomadas por políticos tan diversos como Trump, Bolsonario, Johnson, Macron, Merkel, Conte, Orban, etc. Sería indispensable un estudio semejante para hablar con seriedad de la pandemia.
- ¿Qué juicio le merece el gobierno de Conte?
Negativo, por supuesto, pero no peor que el gobierno de Colombo, que introdujo en Italia el divorcio (1970), el de Andreotti, que promulgó el aborto (1978) o el de Renzi, que aprobó el matrimonio homosexual (2916). Todos ellos, como Conte, católicos adultos, en medio de un proceso de degradación cultural y moral de la clase política italiana. No debería extrañarnos que el gobierno de Conte haya aprobado el decreto contra la homofobia, que se alinea con este itinerario de secularización. En este sentido, me parece que la oposición no hace gran cosa.
- ¿Qué pasará en el ámbito escolar?
El caos escolar será generalizado. Muchos que se movilizan ante la creciente desorganización guardan silencio ante peligros mucho más graves. La reciente aprobación del decreto escolar por parte de la mayoría que gobierna ha traído consigo la sustancial obligatoriedad a partir del curso 2020-2021 de la enseñanza de la llamada teoría de género. Esto es mucho peor que la posible imposición de llevar mascarilla para los escolares. Las madres deberían movilizarse para salvar a sus hijos de la intoxicación ideológica que les propinarán en el colegio el año del coronavirus más que para evitar que respiren anhídrido carbónico.
- ¿Cree en la existencia de una dictadura sanitaria?
Es preciso aclarar qué se entiende por dictadura sanitaria. Si nos referimos a la imposición por parte del Gobierno del uso de la mascarilla, del distanciamiento social o del lavado frecuente de manos, no me parece que se pueda hablar de dictadura, sino de simples normas de prudencia utilizadas en anteriores epidemias, incluso por santos que se desvivieron por cuidar de los apestados. Si por el contrario nos referimos a la imposición de reglas a la Iglesia en lo que respecta a la apertura de los templos y la celebración del culto, me parece que es más que legítimo utilizar la palabra dictadura, porque el Estado no tiene el menor derecho a entrometerse en lo que es competencia de la Iglesia, obligando por ejemplo a los fieles a recibir la Comunión en la mano. No obstante, yo diría que con frecuencia, más que de imposición por parte del Estado se trate de una voluntaria sumisión de las autoridades eclesiásticas a las políticas. Ante estas medidas que multiplican irreverencias y sacrilegios, el católico fiel tiene el derecho y el deber de objetar en conciencia en tanto que está obligado a respetar las leyes del Estado siempre que no vulneren directamente la ley divina, sea natural o eclesiástica.
- ¿Cree que nos encontramos ante una psicosis colectiva que nos hace pensar en una estrategia del terror?
Es indudable que se dan fenómenos de psicosis colectiva. Es la que fomentan los medios informativos oficiales (periódicos, telediarios) que se centran en el peligro viral, pero está también la fomentada por muchos blogs que insisten obsesivamente en la existencia de planes para exterminar al género humano. Unos y otros difunden el terror entre la opinión pública.
- ¿Se trata quizá de una crisis ideada con vistas a introducir un gobierno único mundial?
El fin al que aspiran las fuerzas de la Revolución no es el gobierno único mundial sino el caos único mundial. Para el marxismo, por ejemplo, la dictadura del proletariado no es el fin sino un medio. El fin es la sociedad sin clases, panteísta, anárquica e igualitaria. Los medios pueden variar, pero el fin siempre es el mismo. En este sentido, yo diría que la consecuencia más grave del coronavirus es la pérdida del sentido crítico y una confusión cada vez mayor en las mentes.
- ¿Existe un plan organizado de antemano?
Creo en la existencia de complots en la historia. En cuanto ser social, el hombre tiende a asociarse, y estando herido por el pecado original, no sólo se asocia para el bien sino también para el mal. Lo que distingue a los malos, que por algo son llamados hijos de las tinieblas, es que se reúnen en secreto para ocultar sus maniobras. Por eso los papas han condenado siempre las sociedades secretas, empezando por la Masonería. Precisamente porque creo en las maniobras de los hijos de las tinieblas creo que hace falta mucha prudencia para denunciar los planes diabólicos cuando no se dispone de pruebas. Toda hipótesis es lícita, pero es necesario prestar atención antes de exponerlas con absoluta certeza.
- ¿Le parece que haya algo de diabólico en la pandemia?
Indudablemente. En la historia actúan las criaturas racionales, tanto los hombres como los ángeles. Y los ángeles caídos, los demonios, cumplen un papel importante para llevar a cabo el proceso revolucionario, sobre todo mediante las armas de la guerra psicológica. La anarquía mental tiene algo de diabólico. Pero María, Reina de los ángeles y Señora de la historia, también se enfrenta a los demonios. En Fátima la Virgen prometió el triunfo final de su Corazón Inmaculado. Combatimos teniendo esa esperanza, la cual, con la ayuda de Dios, nadie nos podrá arrebatar del corazón.
Adelante la Fe
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