Además de 'sobornos' y derroches, el informe independiente mandado a Roma que acabó con el ministerio del ex-obispo de Wheeling-Charleston detalla su comportamiento "depredador" con monaguillos.
Por Cameron Doody
El 'obispo Rockefeller' de Wheeling-Charleston, Michael J. Bransfield, no solo 'sobornó' a prelados poderosos y derrochó millones de dólares de fondos provenientes de la Iglesia en lujos personales. Su obscenidad económica también fue acompañada por abusos sexuales y de poder contra jóvenes curas y por un fomento de una "cultura de miedo y de represalias y venganzas" en la diócesis, según un informe independiente de sus trece años al frente de la diócesis de Virginia Occidental mandado al Vaticano y obtenido por el Washington Post.
El informe que acabó con el mandato de Bransfield en Wheeling-Charleston en septiembre de 2018 y con su expulsión del ministerio público el pasado marzo contiene las acusaciones de al menos nueve curas que lo denunciaron por haberlos toqueteado o besado, por haberse desnudado delante de ellos, o por haberles lanzado comentarios inapropiados de índole sexual.
El documento también incluye testimonios de cargos de la curia de Wheeling-Charleston del "comportamiento predatorio" de Bransfield con monaguillos. Una conducta lo suficientemente preocupante para establecer una norma tácita en la diócesis de no dejar nunca al obispo a solas con estos niños.
Y es que la investigación de Bransfield detalla una letanía de abusos y agresiones que dejó a los jóvenes curas "destrozados" tras haber trabajado con este obispo. Advertencias de que "no engordaran", abrazos problemáticos y besos en la nuca en la habitación del prelado.
Un joven sacerdote denunció incluso que Bransfield le azotó en el culo en el Castel Gandolfo, la anterior residencia papal veraniega en Italia, mientras que otro seminarista se quejó de que el obispo le dio alcohol cuando era de edad, y que se desnudó delante de él y lo atrajo hacia él, toqueteando sus genitales.
Otro seminarista relató una experiencia que encapsula la conexión entre los abusos sexuales de Bransfield y los de poder. Afirma que el obispo le obligó a sentarse en su regazo mientras lo besaba. "O hago eso, o tendré que reinventarme la vida", pensaba el seminarista, que al final pudo resistir la instrucción del prelado de que se quitara los pantalones, si bien no pudo evitar caer en una profunda depresión tras la experiencia.
Por si fuera poco, los abusos de Bransfield fueron agravados por varios factores más. El obispo no solo abusaba de alcohol y de opioides como la oxicodona -lo que "probablemente contribuyó a su acoso y comportamiento abusivo", según el informe- sino que también daba dinero a al menos dos de sus víctimas, de cantidades de entre $50 y $300, tanto durante como después de las agresiones, según registros financieros consultados por el Post. Es más, tres de sus colaboradores más estrechos -su vicario general, vicario judicial y su vicario para el clero- "facilitaron la conducta predatoria y acosadora" del prelado, en palabras de los investigadores independientes.
Toda una trama de abusos sexuales y de poder que sigue intentando desentrañar el administrador apostólico de Wheeling-Charleston, William Lori, el también arzobispo de Baltimore. Pero el principal problema de Lori es que fue uno de los prelados que Bransfield agasajó -concretamente, con $7.500. Eso, y como responsable de la investigación independiente del ex-obispo de Wheeling-Charleston, Lori decidió borrar del informe final que mandó a Roma los nombres de los prelados que Bransfield sobornó, el suyo propio incluido.
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