A tanto llegó el racismo de Sanger que llegó a decir: “No queremos que se corra la voz de que queremos exterminar a la población negra”
Por el padre Dr. Federico Highton, SE
Hace más de cien años, una mujer de origen judío, Sadie Sachs intentó matar a su hijo por nacer. Descreída de la Divina Providencia, Sadie temió no poder mantener otro hijo. Así que un caluroso día de julio de 1912, el esposo de Sadie, Jake, llegó a casa del trabajo y la encontró inconsciente. Jake llamó a un médico, quien llamó a una enfermera, que se llamaba Margaret Sanger.
Cuando se estaba recuperando, Sadie le preguntó al médico si había algo que pudiera hacer para evitar otro hijo. En sus memorias, Sanger escribió más tarde que el médico le dijo sórdidamente a Sadie que se resistiera a “más alcaparras [= niño] de este tipo”, y luego ella le preguntó: “¿qué puedo hacer para prevenirlo?”. El médico le dijo: “Dile a Jake que duerma en el techo”.
Tres meses después, Sadie Sachs trató, de nuevo, de matar a su hijo que todavía estaba en su etapa de gestación. Sadie Sachs fue castigada por Dios: murió matando a su hijo.
Jake Sachs volvió a llamar a Sanger. Esta vez, Sadie ya estaba muerta. Fue entonces cuando Sanger decidió ser cómplice de las mujeres que deciden matar sus hijos en su mismo seno, convirtiendo sus vientres en cementerios de sus propios bebés.
Margaret Sanger tuvo un padre soldado que tallaba ángeles y santos y una madre heroica, pero ella en vez de imitar la virtud de su madre, devino asesina serial de niños por nacer. Incluso de las madres más santas, a veces pueden salir hijos degenerados. Es el misterio del libre albedrío. Ser santos o criminales depende de cada cual.
Margaret tuvo diecisiete hermanos. Su madre, una bondadosa mujer irlandesa, murió heroicamente por la maternidad y las generosas luchas de cuidar de una familia numerosa católica.
Margaret fue enfermera. Se casó joven con el arquitecto judío y artista moderno William Sanger, un anarquista que era un enemigo furibundo de la religión.
William y Margaret se mudaron a la ciudad de Nueva York, donde militaron activamente en la revolución anti-cristiana. Tanto su esposo como la anarquista Emma Goldman, también de origen judío, corrompieron la inteligencia de Margaret. Goldman le inculcó las ideas del “amor libre”, esto es, de la lujuria descontrolada.
Sanger comenzó a concebir la maternidad como una “esclavitud biológica”, lo cual fue fruto de una absurda ideología según la cual las mujeres deberían evitar los hijos para tener más importancia en el mundo y en la política, como explica Jonathan Eig, autor de The Birth of the Pill. “Las mujeres se dieron cuenta de que si querían seguir participando en la comunidad, si querían mantenerse activas, tenían que tener menos hijos”, le dice a TIME. “Ahí es cuando empiezas a ver que las mujeres se dan cuenta de que existe un vínculo entre el tamaño de la familia y el poder político”.
Ese movimiento subversivo promovía que las mujeres desprecien la maternidad para salir a trabajar a la calle como los varones, lo cual devino una de las principales modas del absurdo mundo contemporáneo. Eig lo dice así: “Una vez que puede controlar su propio cuerpo, puede controlar su propia vida, y luego puede afirmarse en su familia, su comunidad, en el lugar de trabajo”. En fin: la mujer debe renunciar a la maternidad para devenir operaria en las calles.
En 1912, Sanger escribió “Lo que toda niña debería saber”, una serie de artículos en el suplemento dominical del pasquín marxista New York Call.
En 1916, Sanger abrió un local en Brooklyn que ofrecía asesoramiento sobre anticoncepción. Felizmente, después de una semana y media, fue allanada por la brigada de vicio de la policía de Nueva York, que arrestó a Sanger y a uno de sus empleados, confiscando los suministros del tugurio. Luego, la hermana de Sanger, Ethel, que era cómplice en la clínica, también fue arrestada. Más tarde, Sanger también fue encarcelada, aunque lamentablemente solo un mes. Obcecada en el mal, lanzó una revista, The Birth Control Review, y dos organizaciones, la American Birth Control League y la Birth Control Clinical Research Bureau, que en 1942 se fusionarían para convertirse en la gran multinacional del filicidio prenatal: Planned Parenthood Federation of America (IPPF).
Sanger devino un modelo del mal. Es tal la malicia que se llegó a crear un premio que lleva su nombre. Y, como lo semejante busca lo semejante, le dieron este sanguinario premio a Hilaria Clinton, que recibió el “Premio Margaret Sanger de Planned Parenthood” en marzo de 2009. Cuando Clinton compareció ante el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes el mes siguiente, el lúcido congresista Chris Smith declaró que Sanger fue “una eugenista y racista sin complejos que dijo: ‘Lo más misericordioso que hace una familia por uno de sus hijos es matarlo‘”.
A tanto llegó el racismo de Sanger que llegó a decir: “No queremos que se corra la voz de que queremos exterminar a la población negra”
Sanger llegaba a aplicar el término 'no apto' a ciertos individuos.
El racismo de Sanger era tan abierto que incluso fue admitido por los miembros de la multinacional del filicidio (IPPF). En efecto, como confiesa Jean Baker en la introducción de su nueva biografía, Margaret Sanger: A Life of Passion, “un miembro del personal de Planned Parenthood de Nueva York admitió (…) [que] ella era racista y eugenista”.
El racismo filicida fue tan radical que el pastor protestante negro Clenard Childress, describió al filicidio prenatal como parte de un “plan racista eugenésico” diseñado “para controlar el nacimiento de ‘malas hierbas humanas’ ”.
Sanger abrió centros suyos en vecindarios afroamericanos, para lo cual contó con la complicidad de muchos negros criminales –que no se dieron cuenta de la veta racista de Sanger-, incluso del santón Martin Luther King Jr. En efecto, como admite la historiadora Jill Lepore, en un artículo reciente en The New Yorker, Martin Luther King Jr. se unió a un comité de Planned Parenthood.
Respecto de la relación de Sanger y Martin Luther King, uno de los “grandes santos del mundo moderno”, digamos una palabra más. En 1966, el año en que murió Sanger, Martin Luther King aceptó el siniestro “Premio Margaret Sanger de Planned Parenthood”, a pesar que la aceptación de ese premio suponía la aprobación implícita de la masacre prenatal de incontables bebés negros.
En el discurso que escribió, pronunciado por su sórdida esposa, Coretta Scott King, describió un “parentesco sorprendente entre nuestro movimiento y los primeros esfuerzos de Margaret Sanger”.
¡Que Dios convierta a los filicidas y extirpe sus centros criminales!
Padre Dr. Federico Highton, SE
Mar Adentro
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