San Juan de Mata, Fundador
(✝ 1213)
San Juan de Mata, fundador de la Orden de la Santísima Trinidad, fue natural de Faucón, en la Provenza, y apenas nacido le consagró su madre a la Santísima Virgen.
Estudió las letras sagradas y divinas en la universidad de París, donde recibió el grado de doctor, y en el instante en que el Obispo le imponía las manos para ordenarle sacerdote, vióse una columna de fuego sobre la cabeza del santo, y este prodigio se renovó en su primera Misa. En aquel mismo día, al elevar la sagrada Hostia, le apareció un ángel, vestido de blanco con una cruz roja y azul en el pecho, y con las manos cruzadas o trocadas sobre dos cautivos, el uno cristiano y el otro infiel, en ademán de trocar el uno por el otro.
Para conocer la divina voluntad y disponerse a su cumplimiento, se fue a donde hacía vida celestial San Félix de Valois. Conversaban un día los dos santos al pie de una fuente, y vieron un ciervo que entre las dos astas traía una cruz roja y azul como la que había visto San Juan de Mata en la vestidura del ángel, y con esta nueva maravilla determinaron los dos de salir del yermo, y de ir juntos a Roma a instituir con la aprobación del Papa una Orden para la redención de los cautivos.
Hallábase el romano Pontífice dudoso acerca de lo que había de hacer, y estando diciendo Misa en San Juan de Letrán, le apareció también el ángel que vio San Juan de Mata en su primera Misa, por lo cual aprobó con elogio la nueva Orden, y quiso que los que la profesasen vistiesen el hábito blanco con una cruz roja y azul en el pecho. Todos miraban aquellos santos religiosos como ángeles de la caridad y el rey de Francia, Felipe Augusto, los colmó de beneficios.
Luego que el santo pasó por África, encendió la fe casi apagada de los cautivos, y a trueque de librarlos de sus cadenas, ofrecía sus limosnas a los moros, su misma libertad y su vida.
No pocas veces se vio a punto de ser degollado por los bárbaros, hasta que un día le hallaron en la ciudad de Túnez, cubierto de heridas y tendido en un charco de su propia sangre.
Después de haber rescatado a muchos cautivos y fundado muchos conventos de la Orden admirable en Italia, Francia y España, lleno de trabajos y merecimientos, entregó su espíritu al Señor, a los 61 años de edad.
Por tres o cuatro meses estuvo expuesto su sagrado cadáver en la iglesia de su convento de Santo Tomás, con licencia del Papa Inocencio III, para satisfacer a la devoción de los fieles, los cuales en gran número concurrieron a venerarle, viendo los muchos prodigios que obraba el Señor por su intercesión.
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